Friday, April 29, 2005

Fotos con letras

Las fotos en My pictures son un trozo de las vidas que me rodean y por lo mismo, las vidas que vivo. Esas fotografías me las han ido mandando de a poco y yo las sigo guardando con gusto y cuando me aburro me gusta abrir esa carpeta y pasarlas poco a poco como si volviera a recordar cuando las protagonicé o cuando me las enviaron. Sin orden de importancia, sino más bien por cómo van saliendo. Estas son las primeras 10 que aparecen:

Marcelo es el hijo de Socorro y Efraín. Está vestido con un ropón blanco y acostado sobre una colcha azul con vivos verdes. Marcelo sonríe, muestra la lengua rosada y algo hay en su mirada que invita a quedarse en esa felicidad de los cuatro meses. Cuando finalmente lo conocí un domingo en aquella Cuernavaca calurosa, vi que la foto no había sido justa: Marcelo en carne y hueso es más feliz o al menos, menos acalarado.
Están ahora Mónica, Néstor, Rafael y yo afuera de la Casa de la Cultura de Monterrey. Mónica viste de blanco y jeans, Néstor una camisa de rayas cruzadas, Rafale de gris y con corbata aún más gris y yo de gris y en las manos le quito la banda al libro de Minerva Reynosa. Esa noche había volado del D.F. a presentar “Una infanta necia”.
Ahora aparecen Nancy y su sobrina recostadas en un sofá-cama. La niña anda de rosa y Nancy de azul. Al fono hay una mesa con patas gruesas de madera. Nancy mira hacia la cámara con cierta felicidad mientras su sobrina saca el estómago.
Ahora aparece Sofía, la hija de César Gándara. Sofía es de esos hijos de amigos que, al igual que Marcelo, causan una alegría por su llegada. Sofía está envuelta en una chamarra negra con felpa blanca y mira hacia la cámara con sus ojos algo rasgados.
Fiesta en casa de Rodrigo. Alex, Aude, Rodrigo, Isabel y yo bailamos la macarena y movemos los brazos. En la mesa de centro hay botellas de cerveza y vasos de plástico.
Ahora otra Isabel, Isabel Ortega Ridaura me entrega un jugoso cheque, parte del premio Nuevo león de literatura. Yo visto de negro y al fondo se ve el cuadro abstracto que está en la sala de juntas del conarte.
Mónica Morales Leal está en las ruinas el Chichen itza. Es delgada y pequeña. Lleva al hombro una mochila y viste con playera sin mangas y shorts. Ese fue un buen viaje. Imagino.
Esta foto es de Cordelia cuando se fue a festejar a un Antonio’s Le club. Va de blanco, su liso y rojizo cabello le cae por los hombros y al fondo un travestí canta. Cordelia sonríe y mucha luz le cae al rostro.
Janell y Lila. Lila mira fijamente a la cámara y Janell, al fondo, recostada en la cama, inclina la cabeza en su hombro. Al fondo hay una mampara amarilla.
Una foto de Fabian Cavazos sobre una carretera que da al vuelta. Al fondo se ven los cerros del norte. Es una buena foto.

Thursday, April 28, 2005

El equilibrio de los platos

Entonces, así es la cosa, dice Rodrigo. Si, afirma Antonio. Estamos en un juego. Ese juego, tú sabes, ese malabarismo donde intentas que los platos giren y no se caigan de un palillo. Claro, lo he visto, dice Rodrigo. Siempre se terminan cayendo los platos pero nunca se sabe hasta qué punto. Asi estamos. Tú, ahí, esperando que ella llegue, yo, acá, esperando que ella consiga trabajo. Dos ciudades distintas pero dos visiones. Y a nuestro lado entonces qué. A nuestro lado todos seguimos haciendo malabares sin saber con qué plato quedarnos finalmente. Ok. Lo creo, dice Rodrigo. Entonces somos malabaristas. Si, la vida nos está jugando ahorita esa pasada.

