Wednesday, November 28, 2007

Guadalajara. Guadalajara. La FIL. Ese monstruo de mil cabezas y mil stands, con tantos libros como escamas, con tanto escritores como dientes. Guadalajara. Hace seis años vine por primera vez a la FIL en el auto de Rubén Soto y con el Toscana de acompañante. Nos quedamos en un hotel patoso pero barato. Hace dos años volví. ¿Te acuerdas de aquella vez?, me preguntó C hace días. Claro que me acuerdo, le contesté, comimos barbacoa en la carretera.
Ahora vuelvo de entrada por salida. Llego en la mañana, me regreso en la noche: el asunto: presentar Los cazadores de pájaros. T me da asilo en su hotel y cuando bajo a desayunar lo veo platicando con Seymur Menton. Sí, tengo de pronto las ganas de interrumpirlos y decirle a Seymur que su libro y que le doy el mío y que si... pero mejor me instalo frente a las enchiladas suizas.
Paso todo el día en el stand de Progreso, platico con Arianna, mi editora, con Fabiola, con Ariel con Yolanda. Pero la FIL a esa hora de la mañana está muerta al menos para mí. Es a las cinco cuando empieza el genterío, cuando aparecen algunos amigos. Andar en el centro de negocios a esa hora es como estar en una fiesta. De todos sé algo, algunos me saludan, me encuentro a Nadir, Naró y Hawayec, luego aparecen Socorro Venegas, Blum, Luna y Velasco y Luis Felipe. La gente, cómo aparece al gente.
Presentamos la colección en la sala Agustín Yañez, con sala llena. Cecilia Eudave habla sobre su novela con su público. Arianna muestra su pasión por la colección, Fabiola también. Me limito a hablar de los cazadores de pájaros, pero al final se logran vender unos cinco ejemplares. Y luego salgo de nuevo al caos ferial.
Casi al anochecer, mientras Socorro em espera en el lobby del Hilton, subo a la habitacion y encuentro a T escribiendo la conferencia que dará hoy. Pensé que te ibas a quedar a dormir, me dice cuando me ve metiendo las cosas a mi mochila. Nombre, sólo vine de entrada por salida. ¿Y entonces a qué viniste? me pregunta. No sé qué contestarle, mejor le sonrío y bajo. De regreso comparto el taxi con Socorro. Hay que vernos pronto en Cuernavaca, me dice. Yo le digo que sí. Hay que vernos. Termino el día en el asiento número 4 del primera plus. Me duermo. A medias. Pero me duermo. Hoy llegué a las siete de la mañana.

Monday, November 26, 2007

día de la boda

El día de mi boda me la pasé con un martillo y taquetes en la mano. De alguna manera tenía que arreglar la casa y sólo se me ocurrió clavar flores en las paredes. Una vecina, Florinda, decoró unos jarrones para ponerlas porque yo ni me había dado cuenta de lo feos que estaban así, sin detallito alguno. Pero al menos hasta el mediodía parecía ser un día normal como tantos otros en Monterrey: ver tele, sentir el calor, ir de casa de mi abuela a mi casa. A ratos alguien me hablaba por teléfono. Platicaba con los testigos o confirmaba la fecha con el juez.
A eso de las dos de la tarde me fui a comprar la carne para la discada. Mi hermano J me prestó su carro y no sé qué hubiera hecho si no me lo presta ese día. Pero ahorita de lo que más me recuerdo, lo que me obliga a escribir, es ese detalle de separar las flores, de cortarle los tallos extremadamente largos, de unirlos, de clavar y pegarlos a la pared. Y si bien es cierto que dos semanas antes de la boda me fui a Guerrero a dar un taller de cuento, nadie me puede decir que esas 24 horas entre la boda civil y la religiosa, anduve aburrido y sin hacer nada. Digo, hasta fui por el pastel en un taxi. El taxista me ayudó a ponerlo en el asiento trasero y esto fue porque, en mi boda, todos se ocuparon por sí mismos en arreglarse, ir por novias o en dejar a hermana del novio llorando y a punto de arruinarme la ceremonia, pero el novio??? El novio tuvo que ir por su pastel en un taxi y qué taxi... qué asientos... qué sudor.
Diría una amiga mía, J, cero glamour

