Monday, February 28, 2005

Tus abrazos y besos no fueron pensados y mira, que ciertos han sido, mi querida Joy.

Friday, February 25, 2005

Mar Adentro

Pero me despierto siempre
y siempre quiero estar muerto
para seguir con mi boca
enredada en tus cabellos


Eso dice Ramón Sampedro quien encontró la muerte después de tanto buscarla. La película de Amenábar, el libro de Sampedro, tiene mucho de una lucha auténtica, de lo auténtico que debe de ser la vida y lo auténtico que debe ser enfrentar la muerte. "Sólo hay algo más feo que un hijo se te muera, dice el padre de Ramón, y es que se quiera morir." Esta película nos dice muchas cosas pero al salir creo que te sientes más vivo. Y yo salí del cine sintiéndome más vivo. Y Nadia iba al lado mio tan llena de su brillante vitalidad, con su sonrisa que detenía la calle. Sí, salí sintiéndome muy vivo.

Thursday, February 24, 2005

Nostalgicando

Son las 11:38 de la mañana. La muela me duele. Hace rato fui con Isabel a la farmacia y en el camino ella me contaba cómo aprendió a manejar. Luego, ya en la oficina, mandé un pendiente por mail a Andrés y luego René intentó hacerme una broma pero se contuvo. Luego le pedí sus discos. Tenía un mp3 de Los beatles. Así que estoy aquí escuchando I'am olny sleeping y Here, there and everywhere. Cada momento entonces nos lanza al pasado. Los viejos mueren de tanto recuerdo que olvidan, de quedarse vacíos. Siempre que escucho a los beatles invariablemente me remonto a la preparatoria siete oriente con su pasillo de cemento y con las bancas donde cada rato cagaban los pájaros. Canciones como And your bird can sing, for no one y got to get you into mi life me remontan a esos salones de muros de ladrillos donde Aneida, Rafa, Mónica, Fabían, Ángel y Dora me parecían los mejores amigos del mundo. Que soy cursi, me vale. Los recuerdos son los que valen la pena. A veces pienso que conforme crecemos odiamos cómo fue que llegamos a donde estamos.
En esa prepa la pase bien caminando todas las tardes rumbo a la Estancia atravesando los condominios blancos. A veces nos deteníamos a comer algo en alguna tienda y luego reanudábamos la marcha. Pasábamos por un gran llano donde una vez me bañaron con huevos, harina, coca, yeso, pinturas y no se qué mas por motivo de mi cumpleaños. Teníamos una casa, la casa de Costas del sol donde organizábamos fiestas de pizzas, cocas y finalmente cervezas en nuestro aire de niños fresas. Ahí jugábamos con la ouija y un día en la vida nos habríamos de acordar. Qué lejos, incluso, ya eran los beatles para esos 1993 y 1994 pero nosotros los cantábamos con gusto mientras en clases Chavana nos hacía reir y la maestra de literatura nos hacía leer a Jorge Ferretis y a Juan Rulfo. Cada noviembre íbamos a la carrera piel roja donde los hombres corríamos 10 kilómetros y las mujeres cinco. Ahí andábamos, mojados de sudor o de lluvia (siempre llovía en esa carrera) y a veces escuchábamos a eleanor rigby en las radios portátiles (ni sueños de que existieran los discman, recuerdo incluso cuando una maestra ya en al facultad no habló por primera vez de la internet y todos pusimos cara de asombro).
Ahora, diez años han pasado. Los vi a todos este diciembre en Monterrey. Mónica vivió un rato en Canadá, Aneida se casó, Dora estuvo un tiempo viviendo con Jim, su esposo, es Oregon y volvió. Ángel se casó también el año pasado. Fabían ahora toma fotografías, Rafa sigue siendo el mismo aun y cuando trabaje en El Norte y yo ando acá, en el d.f. Los beatles, válgame, que mal terminé este segmento.