Tuesday, April 26, 2005

Cambio de vías

Hablo con una amiga sobre los cambios de vida. Hablo con ella sobre el hecho de que a veces das vuelta a la derecha o a la izquierda sin saber si el camino al que te diriges tiene retorno. Somos como coches en el tráfico, con señalizaciones que nos dirigen, nos delimitan. A veces uno se detiene en la acera mientras toma aire y ve por el parabrisas los que vienen y luego con la mirada al frente todos los que van para allá. En el tráfico hay accidentes y coches de diferentes marcas, personalizados, con parabrisas raídos o defensas chuecas. Es una fácil metáfora esta de la vida. Pero a veces pienso que de estos años se puede sacar una buena historia para intentar decir que la juventud vive un mundo convulso y que las responsabilidades que nos caen, el lugar donde nos detenemos o donde pasamos de largo marca definitivamente nuestras vidas. Pienso a veces dónde me quedaré, dónde finalmente me quedaré, en qué casa con cochera guardaré mi andar de un lado a otro. Debe de existir una forma de contar esta vida. Un hombre y una mujer trabajan en la misma oficina. Él le manda flores a ella. El mensaje en el arreglo es sencillo: "¿Que porqué las flores? Sólo para desearte un buen día". Las palabras en sí no dice nada pero cuando la chica recibe el arreglo y va a agradecerle el hombre no le permite la entrada a su cubículo. Ella espera afuera por unos minutos y ante el encierro que emerge de los nervios y la nefastez del otro decide irse. Historia acabada. Una mujer se va de su ciudad a otra. Lleva consigo un conejo. El conejo muere en la otra ciudad y la mujer dice: "siempre que se te muere alguien dejas de pertenecer a un lugar". Es cierto. Otra mujer se va de su país a estudiar al extranjero. Una mañana su hermana le dice por mail: "Mi hija preguntó que si tú existías". Otra historia más clara sobre cambios es esta. Un hombre y una mujer se encuentran después de mucho tiempo. Viven en ciudades distintas. El amor los flecha. Algo de estar juntos les parece irretible. Se anudan como sólo el amor lo puede hacer. Pero ella vive lejos. En otra ciudad. Lo piensan. Ella decide ir con él. Lo cambia todo. Es como un renacer y ambas vidas se sorprende así mismas permitiendose ser después un largo estero de soledad.
Contrario, Un hombre ecuánime recibe la visita de una mujer. Una revolución de sentidos ocurre. Ella se queda ahí pero ama a otro. Luego vuelve a su ciudad y la encuanimidad ha desaparecido. La rehace poco a poco. Pero el hombre sabe que ser ecuánime es tambien, ser sin vida. Le dice que regrese. Él va. se encuentran pero al final ella ve su casa, su vida y su hijo. Decide quedarse. Decide abrazar lo que ya tenía.
¿A dónde vamos? No lo sé. Una pareja se casa, tiene una hija. Por cuestiones religiosas sufren ya que pertenecen a distintas religiones. El algún momento él siempre piensa que la cuestión de Dios lo alienta pero intuyo lo ve lejos en su vida, no lo ve completamente en su vida. ¿Estás aquí? se pregunta todas las noches. Otra mujer busca siempre marido y no lo encuentra en discotecas pero lo busca desesperadamente. Finalmente una mujer deja a su novio. Cuando regresa a su casa mucho tiempo después descubre que la casa es ahora una discoteca y va descubriendo poco a poco que donde antes había una sala ahora hay cinco mesas altas y espacio para bailar. Una niña le dice a otra: Muestrame tu cuerpo. Se lo dice muchas veces hasta que la otra niña accede. A veces me pregunto de dónde vienen los descubrimientos, que mano, que mirada, que suspiro nos van a lanzar en un tobogan de sorpresas como quien encuentra una calle que nunca antes ha transitado y reconoce con curiosidad las puertas y ventanas clausuradas o no, el fresco que mece los patios. ¿Dónde están esas tierras nuevas que emergen de nuestra juventud con tantos caminos abiertos? Como en aquella película de Almodovar donde la sirvienta de un doctor se pincha el dedo por accidente. Mana sangre y el doctor lo único que puede hacer es ir y lamer la sangre para después desnudarse ambos y ser sorprendidos por la esposa. Así, de un acto violento tal vez pensado es que inician las historias. Lo bueno de ellas es que las puedes ir corrigiendo. Lo malo de la vida es que es un instructivo celoso que te cobra cualquier omisión al momento de armar el modelo.

Monday, April 18, 2005

Breves, breves, breves

Fin de semana de fiestas. ¿A dónde voy a llegar de salud en salud y de baile en baila?