Sunday, November 18, 2007

FILIJ

Es sorprendente la cantidad de personas que asisten a la FILIJ. Niños, jóvenes, madres, padres, hermanos que se pelean por los libros. Una FILIJ tan llena sólo pueda otorgar una esperanza para el futuro: los niños sí leen. Los niños sí quieren leer. Esta semana pasada estuve presentando mis libros en varios municipios de Monterrey y a veces los chicos ponían atención, pero a veces, tosían, se tiraban papelitos, jugaban con sus mochilas, tosían burlonamente. Pero había unos pocos que seguían la lectura con atención, que preguntaban qué le había pasado a tal o cual personaje. Yo estaba atento, pero también muy atento a todos los que miraban por la ventana con la esperanza para que acabara ya esa presentación. Pensé en los libros, claro y en cómo hacerle para que esos libros llegaran a ellos. Preguntense, ¿por qué no hay libros en su casa?, les dije el último día a los chicos en El Carmen Nuevo León. Ellos muy participativos, dieron sus respuestas. Denme cinco razones para no leer un libro y al instante los chamacos aburridos, los que se habían tirado de papeles, los que tosían burlonamente, levantaban la mano y respondían con un dejo de indiferencia, con toda la burla en el rostro y decían: por que son aburridos, porque apestan. (eso dijo uno: porque apestan), que me di cuenta que su pleito en realidad no era contra los libros, sino contra algo que estaba ahí, muy cerca a ellos, una indolencia aprendida a fuerza, tal vez inconscientemente, pero que en el fondo, no era nada contra los libros ni contra la lectura, sino contra algo que ya los abrazaba lejos de toda esperanza, o tal vez, lejos de un hastío que apenas alcanzaban a probar por primera vez (ese hastío del mundo), pero que aunque apenas lo abrazaban, ya comprendían con suma cabalidad. Y no, no era contra los libros, sino contra algo más.
Los noté con tantas ganas de ofender al mundo, de denigrar el mundo, de no sé, de hacer de los libros una quema sincera y universal. Pensé: cómo escribir un libro para esos niños que no quieren tomar un libro. Cómo escribir un libro para esos niños que no tienen ninguna cercanía con la lectura ni con el arte, ni con nada, pero sobre todo, que no les interesa- ¿Deberían interesarles?
Este fin de semana, en cambio, me topé con niños y más niños, con gemelos y chicas con sus madres, con adultos felices por leer libros para niños, con abuelos que querían escribir. Fue una fiesta de alguna manera. Firmé libros hasta cansarme, contento de que Los cazadores de pájaros ahi se vayan abriendo su camino. Luego, por la tarde, en una charla-entrevista en la carpa de la FILIJ, me preguntaban Miguel Angel, el locutor de radio UNAM. ¿Qué es lo que le deseas a tus libros? Me quedé callado por un momento y recordé las reseñas que algunas personas han hecho de Dejaré esta calle y que luego encuentro en internet. Esas reseñas espontáneas de Antonio Mars, de Javo, de Josué, de Iván, de una chica que tiene Dejaré esta calle entre sus recomendaciones y otras reseñas en varias revistas. Respondí: deseo que se sigan abriendo camino ellos solos, porque ya fue la última vez que hablo en público de Dejaré esta calle.
Pero de regreso a casa pensé cómo hacer para que este mundo de los libros llegue a donde no han llegado, a esos chicos de corazón alborotado, que miran por la ventana con el ánimo nervioso, con las ganas de salir de la escuela para irse a la casa a ver la televisión. Hace falta aún mucho trabajo.
Nos hace falta escribir mejor, encontrar mejores historias y tal vez escribir menos, pero mejor.

Thursday, November 08, 2007

Paseando por la Roma

Cinco años tardé en llegar a la colonia Roma. Antes, mi periplo me llevó por seis casas en Aragón, Plateros y Villa Panamericana. La colonia Roma fue mi primer contacto con el D.F. porque ahí está el hotel donde me hospedé la primera vez que vine a la capital. Y ya he vivido en dos casas en la Roma. De una me echaron porque la dueña ya necesitaba el departamento y en la otra sigo. Ahora que vino K, una amiga de O, de Mty, nos dimos dos días para caminar por la Roma. Comimos pescados y mariscos en un sitio de Cuauhtemoc, fuimos al Garros a ver cosas para gatos, tomamos café, compramos chucherías en una tienda de artículos de diseñadores gráficos y pasamos por el célebre hotel Roma donde hace unas semanas golpearon a Fabiruchis, es decir, Fabían Lavalle, por ir "a una fiesta con mujeres". Ajá.
Los fines de semana la Roma muere. La mitad de su población, (oficinistas), se van. Se pone un mercado por el porque Puskin (mercado un poco caro) y otro de anticuarios y cosas artísticas. Engloban esas cosas artísticas a coleccionistas de tarjetas ladatel, vendedores de ataris 2600, músiqueros cubanos, artístas del óleo y el martillo, vendedores de lámparas esquizofrénicas, detallistas con minuaturas de naves espaciales y soldados de plomo. Además, los alrededores de los bisquets de Obregón se atiborran por familias que pagan una millonada por comer fuera de casa un plato de huevos con jamón o a la mexicana.
Es curioso el fenónemo este de los restaurantes o cadenas. Por 50 pesos te dan 150 gramos de huevos a la mexicana, frijoles de lata y un bolillo. Y la gente asiste contenta a gastarse un dineral ahí. Van con la abuelita sedienta por el chocolate de 25 pesos, los churros de 18 y la pieza de pan de 10 pesos. Con los niños ansiosos de los hot cakes de 45 pesos con refresco incluído y los chilaquiles con huevo de 70 (tortillas quedadas con un huevo). Yo prefiero gastar, al menos, en algo donde la cocina tenga un poco más de elaboración.
Así que anoche, después del evento, nos fuimos a los tacos de la Alvaro O. Hacía mucho frío y me encontré al buen Villarreal. Hace un par de semanas él también estaba en Acapulco, en un evento que se llamó La nueva Ola. Yo andaba dando un taller. Quedamos de vernos pero me acometió un cansancio terrible y no pude disfrutar de la noche porteña con al menos un amigo. Me llegaba la música de la ciudad por las ventanas del Acapulco Tortuga. En fin.
La Roma, qué festín cuando no te golpean en un hotel, ni te balean frente a una gasolinera como a un amigo hace unos meses.

