Las cosas no eran mejor entonces, pero yo tenía mi cuartito con techo de lámina, mi pequeña sala, mi escritorio y mi computadora donde escribía, según yo, una novela importante, mis dos libreros con mis primeros doscientos libros, además de una televisión y una videocassetera, sí, videocassetera donde algunas noches vi Star Wars o El lado oscuro del corazón. Y las cosas no, no eran mejor entonces pero tenía intactos a mis vivos. No me faltaba nadie. Todo estaba en paz.
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