Saturday, August 21, 2004

En días de fiesta

Este año me la he pasado bien. Bueno, es cierto que no ha habido mucho dinero pero eso no ha sido impedimento para pasarla bien. No debería de serlo, pienso. Si debemos de hacer un ránking de fiestas, sin duda, una reunión en Monterrey que empezó como una simple reunión para tallerear distintos proyectos para enviar a concursos de literatura, sería la mejor. No porque de esa tallereada saliera una beca, sino porque después nos fuimos a la cantina del barrio, luego a una casa por Hacienda Mitras y después al centro a casa de César Gándara, sólo para terminar robándole libros, almohadas y cobijas.

Dos fiestas en Aguascalientes no han tenido comparación, pero una que antecedió a un viaje madrugador a Pachuca también está entre las primeras, por no contar aquel cumpleaños de Mónica Morales donde terminamos apagando el incendio en casa de su tío y escuchando el grito aterrador de: "El tanque de gas va a explotar" y yo justo a un lado de las llamas.

Un lugar que nunca queda mal, es ir a Xochimilco. Es increíble porque da una pereza increíble ir hasta allá, meterse a esa delegación, ir apretado en sus callecitas, soportar el tráfico, sólo para estar cuatro o cinco horas dando vueltas en los canales sucios y llenos de música. Pero ah, Xochimilco nunca queda mal y siempre que voy, ya sea con los trabajo, o los del taller o por mi cumpleaños, es delicioso.

Lo mejor son las borracheras espontáneas, de esas donde estas solo y luego le cae alguién y al rato salen las llamadas y sin darte cuenta ya son las cuatro de la mañana y tu andas conduciendo hacia otra ciudad. En Monterrey me divertìa bastante, pero en el distrito federal es distinto. Algo tiene la ciudad que te conduce a la euforia cuando sales ya de la fiesta y ves por circuito interior los edificios iluminados y sabes que vas a llegar a una casa que en realidad no es tú casa, sino un remedo de la que dejaste en otra ciudad.

Pero todo esto inició porque este ha sido un año de fiestas, aunque sin dinero. Así que aquì va una lista de las mejores, creo.

  1. El cumpleaños de Elida.- Yo no quería ir, pero fui. Llegué en taxi a las puertas de uno de los antros más exclusivos de Monterrey y pasé por un pendejo (por llegar en taxi y no andar vestido a la moda) delante de todos los afroditos y afroditas que esperaban entrar. ¿Cómo terminamos en la Huasteca viendo como unos locos hacían patinar las llantas de sus camionetas en el río, eso no lo sé.
  2. En definitiva, el cumpleaños de Yuri fue fabuloso. Fabuloso porque Nancy (su futura esposa) y yo, tuvimos que entretenerlo en el trabajo por más de dos horas para que todas le cayerán a casa de Rous. Y luego, con el pretexto de que me ayudara a llevar unos buròs en viernes por la noche a la casa, lo entretuvimos mas. Todo se fue al traste cuando al llegar a casa de Rous, ésta sale a decirnos que los demás no han llegado y ahi se perdió toda la sorpresa. Fue una fiesta bastante, bastante divertida: bailamos con un muñeco de peluche de dos metros, nos reímos al bailar, intentamos armar un cubo, bebimos. A veces la felicidad está en la simpleza.
  3. Viernes santo y vamos a Candelaria de los Patos a una fiesta en casa de Yuri. Son las dos de la tarde y llevo a Minerva y Gaby. La fiesta se acabó a las cuatro de la mañana con mojitos, ensalada de carnes, depravación y algunas cosas más y a las nueve estábamos bajo el sol, caminando en el Zócalo porque Gaby quería ver la exposición sobre animales fantásticos.
  4. Luego mi cumpleaños en Xochimilco. Insisto. Xochimilco nunca queda mal y si a eso le agregan que Elida, Lacho y una amiga vivieron desde Monterrey nada más a esa fiesta y en auto y se fueron al día siguiente, bueno, se hace mejor. Faltaban pocos días para que Aude se regresara a Francia e Isabel a Colombia pero cómo bailamos en la lancha al ritmo de la música norteña.
  5. La despedida de Aude fue larga pero bastante divertida. Yo no sé de dónde saca Rodrigo tanta gente pero su casa se llenó (dos semanas antes había hecho una fiesta donde nada más estuvimos cuatro personas). Un amigo cantó rancheras con mucha pasión, un francés cantó en su lengua canciones tranquilas y finalmente Heidy sacó a relucir canciones entre indígenas y de la costa mientras yo hablaba con una canadiense sobre los gustos de nuestros respectivos gatos.
  6. El rancho de Ana se presta para fiesta y ahora que fui a Monterrey me hizo una fiesta de bienvenida. Ibamos en la carretera de San Mateo y de cuando en cuando aparecían letreros: a la fiesta de Antonio. Al llegar ya había cervezas heladas, la discada estaba a punto de salir. Como a las tres nos fuimos a caminar a las brechas. A las siete llegué a la casa.

