Sunday, July 29, 2007

Voy a Buenavista durante una semana a dar un taller de cuento con gente de allá. Diez horas, cinco días, en un pueblo perdido entre la selva y los cerros. Hay que bajarse en la carretera y caminar por el mercado (que no es más que una serie de columnas dispuestas en línea) y llegar hasta el centro cultural de Buenavista. La pequeña Grecia, también le dicen a este pueblo, gracias a que un maestro (abuelo de un amigo), se dedicó a ponerle nombres a un sin fin de recién nacidos. Al más puro estilo del cuento de "La tona", el profesor dio nombres que iban de Aristóteles a Zenón y toda una generación de Temistocles, Pericles, Demócritos y más andan aún en la pequeña Grecia.
Y hacia allá voy a dar un taller de cuento...
Suspiro entonces por conocer Buenavista.

Saturday, July 21, 2007

Tengo treinta años, pero a veces, al mirarme en el espejo, me sigo imaginando de diecisiete. Eso es terrible, porque habla de una miopía para comprender el tiempo, la edad. A veces creo que sigo en la preparatoria 7 Oriente, sentado en las bancas, feliz porque junto con un par de amigos, Josué y Fabián, compramos una pizza de Mister Pizza a la hora del receso. Y mientras el resto de los alumnos se conforman con una vil torta de jamón o conchitas con salsa, nosotros tres estamos probando una deliciosa pizza de salami y peperoni.
Pero lo cierto es que los dieciséis, los diecisiete, hace mucho quedaron atrás. No sé si uno empieza a amargarse cuando de golpe, se da cuenta en realidad de que tiene treinta o más años y que los tiempos del juego o de la esperanza, no sé, empiezan a quedar atrás. No sé si esta juventud que sigo disfrutando, también, tenga que ver con un hecho, que he retardado todo lo que puede envejecer a un hombre. No me he cargado de grandes presiones. He decidido vivir así, como dice la canción, sencillamente.
Parece complicado lograrlo, lo es.
Pero hoy me siento de treinta años, pero no puedo dejar tambien de sentirme un poco más jóven. Sigo viendo a veces, a gente de mi edad, muy grande, con una madurez en los ojos y el rostro que yo aún no veo en mí. Así que sigo con esta miopía de la edad. Espero que, cuando me calzen los lentes a la fuerza, esto, lo que vea al espejo, no me asuste.
Hago de comer, desflemo el pescado, limpio las espinacas, corto en rebanas pequeñas el queso. La cebolla, el tomate, el chile van a parte junto con las hierbas de olor....
Cocinar...
Cocinar...
Nunca seré Anthony Bourdain...

Thursday, July 19, 2007

Muchos años atrás, una tarde calurosa, me encontré, no como Dante en medio de una selva umbrosa, pero sí aburrido, en una plaza comercial al poniente de la ciudad, cansado después de comer unas gorditas doña Tota. Y me sentí lleno, hastiado mientras la gente hacía compras en aquella Soriana y un sopor extraño se paseaba entre los carritos de la despensa.
Salí a la avenida, sin saber muy bien a dónde ir. Y esperé. Esperé. Miraba las resbaladillas de un parque acuático, azules y frías bajo la tarde y la fachada gris y aburrida de un FAMSA. Así que caminé y me fui al otro lado del centro comercial. Llegué a una juguetería, entré, me perdí un rato en el pasillo de los juegos de mesa, tomé un juego, dispuesto para comprarlo, pero lo abandoné al llegar a la caja y salí con las manos vacías.
Ahora pienso que por aquel tiempo mi vida y mis días eran así. Ahora, cuando me descubro con esa misma sensación me parece que las cosas no han cambiado mucho en realidad. Así que tomé un camión Huinalá y vi pasar la ciudad: Lindavista con sus negocios pequeños y con un lujo clasemediero, las filas para comprar en el pollo loco, el insípido monumento a la madre con el sol quitándole cualquier belleza. En Monterrey, bajo el sol y el calor, se pierde cualquier rasgo de belleza. El trazo urbano quema, los arbustos y árboles se resecan. Monterrey es entonces un gran desierto que arde aún más con el reflejo platinado de sus coches y la sequedad de sus cruceros.
Llegué hasta Colón y Nueva Rosita. Entonces, lo recuerdo bien, aún vivía mi tío Roberto. Y en una esquina de ese cruce había un Bancrecer, ahora desaparecidos. Y a veces iba a realizar depósitos a ese banco, depósitos del negocio de mi tío Roberto. Me bajé y me detuve un rato frente a las puertas del banco. Pensaba que de un momento a otro podría aparecer por ahi alguien conocido. Pero no apareció nadie.
Así que, como en otras ocasiones, entré al Raly.
Aire acondicionado.
Entrada a quince pesos
Palomitas grandes a quince pesos
Refresco a ocho pesos.
chili-dogs a ocho pesos
El paraíso.
Vi Moulin Rouge. Salí enamorado de la película. Salí enamorado de las voces, del tango de Roxanne. Caray, hasta me dieron ganas de estar enamorado.