  • Elena Grada baila muy bien el ska y el surfer. Pero más que verla bailar bien el ska y el surfer, más que verla mientras hace girar las rodillas y sus tobillos, que mueve la cadera, que acompasa los hombros y más, es más diáfano verla sonreír mientras baila. Sucede que la sonrisa de Elena es de esas oportunidades que son irrepetibles.
  • Doce de la noche en la esquina de la Torre Latinoamericana. Viernes. ¿Qué hacen tantos norteños juntos ahí a un lado del puesto de churros? Simplemente pasarla bien. El eje central a esa hora se encontraba atascado. El tráfico de medianoche en el D.F. puede ser peor que el tráfico del mediodía.
  • El centro histórico, limpio, mucha gente caminaba del Zócalo hacia la periferia del centro después del concierto de Santana.
  • Fuzz on es un antro raro. Entras por un pasillo rojo, en semipenumbra y profundo. Subes unas escaleras y entras al bodegón: no hay sillas, las paredes son rojas, hay esqueletos de plástico colgando y muros de tela negra. En la barra hay fotos de Ninel Conde y el escenario tiene las paredes decoradas con imitación de piel de cebra.
  • Casa, sábado, cinco de la tarde. Yuri y Nancy llegan con tacos sudados. Brenda está feliz por su fiesta. Terminamos a las tres de la mañana después de bailar salsa, merengue y norteño y contar fantasías y deseos.
  • Que el primer baile de bienvenida sea con el Rey, dice Brenda y yo me pongo de pie, espero la música norteña y aferro bien mi mano en la cintura de Brenda y con la otra en alto empezamos a bailar medio quebrándonos, mucho riéndonos. Su primer baile de regreso a la soltería. Caray.
  • El Místico dio una gran, gran lucha el viernes. ¿Qué diablos de vuelo fue ese donde rindió a Memphisto?
  • La sorpresa de la noche: el momento cuando Halloween y Blue Demon Junior derrotaron al Negro Casas con tremendo tinajazo que simplemente lo sacó de combate.
  • Vean el vuelo del Fénix. Película hollywudense.
  • Un café de chinos puede ser también una buena forma de morir.

Tuesday, April 12, 2005

El baile en el Pedro Infante

Llegamos Rodrigo, Efraín y yo al Karaoke Pedro Infante donde nos esperaban Jaime y Bárbara. El Pedro Infante es apenas un cuartillo de no más de ocho metro cuadrados. Tiene mesas circulares y altas y sillas con patas delgadas de araña. En tres de las paredes y en una columna que da al miniescenario hay televisores donde se pasan videos y la letra de las canciones. La barra está al fondo donde la dueña estira los dedos y toca los billetes casi rozándolos como si le dieran asco.
Estábamos en el Pedro Infante para festejar el cumpleaños de Vanessa, la colombiana y ella estaba rodeada por sus cinco o seis amigas colombianas: unas mujerzotas de tez morenada, dichosos senos y no menos provocadoras cinturas y nalgas. Un buen grupo de solteros estaba ahí al acecho y las colombianas los dejaban acercarse, bailaban con ellos un rato y después los tiraban con su indiferencia a las otras mesas. A mí, mujeres como ellas simplemente aburren mi líbido y me senté con Jaime y Bárbara a escuchar la música y platicar.
Tiramos en el transcurso de la noche como cuatro cervezas, bailamos casi cuatro horas entre "te quiero tanto tanto tanto tanto tanto, cada día un poco más, ahahaha" y "Do you beleive after the love" además de "Y por esa calle vive la que a mi me abandonoóóóó... su mamá tuvo la culpa pues ella la desanimó." Bailamos de reversa y saltamos con Maradon, maradon y bailé quebradita con Bárbara y en un momento de la noche hasta gritamos: "pipipiriripi" con la música norteña para después escuchar a un tipo que aulló, gargariento y afónico la canción de: "Yolanda, yolanda eternamente yolanda" de Milanés.
Las colombianas seguían bailando y seduciendo como hembras con hambre de hombre y con la frente en alto y el roster de acosadores que era desechado de inmediato. Había otra chica que al ser llevada en el baile simplemente ponía los ojos en trance y se repegaba más a su pareja. Su sonrisa era pegajosa, una de esas que se te quedan prendadas en el recuerdo pero que son imposibles de describir. Allá andaba por otro lado Jaime con una chica de rosa y por otra parte Efraín y Rodrigo saltaban en tan reducido espacio al ritmo de la música y con las cervezas en la mano. De cuando en cuando Vanessa llegaba con nosotros, bailaba endemoniadamente bien y se iba. Para mí esto es natural, me dijo. Yo casi no me despegué de Bárbara pero más que nada todos bailamos en grupo, felices por estar en la ciudad de México un día cualquiera de abril del 2005. Pensábamos en nuestras personas allá en el norte, ya sea en ranchos detrás de cerros o en cuidades asediadas antaño por los apaches y más cantábamos y más bailábamos. En un momento de la noche Ro me enseñó un mensaje que Xo le acababa de enviar al cel: salúdame a Toño y al maestro.
Así, con esos saludos en el ánimo, Efraín, Rodrigo y Jaime subieron al escenario mucho rato después. La luz amarilleaba en sus rostros cuando sostuvieron los micrófonos y comenzaron a cantar Revolution de The Beatles. Yo seguía en la mesa mirándolos cantar, saltando de gusto y buscando a Bárbara quien iba a tomarles unas fotos con la vieja y cuidada cámara Pólaroid. Entonces dije otra vez salud por que eran las tres de la mañana y la cama estaba lejos y vacía en casa y me encontraba rodeado por buenos amigos. Debiste cantar, me dijo Rodrigo cuando llegó. Sí.
Cuando salimos, exhaustos, con sueño, nos perdimos: Efraín y Rodrigo desaparecieron en la noche defeña y Jaime, Bárbara y yo nos fuimos a pedir unos tacos a El Gallito. Cuando llegó el mesero se me quedó viendo. Iba todo despeinado, la cara brillosa por el sudor y mis lentes negros un tanto desajustados:
-¿Qué va a pedir? -me preguntó.
Yo ni miré la carta.
-Deme uno de costilla. -le dije.