frente a un micrófono

Ayer hubo entrevista de radio. Cuando llegué Julieta ya estaba ahí. Su cabello crespo y castaño le caía de frente y le ocultaba como siempre, parte de la cara pero aún así logré ver ese ojo suyo que siempre esconde bajo el mechón de pelo. Ahí estaban Alfonso Basil quien nos había citado para grabar el programa de En el FONCA somos así y Pedro Stak, el locutor. Platicamos un rato mientras esperábamos que Habadero llegara pero Habadero nunca llegó. La entrevista fue casual y amena. Julieta como siempre dice las palabras en su punto exacto y a veces rebatía mis opiniones y luego yo le regresaba la discusión. Así me enteré que ella escribe desde los 11 años y ella se enteró de aquel campo del que salió la primera vez que escribí algo. El programa va a salir hasta el 30 de marzo. Quisiera escribir algo interesante pero por ahora, como siempre, no se me ocurre más que contar de una mañana cuando vi a Julieta y compartimos una entrevista de radio, igual que en Morelia compartimos una entrevista a televisión mientras otros precarios del FONCA pasaban en grupo después de sus sesiones y un sol bien amarrado se debaja caer a gusto por la calle frente al conservatorio de las rosas.

Wednesday, February 23, 2005

Los hijos de mis amigos

Los lazos son importantes para mí. Es la única manera de mantenerte como eres, de seguir siendo eso que siempre has sido. Mis amigos buenos buenos y amigas igual de queridas son muchos y me considero afortunado por ello. El afecto es recíproco, creo. Vivo por una simple máxima: querer a quienes nos quieren y nada más. Todo lo que queda fuera de esa premisa me parece superfluo. Los que no nos quieren, bueno, ni modo, tampoco se trata de tener un millón de amigos. La amistad es un espejo donde nos miramos al corazón siempre.
Hubo un tiempo cuando mis amigos iban conmigo a llanos a tirar piedras a panales de abejas pero ese tiempo ya pasó. Hubo otra edad donde con mis amigos iba a quinceañeras de amigas o cuando salíamos por primera vez a conquistar las noches regiomontanas a nuestras maneras. Y ese tiempo también ya pasó. Luego asistí a bodas o me decían que se habían juntado a vivir con sus hombres y sus mujeres. A mi me seguía dando felicidad que compartieran esa pequeña decisión conmigo a pensar de las distancias y paso del tiempo. Luego mis amigos tuvieron sus hijos.
Así he ido conociendo a los hijos e hijas de mis amigos. Los hijos sorprenden a todo mundo, no sólo a los padres. En los hijos descubres los rasgos que no veías antes en tus amigos. El primer hijo que conocí fue Ángel. Su mamá, Diana, era un viejo amor de la secundaria y su embarazo fue sorpresivo para todos. Pero recuerdo con claridad esa tarde ahí en GINECOLOGIA con Diana comiendo huevo y pan y Ángel, ese pequeño todo rojizo, enrrollado en las mantas, el mismo Ángel a quien tuve la oportunidad de pasear un rato por las calles del centro histórico del D.F. Cuando nació Zoe, la hija de Gerson y Elia, salí del Obispado cuando pude y llegué justo cuando ponían a Zoe en su cuna. Dice Elia que no olvida ese momento. Yo tampoco. Un poco después nació Patricio, el hijo de Daniel de la Fuente y Claudia. Yo llegaba algo triste por esas siempre imponderables cosas del amor y al ver a la joven familia lo olvidé todo. Patricio estaba ahí en su cuna, en un cuarto caliente con sus padres al lado. Ahora cuando lo veo los tres recordamos cuando lo cuidé una mañana en el d.f. mientras ellos trabajaban y que no debo de contarle el cuento del Perro que saca la lengua.
Ya en las vísperas de mi partida Josué Salinas y Laura tuvieron a Natalia. Esa niña Natalia tan inteligente que ya usa la computadora y entra al encarta a sus cortos tres años. La llevaron para que la conociera a la casa. Era increíble porque hacía un frío terrible y así conocí a Natalia.
Y los hijos siguen llegando. Socorro y Efraín tuvieron a Marcelo y ahora que lo conocí en Cuernavaca Marcelo no paraba de reir. Matías, el hijo de Mario y Karla tiene unos pulmones fabulosos y la última vez que lo vi destruía una revista Cambio, revista de la que su papá es editor de cultura.
Así otros niños han nacido pero no estuve en los momentos de las noticias felices, como Sara, la hija de Daniel y Lety.
De lejos me han llegado noticias del nacimiento de Sofía en tierras catalanas y ahora el nacimiento de Daniel en la perla del Occidente. Elena y Víctor están contentos. Esa felicidad entonces de decir: Toño, ya soy padre, queda resonando en mí por una y otra vez y como el resto de las palabras que importan, se vuelven eternas.

