Thursday, October 28, 2004

Punto y seguido

Escribe Luis Rosales en Diario de una resurrección.
¿No recuerdas que a veces encontramos una persona
cuya infancia podemos reconstruir
por una sola huella que queda en su mejilla
igual que un esqueleto puede reconstruirse por sólo un hueso suyo?
[1]

El inicio de cada libro es esa huella que queda en la mejilla, ese hueso solo a partir del cual podemos reconstruir una vida. Como si fuera un juego de adivinanzas o el enigma que escucha Edipo cuando se presenta una y otra vez frente a la Efigie, el inicio de los libros es la adivinanza, el conjuro, el secreto mejor guardado a partir del cual se desencadenará la trama.
Inicios de libros son incontables como las arenas del desierto. Cada libro necesita de ese berrido liberador, de ese golpe en las nalgas o el lomo para tomar aire y que la imaginación se desate. En el principio creó Dios los cielos y la tierra, dice el Génesis en la Biblia, pero más adelante, en el evangelio de Juan dice también: en el principio era el verbo y el verbo era Dios.
Sin palabra no existe la vida. Sin la palabra viviríamos en un mundo de sombras, de gestos que interpretaríamos más a nuestra idea e imaginación, como lo hace el caballero del libro de El castillo de los destinos encontrados, de Italo Calvino, donde el inicio de cada historia parte de la suposición que se da a partir de una carta.
“Uno de los comensales recogió las cartas dispersas, despejando buena parte de la mesa; pero no las juntó en una baraja ni las mezcló; cogió una y la echó. Todos advertimos la semejanza entre su cara y la cara de la figura, y nos pareció entender que con aquella carta quería decir “yo” y que se disponía a contar su historia.”
[2]

Desde siempre, la palabra nos ha reunido frente al fuego, después alrededor de las ágoras, a un lado de los caminos, en las tabernas medievales, en las cortes, en las ciudades, para escuchar siempre una historia. Y de esas historias relatadas con gusto nos han quedado vestigios que nos cuentan sobre las andanzas de un tal Rodrigo Díaz de Vivar, hasta las andanzas de Roldán en el Paso de Roncesvalles.
Y luego aparecieron fórmulas indestructibles para contar una historia como el: “Había una vez”, o el famoso pleonasmo que nos seduce y nos dispone a escuchar: “Érase que se era” Cada inicio de un libro es la resurrección de una vida. Las primeras páginas son ese aliento primigenio, ese soplo de divino.
Hay inicios condenados a ser sólo inicios, como los cuentos del libro Los misterios del Señor Burdik donde sólo tenemos el título y la frase inicial para soltar la imaginación. Por ejemplo el cuento que se llama “Las siete sillas” y cuya única frase es:
La quinta silla terminó en Francia.
[3]

Pero desde hace tiempo, el érase que se era… y el había una vez… dejaron de sorprender a los lectores cada día más predispuestos a la indiferencia. Ahora es necesario que el inicio se de como un mazo contundente, una garfio que nos meta de tirón a las acciones. Los largos prolegómenos donde primero se contaban sobre la ciudad donde vivían los personajes, luego la casa que habitaban, luego la descripción general de la familia, han caído en desuso desde lustros atrás. Ahora, nada como empezar matando, metiendo al lector a la acción. Un inicio rápido es el siguiente, escrito por Vargas Llosa en su novela de cadetes.
—Cuatro —dijo el Jaguar.
Los rostros se suavizaron en el resplandor vacilante que el globo de luz difundía por el recinto, a través de escasas partículas limpias del vidrio.

Hay otros inicios de libros donde la tensión se presenta apenas hablan los personajes, apenas murmuran algo y nos atrapan. Por ejemplo en Contrapunto de Aldous Huxley:
—¿No volverás tarde?
Había una gran ansiedad en la voz de Marjorie Carling; había algo semejante a una súplica.
—No, no volveré tarde —dijo Walter, con la culpable y desdichada certeza de que lo haría.