Pues si. A veces es mejor no tener tantas reuniones porque así las pocas las vives más y estos días de tranquilidad, entonces, son como un remanso para días telúricos y huapangueros.


Thursday, August 19, 2004

Paso de días

Ayer llegó el libro Paso de días por correo. En la portada se ven dos pies y en la contra frases proverbiales de Hugo Valdés que siempre le salen muy bien. Encima del texto introductorio se ve al autor, Rubén Soto, en más de cinco fotografías, todas ellas diferentes. Me sé la dedicatoria del libro porque se me quedó grabada desde hace más de cinco años cuando la vi por primera vez. Dice: "a mi tío esta novela avuncular". La recuerdo muy bien por la palabra avuncular.
Después viene la dedicatoria para mí: "Para Toño, por el recuerdo de esos viejos tiempos y esas viejas pedas".
Claro, esos viejos tiempos.
El taller de novela El panteón, albergó durante mucho tiempo a cinco de los mejores narradores regiomontanos de estos días. Me sé casi todas las historias de cómo se fue formando el panteón, porque ellos mismos me lo contaron en algunas de las borracheras en la casa de Padre Mier donde se reunían por 1998. Al final, lo que importa, es que el grupo quedó formado por Hugo Valdés, Eduardo Parra, David Toscana, Ramón López Castro y Rubén Soto.
Ellos se pusieron a escribir y se pusieron a criticarse entre sí y así fueron saliendo una a una las novelas y cuentos que, gustenle o no a mucha gente, han sido un hito en la historia de la literatura regiomontana. El crimen de la calle de Aramberri, Los límites de la noche, Soldados de la incertidumbre y la muy traducida Estación Tula, vieron su crecimiento en esas paredes de las casas de Padre Mier o en la Diego de Montemayor, de donde los corrieron aquel día cuando quemaron los borradores de sus obras y llegaron los bomberos.
Así, también, comenzaron a llegar las becas, los premios, los reconocimientos y el grupo de El Panteón despuntó de entre los otros porque fueron los primeros después de una larga sequía, en publicar en las editoriales del Distrito Federal y mantenerse ahí.
Luego Ramón se fue a vivir a la ciudad de México y yo escuché por primera vez el nombre de El Panteón de boca de Eduardo Parra, con quien tomaba un taller en la casa de la cultura de Monterrey desde 1996. Sabía que muchos querían entrar al Panteón, por el simple hecho de que era una garantía, hasta cierto punto, establecer relaciones con otros escritores y acceder a un prestigio de ser parte del El Panteón. (Me sé de memoria los nombres de esos escritores rechazados, incluso de los expulsados, porque hubo expulsados).
Todavía recuerdo con claridad esa noche en la casa de Padre Mier cuando me invitaron a formar parte del grupo. Ellos ya eran El panteón y yo los admiraba a mis 20 años (y los sigo admirando, me sorprende los caminos que han tomado, lo lejos andan ya de esa casa en Padre Mier). Cada uno se presentó pero a mí, me dio curiosidad cuando Rubén Soto dijo su nombre. Él no parecía un escritor como los otros, es decir, estaba y le interesaba un comino conocer a otros, salir publicado, ser entrevistado, etcétera. Me sentí seguro con él mientras los demás hablaban y hablaban y hablaban sobre otros amigos escritores, becas obtenidas, encuentros internacionales a los que iban, etcétera. Pero en la mansa tranquilidad de Rubén Soto yo había plantado mis tiendas.
Anécdotas hay muchas pero recuerdo una, cuando Chipinque se incendiaba y estábamos en el techo viendo las mechas de fuego en el cerro. El aire nos llegaba caliente. En el borde de la casa, Parra y Toscana platicaban sus planes de conquistar el mundo (poco a poco lo han hecho) mientras Hugo y Rube y yo estábamos junto a una fogata que habíamos prendido en el techo. Luego pasaron muchas cosas y el Panteón, como se conocía, dejó de ser una noche en una cantina, mientras Toscana y yo esperábamos a Felipe Montes, a quién habían admitido meses antes. Eran ya como las doce y Felipe no llegaba. Parra ya vivía en el d.f. Rube andaba buscando otras cosas, Hugo andaba absorto también en otras ideas. Toscana dijo: si a las doce no llega, esto se acaba. ¿Cómo que se acaba? Sí, se acaba el panteón, dejamos de juntarnos cada miércoles. A esta hora estaría escribiéndo y no esperando a nadie. A mi me daba cosa terminar así pero lo acepté. También estaba cansado. Habían sido tres años de vivir en el remolino (Ya verás, esto es un remolino, me dijo Parra la noche que me aceptaron.) A las doce Felipe no llegó y con esa plantada el panteón desapareció como reunión, más no como unidad.
All my friends, era nuestro grito de batalla. Ahora que leo el libro de Rubén Soto, largamente esperado, me acuerdo de ese grito. Y como bien lo dice en la dedicatoria, me acuerdo de esos viejos tiempos y esas borracheras.