Thursday, February 17, 2005

Mañana es 18 de febrero

Miro el calendario. Qué pronto se nos vino o se me llegó otro 18 de febrero. Qué pronto, caray, otra vez la fecha. Y me encuentro entre contento y a la expectativa de la fecha. Había hecho planes para algo, planes para una fiesta premeditada, consentida, feliz pero apenas faltando un día para el 18 no sé ni qué hacer.
También me pregunto sí armaré tanta alaraka por el día, claro, un 18 cualquiera, sin importancia en el calendario cívico, escolar o pachanguero de este país. El 18 es importante, tal vez, sólo para aquellos que nacieron ese día y yo no nací ese día, sino el 26 de mayo.
Días importantes pienso... días importantes. Mis días buenos son además del cumpleaños el año nuevo, la navidad y el cumpleaños de familiares (que usualmente olvido) y el día de mañana. Todas las demás fechas me son sin indiferentes en realidad, me apego a ellas pero nada hay de felicidad en mí al hacerlo.
Hace cuatro años de mañana, desperté muy temprano con los nervios sueltos y el ánimo en alto. Mi tío José Luis me llevó al aeropuerto en su camioneta Dodge y nos acompañaron mi abuela y mi madre. Una noche antes me había despedido finalmente de Sonia para empezar un hasta nunca. En el aeropuerto hice los trámites rápidos y luego esperé. Mi madre intentó no llorar pero sé que no pudo. Luego, ya en la sala de espera, compré un periódico y minutos antes de abordar hablé al Conarte (ese sitio, mi sitio al que ahora están otros que lo harán su sitio) para despedirme melodramáticamente de Cordelia. En el avión todo bien. Una regiomontana iba conmigo y miraba por la ventana cómo ese ajedrez regiomontano desaparecia. Se iba a Huesca a vivir con su flamante marido español. Así llegué al Distrito Federal para iniciar esa aventura llamada el Centro Mexicano de Escritores.
Un año después, terminada la beca, ese 18 de febrero llegué con nerviosismo al café internet y le escribí a Hernán Quijano. Me había hecho una entrevista para laborar en IBM. Le escribí qué había pasado, si había sido aceptado o qué. Me contestó a los cinco minutos. Me temblaban las manos. De la respuesta de Hernán estaba que me quedara en el D.F. por tiempo indefinido o que volviera maletas en mano a Monterrey en cuanto el centro mexicano me diera mi último cheque. Pensaba, no estaría tan mal esa opción tampoco. Así que abrí el correo. Hernán me decía que me presentara a trabajar el martes siguiente en Santander y me dio su teléfono. Háblame, me dijo, estoy en la casa. Así que salí del internet y le hablé. Me dijo, a las cuatro, por la bolsa mexicana de valores, en la palmera, un camino que conocería muy bien.
El siguiente 18 de febrero me sorprendió trabajando en Santander. A la hora de la comida me fui al Museo de Arte Moderno en Chapultepec y vi mis cuadros favoritos. Yo estaba ya en fiesta. Luego, ese mismo día me hice de una lap y por la noche fui con Mónica a cenar al Daikokú (un lugar que la excelente Liliana Menéses descubrió para mi). El final de la noche no fue tan padre como hubiera querido pero significó muchas cosas, claro.
Así hemos llegado al 18 de febrero otra vez. Si miró hacia atrás (nunca es bueno mirar mucho hacia atrás) miro que la vida en el Distrito Federal ha sido buena laboral, sentimental, y proyeccionalmente buena. Y este año se presenta con una tranquilidad inusitada y con mucho trabajo. Ya no estoy en IBM-Santander Serfin sino el ILCE. Ya no soy becario del centro mexicano pero ahora estoy en el FONCA. De una señora y su nieta quienes me recibieron en su casa como amigo ahora hay bastantes, Liliana, Alfredo, Martín, los Camarillo Palafox, los becarios de ese centro, la gente aquí en el ILCE. El libro también está por salir. Así que mañana simplemente no sé qué haré, si saldré a reventarme, si no lo haré. Pero será 18 de febrero entonces y un buen pretexto para mandar un mail a los amigos regios que vivieron conmigo esa partida con sus fiestas de despedida, la cantineada por Monterrey con Gerson, César, Rilva. las cenas que Daniel de la Fuente me hizo en su casa con Felipe y Toscana ahí, la despedida en casa. Al final es todo un buen pretexto para seguir disfrutando de esto hasta que termine.

