Wednesday, August 22, 2007

Días antes de la boda

uy miércoles prisas maletas acomodar vestidos de novia trajes para civil y la ceremonia limpiar la casa sacar la última tanda de la lavadora ver el arenero de las gatas acomodar el sillón pasar un trapo por la pantalla del televisor buscar el cargador del ipod y la videocámara ir a sears a sacar tarjetas ver el corte de pelo empezar a sacar cuentas de quienes van a faltar buscar pantalones cerrar las maletas ponerme a limpiar la casa cocer huevos llueve llueve llueve llueve que técnica de reiteración tan más gastado ver las noticias esperando que Dean no llegue morderme las uñas decidir si el saco café o el saco con tonos verde oscuros buscar otra vez mis pares de calcetines ¿qué camisa me pondré? llegar a las seis cuarenta a Santa Fe ¿dónde quedó la cámara? ¿las invitaciones? ¿ya metí los anillos a la maleta? ¿dónde quedó el vaucher de depósito de la casa donde será la fiesta? cocer huevos comerlos limpiar el refrigerador que la abuelita de O hará una comilona el día de la boda que mi mamá anda histérica para comprar una mesa de cristal para firmar el civil y tarde tarde nos dimos cuenta que los viernes se pone un mercado afuera de la casa divertido los declaro marido y mujer y afuera ¡compren el kilo de tomates! ¡Llévese tres hamburguesas por veinte pesos! pero ya dijo el buen Felipe risas es lo que ya tienen y mientras buscar calcetines y ver a las gatas y sonarme las narices y pasar abúlico varios canales de televisión e intentar una última jugada de Age of Empires y pensar en los amigos del D.F. que no podrán ir y levantar las maletas y buscar las invitaciones otra vez y todo otra vez y todo otra vez porque la trnaquilidad aunque exista no está permitida y vigilar la maleta donde está el vestido cauda y velo y ¿dónde me voy a comprar ese ramito de flores que el novio debe de llevar en la solapa del traje? y caray, no podremos llevarnos las velas y los vasitos de vidrio y ver si el sonido está bien y el pastel y comprar salchichas para la fuente de queso, porque el chocolate blanco ya está ok oquei ocas y ¿qué dirán en la casa? y sacar la licencia para el carro y levantar la basura limpiar el arenero sacar la última tanda de ropa de la secadora enrrollar el cable de la plancha bañarme apagar el boiler salir tomar un taxi uy miércoles prisas acomodar maletas vestidos de novia para iglesia y civil y todo que vuelve a empezar otra vez.

Sunday, August 19, 2007

Despedida

Al final, en el Red fly, nos birlaron 1300 pesos, pero la fiesta salió bien. Me dice O que no piense en los que faltaron, pero a veces es difícil no pensar en los vacíos del corazón. Yo pienso en esas faltas y esas personas y me digo: algo me faltó, no he sido buen amigo. Imagino que así se llena los albumes familiares, un 80 por ciento con la gente que está dentro, un 20 porciento en el recuerdo de otras gentes.
Pero, la despedida, fue estupenda. Parra habló, Claudia bailó, César y Rodrigo tambien dijeron discursos: "ese intelectual irredento de las taquerías". O regaló paletitas de corazones a las chicas, yo iba de bandera en bandera. En algún momento de la noche aleccioné al guerco sobre las cosas buenas y las malas de la vida, pero es que el chamaco me cayó bien. Heidi se aventó el chiste de la noche, Katia nunca se separó de una esquina, Lilia bailó norteñas, Sarabia iba y venía, Paty y Maty estaban muy bien sentaditas en una mesa, lo mismo que Geney y Nadia y más tarde llegó Nadia Baram y Pedro, los dos de negro, muy apuestos, elegantes vaya.
Mariana llegó con un amigo francés y le dijo después, que pensaba con la frase despedida de soltero, una noche salvaje, tragos, mujeres, etcétera, pero le gustó, en lugar de eso, encontrar a una grupo de gente que se estima en el D.F. reunidos para ver cómo otros se casan, con buenos deseos y discursos de alegría por parte de los amigos.
Los pesimistas dirán: cuando te divorcies a ver cómo lees este post.
Ah... sí, el pesimismo siempre tiene formas de salir.

Qué más.

Un fin de semana antes de casarme, siempre recordaré que el viernes fui con Iván, Mar, Caro y Alex a ver la lucha libre. Me acordé de mi tía Martha. Luego, el sábado por la noche, después del cine y mientras O trabajaba, me puse a limpiar la casa. Afanado con jergas y pino para la alfombra, pensé poco en la boda y más en el olor del pino. Y todavía el viernes por la tarde estaba preocupado por el destino de mi novela de los muertos.
Hace mucho tiempo buscaba cosas que me definieran. Veía en el dolor y la felicidad de los otros, una marca, algo dónde reconocerme, en el dolor y la alegría. Otras familias me agradaban, otros amores también, otros dolores adoptaba. Luego llegaron los propios, los familiares.
Y estoy ahora aquí, en esta casa mientras escucho el ruido de la secadora y Nadja duerme tirada junto a un baúl y ahora se acaba de desperezar un poco y se recarga contra una lado del mueble y se queda viendo la orilla del sillón. Y yo escribo: aunque intente dejar de hacerlo, no podré dejar esto.
Ayer me probé mis dos trajes para la boda civil y la religiosa. Me pronto me ganó la curiosidad de ver cómo me veré, (gesto puro de egocentrismo). O estaba contenta cada que aparecía frente a ella, midiendome un traje, luego el otro, comparando las corbatas. Me sentía de distintas maneras con juguete nuevo.
Con esto del matrimonio, además, he oído todas las malas y buenas vibras del mundo. ¿Qué puedo hacer ante el escepticismo generalizado y el optimismo sin solidez? Sólo lanzarme como lo hacemos todos: ciegos, mudos, pero hacerlo, qué mas, confiando y tambien, amando.

Friday, August 17, 2007

Me apliqué, por primera vez en mi vida, un producto para evitar la caída de pelo. Olía muy fuerte y en la frialdad de la regadera sólo pude sentir cómo pasan los años, como en realidad no hacemos nada con nuestro tiempo. ¿O sí?

Friday, August 10, 2007

Me puse a cortar papel. Al cabo de una media hora, me dolían los nudillos y los dedos a causa de las orejas de las tijeras. Me acordé de mi padre, cuando decía que ya no podía cortar más ni un metro de tela. Y me mostraba las manos enrojecidas, los callos reblandecidos y rojos a causa del esfuerzo. Por momento me sentí terriblemente feliz al intuir que mis callos no estarían en la piel ni en mis nudillos como con mi padre.
Pero después me invadió el temor: ya encontraría la vida otras formas de ablandarme.