Monday, August 16, 2004

el cuidado del blog

Nuevo en estos territorios de la tecnología (recuerdo esa tecnología simple de la piedra tallada y amarrada a una vara con la que nuestros ancestros mataban mamuts y por qué no, asesinaban a otros ancestros) me dedico hoy a "cuidar" mi blog como se "cuidaban" hace años los tamagochis. Y entonces pienso un poco en esto de la tecnología y cómo la vamos elucubrando, diversificando y en muchos sentidos dificultándola.
Sólo el sábado con una amiga, estuvimos como veinte minutos intentando hacer reaccionar una grabadora de cd portátil con micrófono incluído.
¿Qué se han hecho esos tiempos donde Arquímedes, para comprobar el verdadero peso de los metales los calculaba en agua? ¿Qué ha pasado con el famoso fuego, fuelles, retortas, alambiques y el Gran Vaso de Hermes o Huevo Filosofal con el que los alquimistas en la edad media buscaban la piedra filosofal o el elíxir de la vida?
Ahora nuestros gadgets o como se llamen, tienen una multiplicidad de funciones, comandos, tareas programadas y por programar que emocionan e imposibilitan.
¿Quién sabe a ciencia cierta todas y cada una de los beneficios de un celular, de una palm, incluso de un blog que estoy seguro nadie lee? -al menos el mío porque nadie sabe que existe-.

Pero digo una barbaridad. La tecnología ha sido un beneficio del hombre desde tiempos antiguos. ¿Qué habría sido de Siracusa, si el mismo Arquímedes no idea esos espejos convexos para refractar la luz del sol y dirigirla contra los belicosos barcos romanos? ¿Cuánto se habría tartado Pascal en realizar sus mediciones sin su famosa calculadora mecánica ideada por los 1700?
El mismo Galileo, ¿cómo hubiera podido determinar la constante o la idea de gravedad si antes no prepara un tubo de vacío? O bien Anton Leewencok no se hubiera decidido a finalmente hacerse una chaqueta y con ver el semen por el maravilloso artefacto del microscopio.
¿Qué decir si Roetgen no descubre los rayos X con su aparato con el que quería comprobar las transmisión de luz de los rayos catódicos?

Creo que seguríamos en la nube, dando por hecho comentarios como los del obispo de Armagh y primado de Irlanda, James Usher, afirmó en su obra Annalis Veteris et Novi Testamenti, publicada en 1650 y 1654, que el Cielo y la Tierra habían sido creados en la tarde (a la entrada de la noche) que precedía al domingo 23 de octubre de 4004 a. C., el martes siguiente las aguas se concentraron en un lugar determinado y apareció la tierra firme, el viernes fue creado el hombre. Según el mismo autor, el diluvio ocurrió 1 656 años después: Noé abordó el Arca el 7 de diciembre de 2349 a. C. y desembarcó el 6 de mayo de 2348 a. C. (no dice a qué hora).

Así que bien, es mejor continuar cuidando el blog, rogando por que en los laboratorios Rutherford en Inglaterra encuentren una manera de lograr la fusión nuclear sin tener que detonar una bomba de fisión. Es mejor todo, todo eso, a pensar Noé abordó el Arca el 7 de diciembre del 2349 a.C