Tuesday, February 15, 2005

Los rostros de la ciudad

La ciudad. Siempre la ciudad. Aragón es una forma de calles amplias, de trolebuses que pasan cada diez minutos, de un puesto de perióodicos donde nunca compré nada. Aragón es también esa vieja tradición de ir a correr cinco kilómetros diarios al deportivo que colindaba con un tiradero de coches y después cruzar por un puento amarillo el circuito interior mientras abajo discurre ese tren naranja del metro saliendo de la estación de Aragón rumbo a Oceanía. Aragón es también ese recuerdo de subir por el cerro del Peñón y salir al valle del aeropuerto y recordar esas frases de Bandeira que escribí en el cemento fresco de la casa: "Todos las mañanas el aeropuerto de enfrente me da lecciones para partir".
Aragón es también esa sensación de volver a casa a las dos de la tarde después de leer cuatro horas en el café del Vips aeropuerto y es también ese café internet de sillas pequeñas y mesas sin mucho espacio donde bailoteaban nerviosos los monitores de las computadoras y desde las que me enlazaba con ese Monterrey lejano y sorprendidamente añorado.
Ayer fui a Aragón y recorrí esas calles y volví a ver a la señora Alma cuando abrió las puertas de su casa aquella mañana del 18 de febrero cuando llegué para iniciar ese año como becario del Centro Mexicano de Escritores. Ella estába ahí con Minerva, su nieta, en los brazos. En el patio Sansón, un perro holzebaden meneaba la cola y al fondo, a un lado de una fuente estaba el que sería mi cuarto.
Y ahora, este viernes se cumplen ya cuatro años que llegué. Un nuevo inicio. Mis años en el d.f. se marcan por esa fecha. Son como mis años nuevos y fue bueno ir otra vez y recordar que desde el puente de Circuito interior se ven las torres azules y blancas de una iglesia a la que siempre quise ir y nunca fui, y por Circuito, pasando el techo de la estación Aragón se ven algunos edificios de Tlatelolco y más a un lado la Torre latinoamericana con su puntiaguda asta. Viernes cuatro años... es increíble.