Friday, April 08, 2005

Semana de happy tree friends

Estoy en un café internet hoy 8 de abril del 2005. Si buscara una metáfora adecuada para esta semana que acaba de pasar diría que esta semana es como lo siguiente: Un grupo de niños de cinco y ocho años, a lo mucho, que ven en los monitores de este café internet los interminables capítulos de la serie animada Happy tree friends.
La serie, que tal vez muchos conocen o no han podido ver trata sobre tiernos animalitos del bosque: conejitos, puercoespines, armadillos, osos hormigueros, castores, mapaches y un alce que en cada capítulo de menos de tres minutos son golpeados, cortados, cercenados, mutilados, defenestrados, quemados, descuartizados, mutilados y en el menor de los casos decapitados por hachas, árboles, material explosivo, pinzas, tijeras o camiones.
Un capítulo al azar es una forma excelente de definir esta semana histórica. Un castor le construye su casita en el árbol a una zorrillita feliz. Cuando la casa se termina la zorrillita abraza al castor y este pone cara de satisfacción. La zorrillita sube a su casa y entonces la casa explota y se cae a los pies del castor. La zorrillita sufre. El castor va a un toma de agua pero la encuentra cerrada. Entonces, ve una tina y se la vacía. La zorrillita se prende más porque la tina tenía material flamable. Asustado, entonces, el castor decide utilizar otro medio para apagar el fuego y comienza a patear a la zorrillita hasta que la misma sangre de su amiga termina por apagar las llamas. Negra, sin carne, apenas huesos requemados, la zorrillita levanta su pulgar.
Esta semana nos quemaron, nos mutilaron y más y la gran mayoría permanecimos o permanecieron como estos niños que no se cansan de ver cómo se mutilan conejitos y alces. Semana crucial, creo, en el registro de la historia mundial y local fueron primero la muerte de Juan Pablo II en El Vaticano, después la muerte del príncipe Rainero en en Mónaco, luego la cancelación de la boda del príncipe Carlos y Camila Parker y finalmente, tal vez porque nos llega más cercano, porque no pega más de lleno, el desafuero a López Obrador.
Y ante todo ello permanecimos como los niños de cinco a ocho años como máximo que ven cómo se mutilan los animales. ¿Cómo crecerán estos niños con esta violencia? ¿Cómo les entregaremos cuentas de este mundo donde los mayores? (nunca creí utilizar la palabra mayores cuando me refiriera a mi).
Me atrevería a decir que esta semana marcó el cambio en la suerte de muchos seres de este planeta. Ya sea desde las noticias locales como la muerte de Rainero, la boda cancelada o el desafuero de Obrador hasta la noticia mundial de la muerte de Karol Wojtyla, esta semana ha sido tocada por el destino para cambiarlo y reformularlo todo. A pesar de la madurez del mundo, a pesar de la vejez de la tierra y de la historia humana, creo, nunca dejaremos de ser niños en esta tierra. Niños azorados pero cada vez más acostumbrados e indiferentes a la violencia. A mi aún me producen ciertos ascos y rechazo la caricatura de Happy tree friends pero hay momentos en los que me sorprendo con una sonrisa clavada en las mandíbulas ante los chorros de sangre que se coagula maravillosamente roja.
Semana roja, pienso también. Hoy es 8 de abril de 2005. Mañana inicia entonces otro conteo. ¿Qué tan bien o qué tan mal saldremos librados?