Thursday, August 12, 2004

Travel Monterrey

Asi las cosas allá vamos. Adelante van Raúl y Minerva, atrás Claudia y yo. Es de noche y el aire tibio aún anda por las avenidas donde salen a nuestro encuentro camiones y traileres. Ana nos había dicho en un croquis que extraviamos como tres veces, que debíamos de irnos por la carretera hacia Villa de Juárez, hasta el entronque con San Mateo, después en un cruce feo dar vuelta a la derecha. Teníamos que pasar una pista para carreras en lodo, dos arroyos, el Bar Kini, un depósito y finalmente entrar a las brecha que estaba justo a un lado de la torre de agua. Ana también dijo: Voy a poner cartelones que digan: a la fiesta de Antonio.
Nos detuvimos en un Super 7 u Oxxo, no recuerdo, a comprar cervezas y papas. Dimos muy bien con el entronque de la carretera de San Mateo y pasamos el cruce feo donde dimos vuelta a la derecha. Pasamos de largo por un retén de policias afuera de una quinta para festejos. Las luces de las torretas relampagueaban azules y rojas en la noche conforme las dejábamos atrás.
Allá a lo lejos, sobre las matas oscuras, los encinos solos, se veía el contorno zurcido del Cerro de la Silla. Poco a poco aparecieron los anuncios de la fiesta de Antonio. Pasamos finalmente el bar Kini y entramos a la brecha a un lado de la torre de agua. Entonces Raúl apagó el carro, mató las luces y nos quedamos a oscuras, sentados sobre los asientos calientes, con las cervezas frías en las manos y nos dedicamos a ver esas ramas extendidas como brazos que araban sobre el camino. Vimos el cielo no tan atiborrado de estrellas y luego reanudamos la marcha.
Cuando llegamos al rancho salieron a nuestro encuentro más de siete perros y luego vimos la fogata, las velas que flotaban o pendían de los troncos de los árboles. Luego vimos la fogata, a Miguel y al hermano de Ana y finalmente a Ana en la cocina preparando todo para la cena. Sacamos sillas y nos sentamos a sentir el calor de la noche y a beber cerveza y recordé algunos trozos de películas gringas donde los personajes lo único que hacen es ver televisión y tomarse una cerveza o contemplar impávidos el fuego, viéndolo danzar, sumergirse en sí mismo sólo para salir más fuerte y alto, más despeinado y violento.
Pero no. Este fuego era un buen pretexto para no saber nada de las calles de la ciudad de México, de los problemas con Hacienda y era tambíén una bienvenida para Abel que regresaba de deambular por las calles de Marsella o Paris, y para Elida, Lacho, Cristina, Raúl, etcétera.
Pensamos en los amigos que siguen lejos y en los amigos que por una cosa u otra no habían ido. Brindamos por ellos, comimos la discada, nos reímos, bailamos otro tanto con unas buenas canciones norteñas. A las cuatro de la mañana nos fuimos a caminar hacia un arroyo, los perros a nuestro lado, Ana con machete en mano y como a las seis, bastante ebrios, tuvimos una guerra de agua como en los viejos tiempos.
Casi amanecía cuando regresamos a Monterrey. Los cartelones seguían en la carretera, el cruce continuaba igual de feo pero era de día ya y todo había pasado.


Monday, August 02, 2004

Primer kozamianizaje

Hoy estoy de hueva. Oficialmente. Miro por las ventanas y abajo se ve la avenida periférico y los estudios de televisión de TV Azteca. Hoy no hay güercas gritando porque Yahir acaba de entrar a grabar o porque va a salir Victor o Raúl. Ve tú a saber. Antes me sabía de memoria las novelas y tramas de Erika Buenfil y si mucho me apuro, recordaba hasta el nombre de Victoria Rufo en "La Fiera".
Pero hoy no. Hoy estoy de hueva y voy a aplacar las golondrinas al vuelo que quieren volar porque ayer el Monterrey goleó 5-3 al Cruz Azul o porque el Osasuna empató a O con un ojiequipo inglés.
Hoy no me importa si me pasan una nueva canción de Pimpinela o de Mario Pintor y le doy una importancia igual a cero, como diría Oliverio Girondo, a un aliento afrodiasiaco o a un aliento insecticida.
Ahorita lo que quisiera, realmente, es estar en Monterrey, caminar por Colón y ver la mole indefensa y antiestética del Monte de Piedad; escuchar el paso del metrorrey; entrar al cine Raly y comprar unas palomitas de siete y un refresco de a seis o unos de los deliciosos jochos con frijolitos y sentarme ahi dentro, en la oscuridad, en la oscuridad ver una película. Luego saldría a caminar otro rato, a reconocer una colonia que dista mucho de la que recuerdo.
Hoy tengo tanta hueva que he estado buscando fotos de Monterrey en la web. Ya vi la Paloma de Soriano, el ubérrimo puente copia de Calatrava, decenas de cabritos puestos a las brazas y el distingible cerro de la Silla.
Hoy como que ni me importa que el libro de cuentos siga sin salir y estoy influenciado y hasta la madre, de ida y vuelta, de leer sobre Aldecoa, Bloom, Reyes o Montes y del libro integrado de segundo grado.
Si alguien tiene alguna idea de cómo no matar el tiempo de esta manera, si alguien sabe que la felicidad sí se encuentra en un coche ultimo modelo a la puerta, en una cuenta bancaria sólida y no en esos aires de intelectualidad, díganme, avísenme, estaré esperando.

Así que ya vine, tiré todo esto. Regreso a mi nave.