Tuesday, February 08, 2005

Colonia Victoria

Siempre pasa la vida tan rápido, me digo. Y veo mis manos igual de blancas que siempre pero ya con algunas arrugas cuarteándolas. Dicen que en Monterrey llueve y no sé porqué recuerdo esas mañanas lluviosas cuando había que salir a vender el periódico. Mi abuelo estacionaba el valiant viejo y con el piso carcomido y se trepaba a la bicicleta a repartir las entregas. A veces lo esperaba medio dormido en el coche escuchando las canciones de los Beatles pero cuando fui creciendo me mandaba a realizar las entregas en las calles cercanas. Y ahí estaba ese gran parque de la colonia Victoria: un parque inmenso que un verano mi tío Roberto fue a cortarle el césped y a cobrarle a la junta vecinal. Se fue con sus tijeras y no sé cuánto instrumento más y se dispuso a cortarlo todo. Ahi en ese parque también me tiraba a dormir en las bancas cuando el tiempo lo permitía y amontonaba los periódicos como almohada antes de ir a repartirlos. Olía a hierba fresca entonces y en el campo de futbol estaban las porterias blancas y oxidadas en las bases. Cómo crecía la hierba entonces. Siempre más alta y más esponjosa donde los perros se perdían a veces. Y la Colonia Victoria era bonita con sus casas residenciales, tapiada hacia el poniente por una calle de bodegas y parques de trailers y por el otro lado por la avenida Tauro al oriente y finalemente por la avenida ruiz Cortinez al sur y por el río de la Talaverna al norte. Ahí pasé buenas madrugadas y no entiendo de dónde me vienen estas palabras porque la colonia permanece ahí y no he pisado sus calles por más de siete años.

Monday, February 07, 2005

Dice mi horóscopo hoy

"Amor a primera vista, no especules con la posibilidad de una pronta boda. Estás gastando más de lo conveniente, en tu afán por lucirte en ciertas reuniones sociales.Palabra del día: Gastos"

No estoy de acuerdo. Insisto. Es una falacia todo esto. A primera vista veo una oficina donde todos trabajan, a primera vista veo a Alx platicando con una desconocida y a otros dos desconocidos reirse paulatinamente y al fondo el pelo rizado de Isabel porque ha inclinado la cabeza para escribir.
Sobre mis gastos más allá de lo conveniente ya lo sabía pero eran deudas. A menos que gastar 40 pesos en una reúnión de Super Bowl sea un gasto más allá de lo conveniente.

También dice que soy signo de aire, claro, será por el asma y mi signo común, Sagitario (sí, por las flechas ardidas) Mi planeta es Mercurio y me cae que ni en la noche y con telescopio puedo encontrarlo. Mi piedra es el Topacio. No creo que se parezca a un buen riscazo. Mi enfermedad, las respiratorias. (y no olviden las piernas que me duelen por subir ocho pisos de escaleras). Londres y Versalles son mis ciudades y Estados Unidos y Bélgica mis países (y yo que quiero conocer Guatemala). Soy versatil también (díganle eso a mis compañeros de beca del FONCA que terminaron diciendo que siempre escribo igual) Ah, también soy inconsiste (claro) y me gustaria escribir una columna de chismes (que no es un blog más que una gran columnota de chismes).

En todo se equivoca. Hoy sólo está la bruma que se convierte en smog y que ya no deja ver los volcanes.