Tuesday, July 17, 2007

Historias minínas

Mía está en celo. Se arrastra sobre la alfombra como si trajera no sólo fuego por dentro, sino tambien navajas. Maulla de cuando en cuando, maullidos largos, agónicos y después que ha expulsado tanta tensión, se queda tranquila momentáneamente y se echa a un lado del refrigerador o en una orilla de la ventana donde le da el sol. Mía es una gata voyeur. En el otro departamento llegaba de un salto a la parte alta de una pequeña bardita y desde ahí miraba los techos de las vecindades, el bullicioso andar de la gente pisos más abajo. Luego se ponía a jugar. Luego huía de mí. Luego se tiraba junto a O como si sólo junto a ella estuviera en paz. (ya somos dos).
Pero ahora, Mía está en celo y es una gata insorportable. Debemos operarla, pero cuando la llevamos con el veterinario, éste dijo que no, así no. Así que la estamos sufriendo mientras Nadja, su madre, se tira junto al platón de croquetas, olvidada del mundo y de nosotros. Entonces pienso que tendremos a esas gatas durante muchos años más. No sé si esto sea, necesariamente una declaración de optimismo, pero debo decir que tal vez quiero más a Mía por rejega, pero más a Nadja por su capacidad zen. Y cuando O llega a la casa y se tira a jugar al Age, pienso por un momento en esa cuestión rara que son las familias. Qué cosa esto de formar las familias.

Monday, July 02, 2007

Retratos familiares

Tío rito
Escribo una novela y sin querer aparece en ella mi tío Rito, el hermano de mi abuelo. Mi tío Rito sale hasta la tercera revisión, aparece de la nada entre el diálogo de dos personajes. ¿Por qué sale mi tío Rito? Por uno de los personajes hablan sobre la viudez y yo recuerdo en ese momento al viudo de mi familia, al viudo honorable de mi familia. Se le murió mi tía Vickie a una edad donde ya todo estaba perdido, pero él se quedó con su silencio y sus misterios. Siempre fue el compañero de parrandas de mi abuelo. Siempre andaba con pantalón de vestir, camisa rayada, bien pasada por la plancha. Guardaba libretitas donde apuntaba todo y cuando estaba borracho se cubría los ojos con gruesos lentes de motociclista. Mi tío Rito siempre fue el viudo de la casa. Nosotros no fuimos sus sobrinos preferidos: los hijos de mi tía Paz siempre lo fueron de toda la familia, pero algo había en mi tío Rito que nos llamaba a la risa y a la seriedad. Murió accidentalmente, una tarde que, borracho, por evitar que lo atropellara un coche, dio un paso hacia atrás y lo arrolló un autobús de la ruta Monterrey-Mina. Estuvo convaleciente por meses, pero una tarde simplemente ya no soportó la carga de la vida, la enfermedad y la viudez. No recuerdo dónde lo velaron, sólo que en la madrugada, una ambulancia del IMSS salió con su cuerpo para llevarlo a Venado, en San Luis Potosí. Mi tío Rito. Qué sorpresa verlo aparecer en mi novela. Qué sorpresa, tío Rito, verte otra vez con su vestimenta bien planchada y tu libretita con apuntes, mientras le dices a mi personaje: "Yo soy de un pueblo de valientes."
Ayer domingo limpié la casa. Me descalcé y con tina, jergas y cloro me puse a barrer la alfombra, los azulejos, a limpiar, vaya, la casa. Me sentí muy bien limpiando. O trabajaba en la computadora y a las seis salí por la comid: sushi y pizza. Comimos tambien, muy agusto, mientras afuera caía un aguacero. La vida doméstica, pensé al volver a casa, aunque las gatas salten de un lado a otro y haya que cambiarles la arena y el departamento esté chico, creo, bueno, al menos por este momento lo pienso: será genial.