La lluvia me sigue. Desde Cancún, lugar al que llego, traigo la lluvia conmigo. Salgo de presentar mi libro y ya están afuera esperándome las gotas limpias y caribeñas. Camino a Tulum el agua anegó la carretera, pero a la hora de la lectura me permitió una ventana de paz nublada. Al salir, ya estaba de nuevo el agua siguiendome la espalda y yo dejando que me alcanzara. Hoy, en las espléndidas ruinas de Cobá, sólo por un instante estuve libre de agua. Anduve en bicicleta por el scabé dorado y me detuve a ver las construcciones para el juego de pelota y más tarde subí a la portentosa pirámide principal de Cobá y miré las selva, las colinas verdes que se extendían a todas direcciones y lejos, sí, muy lejos, miré unas nubes negras que no tardarían en alcanzarme. Camino a Carrillo Puerto nuevamente llovió y el agua fue tan terca que incluso dentro del autobús, mientras miraba la película de Zahara (ese desierto mordisqueable), algunas gotas se coloran hasta mi asiento y bañaron mi mochila y en el rostro. Para venir a este internet, también llovió. Hoy presentaré mi libro de nuevo con un chipi chipi incesante. En el norte, la lluvia es de buena suerte: creo que la tendré.
Los 30 años
He pasado mis días previos y posteriores a los mi 30 aniversario viendo gente nueva, reconociendo lugares: Oaxaca, San Agustin Etla, Monterrey, Cancún, Tulum, Carrillo Puerto. He recorrido en estas dos o tres semanas la mayor cantidad de kilómetros de mi vida: en avión, en autobús, en taxi, en bici y a pie. Un hombre, creo, es tambien el resultado de lo que camina: he visto en estas semanas un desfile de mujeres con huipil camino a la iglesia de Santo Domingo, a una anciana manca y muda pidiendo limosna en una calle en Carrillo Puerto, a muchachos con uniforme naranja en la carretera a Cobá y desde el aire, la forma como el mar se detiene en la playa. Y la lluvia, claro: la lluvia ha seguido junto a mí. Y a todos los lugares a los que he ido, he llevado mis libros por delante: he viajado gracias a ellos: a Necrologías, a Dejaré esta calle y a Felinos. Sin embargo, sigo estando a la expectativa: todo me parece fabuloso, por eso no puedo hacer un examen a conciencia. Tal vez no haya que hacerlo. Soy feliz y no me doy cuenta o sí me doy cuenta pero callo mi euforia y miro, miro, sigo mirando las carreteras y sus líneas amarillas: seguro conducen a una parte.
O
Me conduce la carretera a ti.