Wednesday, February 02, 2005

Candelaria

No tuve el gusto de conocer a tan divina dama. Durante mucho tiempo fue, sin embargo, tan sólo un nombre más, y el homónimo de una película del Indio Fernández que no he visto. Pero hoy es día de la Candelaria. Hoy se paga, dicen, para que tengas buena suerte todo el año. A mí no me tocó el muñeco en la rosca el pasado seis así que no sé cómo vislumbrar los meses que faltan.
La consigna es, simplemente: comer tamales. Los tamales defeños no son mucho de mi agrado. El hecho que lo comprueba es que en casi tres años no he comido más que unos cinco tamales en la calle. Los oaxaqueños son otro boleto pero los tradicionales tamales defeños me parecen sólo llenadores. No concibo un tamal sin carne como un taco sin guiso. Recuerdo los tamales de Monterrey, delgaditos y alargados pero bien nutriditos de carne y con salsa rica para bañarlos. Aquí no hay ese tipo de salsa y ningún tipo de salsa para acompañarlos. Claro, te tragas el atole que siempre es rico, caliente y nutritivo pero nada de salsa.
De tamales, ningunos saben tan rico como los recalentados en navidad. La hoja del elote se pega a la masa y esa combinación de sabores es fabulosa. Luego te metes a la cama, acercas el café y a ver películas donde la gente abre regalos y es feliz. Otro que me gustaría probar y compartir es el zacahuil que hacen en la Huasteca potosina. Es un tamal que mide como medio metro y está barrigón como una ternera listo para ser diseccionada. El sabor, me dicen, es de otro mundo con tanto jugo y grasita de la carne con la salsa de relleno. El tamal casi tiembla cuando lo cortas.
Los mayas tienen un tamal con el cual honran a sus muertos, el nombre no lo recuerdo bien, pero debe de ser Mucbilpollo. Es de pollo. El tamal honra el espíritu de los difuntos y está prohibido comer de él mientras ellos rondan la vida terrena antes de volver al inframundo. Oh, otro tamal rico debe de ser los Guemes que se preparan en Baja California. Los Guemes están rellenos de atún o mariscos.
José Iturriaga nos cuenta de otros tipos de tamales en su libro de cocina mexicana
"Otro rico es el campechano que se rellena con una salsa a base de chile guajillo, axiote, jitomate, ajo, cebolla, pimienta, clavo, comino, orégano y vinagre. La salsa se revuelve con carne de cerdo desmenuzada y se fríe con manteca. El tamal se rellena con este guiso, al que se le agregan también aceitunas, alcaparras, pasas, chiledulce y almendras, todo ello picado. Se hace una especie de tortilla de masa sobre la hoja de plátano, se le pone en medio la carne con la salsa y se doblan las orillas para que el tamal quede cuadrado.
En los Altos chiapanecos hacen el tamal de bola, llamado así por su forma, que va envuelto en hojas de mazorca y relleno de costillas de puerco —con todo y hueso— guisadas con mole rojo. Dentro del género —no muy usual— de los tamales a base de mariscos, deben resaltarse los tamales barbones, de camarón en hoja de mazorca, llamados así en alusión a las barbas del crustáceo que, al no estar pelado, sobresalen entre los pliegues del envoltorio; la masa va rellena con chícharos y rajas. Los hacen en el sur de Sinaloa. "
Pero tamales. El universo se compone de sabor al probarlos. Las corundas y los huchepos en de Morelia son deliciosos. Este fin los volví a probar. Una vez, en Tepoztlan probé unos de flor de colorin. Simplemente deliciosos. Me gustaría viajar entonces y ver los tamales de esta tierra pero no, ya son casi las 10 y los tamales de la biblioteca digital esperan a ser devorados, engullidos (dice Felipe Garrido que esa palabra me gusta mucho). Yo espero, como siempre, cualquier tipo de redención.

Tuesday, February 01, 2005

Crónica de Morelia

Fin de semana en la colonial ciudad. Desde el D.F. se anticipaba un buen viaje. Los compañeros de beca: todos bien. Habadero Espartaco lúcido, inteligente, acertivo. Ernesto buen compañero de viaje y con buenas puntadas. Carlos Velázquez, un buen sujeto. Si en el futuro Carlos domina su lenguaje y esas cosas, caray, una voz original, en realidad. Liliana, como una amistad de mucho tiempo y Julieta creo será una buena amiga. Su forma de ver las cosas, crítica y con cierta ironía es estupenda. El tutor, Croswhite, muy bueno. Creo que no pudimos tener un mejor tutor que él.
Las fiestas y las borracheras, las comidas en el hotel, ir de un lado a otro de esa Morelia nocturna, celosa, amplia se queda sólo en mis recuerdos. Es bueno conocer gente buena, gente que intenta hacer lo que todos: escribir sin importar si nos leen o no nos leen. Encontrar gente como ellos siempre es un buen augurio.