Sunday, July 26, 2009

Somos tan enteramente materialistas que nos emociona ir al Costco a sacar la membresía. Ahí andamos por los pasillos viendo precios y productos con la esperanza de por fin comprar la arena para gato que en Sams no han tenido desde hace como una semana (ojo Sams, ya perdieron un cliente por culpa de la arena para gato). Y en realidad, lamento decir que Costco es como que más bonito, más padre y con más productos que Sams. Y pensar que hace apenas unos minutos vacilamos entre ir a sacar la membresía o salir de la ciudad a algun pueblo cercano. Pero se impuso el sentido de la responsabilidad y el trabajo en casa. Compramos la arena para gato, un pay de manzana y cosillas más. Luego fue un domingo inusual pero como todos. Leímos, trabajamos, yo vi el inusual 5-0 de México contra EU y después me leí una novela malona, carente de malicia y hasta tierna. Pero no. después ha caído la lluvia. Las gatas se esconden bajo los sillones y la cama se antoja tan cómoda como un domingo sin nada que hacer. He querido leer algo que me guste. No lo he hecho. La maldita televisión.

Tuesday, July 21, 2009

Desde la azotea en casa de Raúl siempre he visto la esperanza. Alguna noche fui a verlo, tratando de hablar de un mal amor. La terraza aún no estaba terminada y nos dormimos en unos eslipings en medio de la preparación para la placa . Luego volví, con los años, ya con la casa terminada a hablar de otros caminos y otras rutinas. Raúl, no lo sé, siempre ha estado buscando una casa que no es esa. Siempre sueña y me dice, de la casa que tendrá, donde estarán él y su Neira y Mineiro, mi ahijado (dice el orgulloso padrino aunque ya me dijeron que ni piense en participar en una ceremonia católica). Y yo veo su casa, esa que él quiere, pero nada más me puedo imaginar esa terraza, oír el sonido del aire lavado que refresca el interior de la casa donde duerme Mineiro, mientras el Raúl y yo, como siempre, como antes, tomamos unas cervezas y recordamos aquellas noches ingratas o cuando echamos la placa y yo subía las tinas de cemento usándome de polea o la carne asada que aún no hacemos.

Saturday, July 04, 2009

Fin de cursos

Hoy terminó un trimestre más en el sistema de enseñanza abierta del INEA, en SEEAC. Tuve la oportunidad de conocer al menos a diez excelentes chicos que soportaron mis clases con estoicismo, aunque creo que al final les gustaron porque salí con buenos puntajes en la evaluación de asesores. Espero que les vaya muy bien en el examen de la SEP. Ya van, pensé hoy al despedirme, ocho años que todos los sábados doy asesorías y clases de literatura y redacción. Mucho o poco de lo que sé respecto a esos temas es gracias a las clases. Han sido ocho fructíferos años. Aún recuerdo cuando mis primeros salones iban derechito a reprobar el examen del INEA y cómo, una buena tarde, empezaron a caer setentas, ochentas, noventas y cienes de calificación y si bien sigue habiendo reprobados (es terrible que el INEA tenga libros tan viejos y complejos al mismo tiempo y que a la hora del examen, pregunten cosas que ni vienen en los libros, sino que pertenecen a materias anteriores), el índice de aprobados se ha mantenido constante. He conocido estupendos alumnos: María del Rosario, el primer cien, pero que durante su estancia en la escuela pasó de recién casada, a tener un hijo, y a entrar a estudiar administración a la UVM. También recuerdo con afecto a Aracely y su hijo, con el que fui a comer un par de veces porque quería ser escritor y tallereabamos sus textos en un restaurantito de mala muerte en el metro insurgentes, porque en esa época a los dos nos quedaba bien ese lugar. Omar, el saxofonista, también es un buen recuerdo. Era muy exigente como alumno y a mí a veces me vienen lagunas gramaticales, pero salimos avante y terminó pasando todas mis materias (siete en total). Hubo una chica, también, que pensó que podíamos ser algo más, pero hubo que poner claridad y distancia.El buen Marlon también fue exigente. Viene de Nicaragua y ha hecho su vida en México. Él también ya pasó por todas mis materias y aún anda ahí, en la escuela, batallando con inglés y química. Madres solteras, chicos con aire de rockeros, señoras de cincuenta y tantos años, alumnos que terminan dejando la prepa pero siguen yendo para jugar futbol en el receso, chicas muy jóvenes, extraviadas de sitio, que terminan ingresando a sistemas tradicionales, chicas con problemas en casa que me han contado de divorcios, tristezas e incluso problemas muy gruesos espiritualmente o bien, alumnos que pasan y no vuelven a aparecer, de todo ha habido estos ocho años en el SEAAC. Al principio hacía como hora y media para llegar y hoy, al menos calculé las minutos, hice 12 minutos, jeje. Muchos maestros han pasado y pocos hemos quedado. Solo Rosy, Elías y Lulú seguimos. Hoy les recordaba a los chicos, de cómo hace cinco años, la escuela tenía más de ochenta alumnos y jugábamos partidos de basquetbol en las canchas y el par de graduaciones que tuvimos. Y luego pensé como me he ido haciendo viejo también en esos salones y he visto pasar los sábados de mi vida frente a un pizarrón y chicos que intentan saber qué es un sujeto y predicado o porqué hay perifrasismo en los poemas nahuas o qué demonios es ese poema de La Campana de Shiller. He visto mis sábados incendiados por el polvo del gis y mis mediodías aturdidos por el regresar a casa con la satisfacción o insatisfacción que puede dejar una clase no bien dada. Pero ahí sigo y seguiré. Es una promesa con ellos y con él. Ahora también daré las materias de historia, qué hacer.