Tuesday, April 05, 2005

El Bar Paola

Cierro los ojos para ver. Laura y Brenda miran sorprendidas todos los detalles de la Arena México. Atrás Jaime, Efraín, Rodrigo, Xóchitl y yo avanzamos en grupo. Sorprende de la Arena sus paredes de marmol negro, sorprenden los pasillos de cemento, el ir y venir de los vendendores de cervezas, palomitas, pizzas y semillas y esa mirada al ring iluminado donde ya gladian los luchadores. Y verlos es una sorpresa, verlos de reojo con sus máscaras rojas o negras que brillan como si de mil explosiones de color sucedieran una tras una, encadenada a cierto regocijo de lo intrépido nos produce una sensación de estar, como siempre, ante algo sorprendente.
Cierro los ojos y me veo otra vez ya sentados en nuestros lugares. Brenda grita: "Acábalo, Acábalo", mientras Xóchitl y Rodrigo nada más exclaman : ¡Uy! al ver cómo Zumbido cae de lo alto sobre la rodilla de Abismo. Y luego Abismo lo levanta como títere, lo lanza contra las cuerdas, lo regresa, le da un pasada por todo lo alto y lo deja caer como un costal sobre la lona. Entonces, como un rumor, como una ola que no se sabe de dónde viene, comenzamos a gritar: "Zum-bi-do", "Zum-bi-do", "Zum-bi-do" pero Zumbido no reacciona. Ahora lo sacan del ring, lo lanzan al pasillo donde va y se da de golpe en el rostro con el pasamanos. Hasta nosotros llega ese golpe seco y otra vez decimos todos: Uy. Eso debió de doler.
Cierro los ojos y ahora estamos ya afuera de la Arena México. El Bar Paola toca sus hechizos y apoyado por Xóchitl entramos al lugar. Adentro hay mucho hombre maduro y en las mesas pequeñas y redondas las ficheras hacen su agosto. Detrás de nosotros entra un grupo de aficionados aún con las máscaras puestas y se abalanza sobre unas mesas. Nosotros vamos al fondo, siempre al fondo donde ya casi no hay luz y una luz ambigua y amarillenta ilumina los baños. Entramos y una miríada de ojos nos alcanza. El grupo toca salsa y conforme nos acercamos a mesas ocupadas por ficheras: lonja caída, media oscura, pierna amplia, cabello engominado, minifalda que por poco deja ver calzones blancos, senos desparramados la mayoría más nos dan ganas de quedarnos toda la noche ahí. Las ficheras al vernos alzan en vuelo en un caos de sillas y bolsas negras y sudadas. Cuando nos sentamos las veo bien. Son muchas, serán más de veinte. La mirada seria y fija en la pista a veces nos cataloga de reojo. Luego empieza el dancing. Xóchitl y Efraín se van a la tarima a bailar. ¿Qué hacen puros norteños de Chihuahua y Nuevo León en un bar de ficheras en la ciudad de México? Sólo una cosa, divertirse. Laura dice que es sorprendente que en el d.f. cuando se acaba un canción todos desaparecen de la pista y se van a sentar mientras que los norteños siempre se quedan en pista aguardando la siguiente canción. Y sí, la pista está sola y Xóchitl y Efraín siguen ahí. Luego Brenda y yo nos vamos a bailar. El lugar está lleno. Apenas si nos movemos pero nos reímos. Piso a Efraín, se voltea. Luego la canción se termina y los cuatro norteños nos quedamos ahí y pedimos saludos y el vocalista del grupo empieza a decir, con la oscuridad en el bar, con las ficheras al fondo y los señores ebrios apoyados en brazos jóvenes y prietos: Saludos para la banda que viene de Monterrey y Chihuahua. Y es un griterío en nuestra mesa y nosotros, los cuatro, ahí, bien exhibicionista gritamos vivas y un "Arriba el Norte" que nos sale del alma, carajo, que nos sabe al desierto que amamos.
Cierro los ojos otra vez. Me acuerdo que Jaime gritó en la lucha: Gánale Blue demón y el que luchaba era Atlantis. Como nos reímos. El mismo Jaime ahora, en el Mamarumba, ha bailado ya con las cinco colombianas del grupo. Y es un gusto verle el ritmo en el rostro y el andar campante con la música. Vanessa mueve las piernas y los brazos como si de cables se tratara. Su felicidad es extendida y nos baña. Seguimos bailando, Laura nos mira, Brenda ríe de cuando en cuando, Rodrigo está serio pero la fiesta sigue y sigue. Así nos rolamos, nos intercambiamos. Mucha gente baila, el mojito sabe delicioso. Mañana hay un sancocho, parse, me dice Vanessa, delicioso para que vayas. Norteños y colombianas, norteñas y colombianos, ¿cómo es que se juntan en un bar del Distrito Federal?
Cierro otra vez los ojos y así, con los ojos cerrados, intento escribir esta crónica de una noche, como otra noche más, bien viva en el D.F.