Thursday, August 27, 2009

De una noche de invierno, hace años.


No soy muy fanático de mis fotos, tengo, de mi vida, no más de 30 imágenes en mi computadora. Sencillamente a veces no entiendo para qué tomarse una foto, para qué resguardar la imagen cuando es mil veces mejor guardar la imagen de la memeoria que puede ser, por lo demás, tactil, sonora y mil veces mejor. Será que mi habilidad para recordar está intacta y siempre termino asustando a mis amigos cuando, al hacer un recuerdo, termino esgrimiendo toda una escena. Pero hoy que buscaba una imagen me encontré con esta fotografía. Está tomada en un mediados de diciembre en Monterrey, en una comida con los chicos de la preparatoria a quienes sigo viendo al menos una vez al año. Esa noche, en el camión, un hombre y un niño venían cantando corridos de José Alfredo y un borracho que venía sentado delante mío le pagaba a diez pesos la canción. El borracho cantaba y el niño, supongo, hijo del cantante, miraba con curiosidad a su padre, con un cierto rasgo de temor en la mirada de que todo aquello terminara mal. El resto de los usuarios reían al oír la voz ronca y errada del viejo y la firme voz del cantante. El dinero se acabó y el borracho, era un anciano, ropa desgastada, de esas gorras beisboleras que tanto se usan e Monterrey, gorra manchada por el salitre, le pedía que cantara otra. El cantante no cedió y, no lo sé, compadeciéndome un poco del viejo, le extendí un billete de 20 pesos al cantante y le dije que ándele, que le tocara la canción al viejo y le cantó El Chubasco, qué bella canción. Cuando bajé del camión me encaminé hacia el restaurante de arracheras y les conté a mis amigos de la preparatoria la anécdota y entonces Diana, sí, Diana, la de la foto, nada más sonrió y yo recordé, vagamente, cuando Diana me pidió un poema en la preparatoria. Se me acercó y me preguntó si yo escribía poemas (acababa de leer en clase, por una tarea, lo primero que escribí en la vida). Le dije que sí aunque nunca antes había escrito nada y ni adolescente lector era. Dos días después le llevé el poema del que aún recuerdo los cursis versos. Toda esa noche en las arracheras, mientras mis amigos más viejos reían yo me acordaba del borracho que cantaba El Chubasco y de Diana preguntándome si escribía. Por eso guardo esta fotografía, de Diana y mía, cuando no era yo, cuando no tenía ni barba ni pelo largo ni varios kilos de más. Me recuerda que el mundo es en cierta medida de los borrachos y que ojalá encontráramos amigos que nos pidieran poemas más seguidos o pasajeros de camión que dijeran: ándele, cánte la canción que el viejo quiere.

Friday, August 07, 2009

Nuevamente volvimos a chocar. Primero fue un raspón a un coche estacionado. Luego, fue darnos con todo entre aquel árbol y aquel poste en Xochicalco. Más tarde, fue el taxi que se metió al carril sin vernos. Luego, el tiida que chuléabamos y al que terminamos dándole un lleguesito. Ahora, pues el clío, golpe esquinero, foco delantero escandalosamente destruido, nada más. Sin duda no seremos esos tipos a los que la aseguradora les da un bono por ser buen conductor. Lo bueno es que el carro aún anda.