Motel

Anoche fui a la premiación de un proyecto de la editorial. Tocó la Gusana Ciega y Motel. Antes habló Xavier Velasco. Vestido como rock star (sencillamente creo que lo es o ha labrado esa imagen), Velasco se recostó en un sillón rojo e hizo como si fuera un paciente de un doctor y bueno, Velasco actúa como si leyera. A menudo me preguntan qué pienso de Diablo Guardían y digo, sinceramente, que es excelente hasta el punto donde se le acaba el dinero a la protagonista. Después, bueno, ahi va. Temo que se vea como una reseña de la obra. En suma, sólo dos veces antes había visto a Velasco, una en un jardín de San Angel, mientras Velasco coqueteaba con una chica oriental y al tiempo paseaba a su perro inmenso y blanco, y otra cuando cantó en una presentación en la FIL de Guadalajara y cantó y cantó y cantó.
Me cae bien Xavier Velasco porque veo que se divierte. No sé si sea un tipo divertido, pero se ve que se divierte, que son dos cosas completamente opuestas. Lo que me impresionó fue La Gusana Ciega y Motel. A veces creo que sí debería de escuchar más música, pero tengo casi cinco meses que no escucho un disco completo o menos. Claro, la música en vivo es otra cosa, un boleto esperado, pero si huyo de la música en cd, imagínense de la música en vivo. Casi al salir vimos a Laura Dreyffus tomandose un poco de jugo de naranja que unas edecanes daban al salir del evento. Es buena la novela que Laura me dejó leer. Ojalá algún día se la publiquen donde ella quiere y se sienta en un sillón rojo -a hablar con un fantasmal psiquiatra- a hablar delante de un público como el de ayer: rockero, fiestero y aguantador.

Tuesday, November 06, 2007

Al América en la Libertadores

Hace tiempo que, por una u otra razón, no veo a mis amigos, mis amicis, mis all my friends como decíamos en el campo de batalla que era el panteón. El día de la despedida, dije: all my friends y el pelón se sonrojó. ¿Quien sábe qué estará haciendo el buen P en este momento? Así que, como no los veo, los echo de menos y también los puedo recordar. Me acuerdo del Efraín cuando le dije que yo sí le voy al América en la Libertadores. Efraín se la curó mucho con aquella frase lapidaria.
A ver, Toño, me dijo con una cara entre de burla y de... burla, ¿cómo está eso de que le vas al América en la Libertadores? Sí, le voy al América en la Libertadores. No le voy al América porque sí, sino porque representa al país, el honor del futbol nacional, digamos. Efraín no se paraba de reír. ¿El honor del futbol nacional? ¿Cuándo se ha visto que el futbol nacional tenga honor? Bueno, por los colores de mi país entonces...
Ninguna respuesta satisfizo al buen Efraín y de cuando en cuando, en reuniones, salía de nuevo con la cantaleta: oigan, el Toño le va al América en la libertadores. Claro, los grupos siempre eran de cruzazulinos, rayados, tigres o pumas. Y ahí estaba yo, de nuevo, justificando mi pasión por el América en la libertadores. Debo admitir que incluso, me empezaba a gustar esa porra de: Aaaaaamérica, águilas, Aaaaaamérica, águilas.
A todo mundo le causaba gracia mi nacionalismo futbolero, lo veían como una especie de neerdentalismo disfuncional. ¿Irle al América en la libertadores? Pero debo también dejar en claro que festejé mucho el campeonato del Pachuca o aquella final del Cruz Azul y que me lastimó profundamente (pero también me alegró) aquella goleada que el Barcelona le propinó a las águilas en el pasado mundial de clubes.
Con Efraín viví muy buenos momentos futboleros, futbolísticos. Todos episodios tristes, pero vividos. Una vez nos juntamos con Rodrigo y Grace para ver un clásico Monterrey vs Tigres. El Monterrey perdió y a mí me cayeron mal las alitas de pollo. Después, nos juntamos para la final Monterrey contra Pumas y creo que esa ha sido una de mis noches tristes en la ciudad de México. La ciudad olía a puma orgulloso. Los pocos regios nos escondíamos. Después nos juntamos para ver la final Monterrey vs Toluca y ahí decidimos no vernos nunca más en alguna final del Monterrey.
Una vez, también, fuimos al estadio del Cruz Azul para ver cómo eliminaban al Monterrey en cuartos de final. Al medio tiempo, cada uno estábamos en nuestras casas y el Monterrey ya ganaba dos cero. Nos hablamos por teléfono, en cinco minutos Efraín pasó por mí y recorrimos en su Seat desde C.U. hasta el Azul en menos de diez minutos. Al final del partido estábamos eliminados y una mala copia de Chatanoga sentado atrás de nosotros se la curaba de nuestra derrota. Decía: ssssh, ssssh, no festejen que me pareció ver un par de rayados.
El final apoteósico de mi relación con Efraín y el fubtol y con el yo le voy al América en la libertadores, tuvo lugar una noche que Monterrey venció a los pumas en C.U. Las porras se pelearon. Nosotros estábamos en medio de la bronca. Habíamos cantado quedito quedito los goles rayados (ah... esa época dorada cuando el Monterrey no sólo ganaba de visitante, sino que metía goles de visitante...) Al final unos trogloditas pumas persiguieron a una chica rayada por cantar con exceso la victoria. Pero es mujer, le dijo con tono de súplica un porrista al líder de la barra del pebetero. Su respuesta fue lapidaria: No importa que sea mujer, ustedes vayan y madreenla.
Ah... qué bonitas son las porras pumas.
Y si me lo preguntan, sí, también le voy a Pumas en la Libertadores.

Saturday, November 03, 2007

ILCE

¡Qué feliz fui en el ILCE! Me reía mucho, trabajaba bien, me pagaban excelente y además, estaba a cinco minutos de mi casa. Ahí hice muy buenos amigos. Heydi con quien hablaba en lenguas, Ioio con quien descubrí el performance, el Mushasho que siempre me hacía reir, la sólida felicidad de Raúl, la siempre divertida charla con la señora Gladys, la amistad de Laura, las veces que me iba a platicar al cubículo de Isabel, los chistes de René y Alejandro.
Hoy que estaba viendo discos para ver qué contenían, me encontré de golpe con la música del ILCE. Rodrigo me pasaba canciones de Cesar Costa para reírnos de ellas y sólo volteaban a mi alrededor mis compañeros cuando yo no aguantaba la risa. Al mediodía iba una señora a vender cacahuates y gomitas. Cuando renuncié el negocio había prosperado y ya vendía chilaquiles, tortas y bandejas de zanahoria y mas. Sí, yo fui muy feliz en el ILCE pero tampoco me arrepiento de haber renunciado a él. Mi vida, al menos mi vida este tiempo, es producto de aquella renuncia.
Pero es bueno recordar esos viejos y buenos trabajos, esas rutinas que nos imponen y que se vuelven parte de nuestra vida. Nunca antes, no lo sé después, un trabajo me estimuló tanto a disfrutar de la vida, de las sonrisas, de encontrar a gente en la calle y platicar con ella. No el trabajo y sí el trabajo, sino la gente, la gente del ILCE hasta que los empezaron a correr a todos. Se fue Ioio con sus ropas multicolores, se fue el padre, después me fui yo, más tarde Heydi y otros tantos. ¿Qué es del ILCE sin nosotros?, ese pequeño grupito de la biblioteca digital que agarró una temporada de calentar palomitas al mediodía, de hacer buffet de pepinos con salsa y que de pronto soltaban las computadoras para ponerse todos a platicar?
Bueno, imagino que el ILCE sigue igual. Pero, por un momento, hoy, al recordarlo, sentí un poco de nuevo de aquella magia. Como le escribí a una amiga de ahí: yo lo ignoraba todo cuando entré al ILCE y lo sigo ignorando, pero con esa gente aprendí a sonreír, cosa nada más bella y nada más difícil.