Inicios que se pierden hay muchos, pero pocos pueden llegar a recitarse como una mandala. Son esas palabras de punta de partida las que nos han seducido como antaño y son harto conocidos que no puedo dejar de pasarlos por alto:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha tiempo un varón…
[4]
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella mañana cuando su padre lo llevó a conocer el hielo.”
[5]
Y finalmente, el inicio mandala del libro mexicano más atrayente:
“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté las manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerle todo.”
[6]

A veces los inicios venden su historia en las primeras líneas y entonces se crea un reto entre el autor por mantener al lector atento aunque ya casi le ha contado la historia y el lector acepta el reto para ver qué tanto lo sostiene. Por ejemplo, Paul Auster en El palacio de la Luna.
Fue el verano en que el hombre pisó por primera vez la luna. Yo era muy joven entonces, pero no creía que hubiera futuro. Quería vivir peligrosamente, ir lo más lejos posible y luego ver qué me sucedía cuando llegara ahí. Tal y como salieron las cosas, casi no lo consigo.
[7]
O bien:
El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque del obispo.
[8]

Inicios donde al parecer no se cuenta nada, pero se crea música, hay pocos. El más claro ejemplo es el que nos regala Alejo Carpentier en el Concierto Barroco:

De plata los delgados cuchillos, los finos tenedores; de plata los platos donde un árbol de plata labrada en la concavidad de su plata recogía el jugo de los asados; de plata los platos fruteros, de tres bandejas redondas, cromadas por una grana de plata; de plata los platos pescaderos con su pargo de plata hinchado sobre un entrelazamiento de algas; de plata los saleros, de plata los cascanueces, de plata los cubiletes, de plata las cucharillas con adorno de iniciales…
[9]

Hay otros autores que en las primeras páginas ya nos sugieren un dulce asesinato:
No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacia mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados.
[10]
Hay también inicios engañosos, como si el autor quisiera decirnos que un libro no está condenado a iniciar siempre en la primera página. El mejor ejemplo de esto es Rayuela, de Cortázar. ¿Dónde iniciar? Podemos hacerlo a la manera tradicional como lo dice el libro, con esa pregunta de:
¿Encontraría a la Maga?
O bien, podemos iniciar la lectura con:
Sí, pero quién nos hablará de fuego sordo, de fuego sin color que corre al anochecer por la rue de Huchette, saliendo de los portales carcomidos.

Así, cada libro se va reconstruyendo desde el embrión de una frase larga, desde la respuesta a una pregunta que alguien hace. Los inicios de los libros buscan simplemente capturar el momento de tensión de una vida que constantemente está tensionada. Intentan responder a preguntas que ya nos hemos hecho y a partir de ellas reconstruir el esqueleto de la novela. A partir de esas frases la vida toma su curso, los personajes se desenmascaran, nos muestran sus arrogancias, sus dolores, sus muertes premeditadas. Y sucede que a veces, cuando terminas de leer la novela, el cuento, cuando la historia te acaba de dar el último golpe, a veces se regresa al inicio de la novela y te quedas preguntando sobre la maravilla de que eso que leíste haya iniciado con las palabra mágicas de:
Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne.
O
Nada como matar un hombre.
O
—Te digo que no es un animal… Oye cómo ladra el Palomo… debe ser algún cristiano.
O
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía.

Todo libro parte del silencio y un buen libro vale por su inicio. Podemos enterarnos después de la historia. Luego podemos dar cuenta de Carolina Govea, o de un grupo de soldados americanos que pelean en la isla de Anopopei. Podemos después saber que la señorita Coldfiel odia a Sutpen o que Virgilio le pedirá a sus amigos que destruya el original de la Eneida mientras agoniza o enterarnos después de lo que piensa Nora García sobre el corazón y la música cuando regresa al pueblo al velorio de su ex-marido. Todo lo demás es hasta cierto punto intrascendente. Lo que verdaderamente importa es el inicio, esa canción que duerme a la bestia, ese conjuro que separa las nieblas caóticas de la imaginación. En el principio sólo era la oscuridad y cuando Dios dijo hágase la luz, se descubrieron las cosas. Mucho tiempo después algún hombre diría: hágase la palabra. Y al momento de decirlo, ya comenzaba a contar la historia, una historia que nos sigue seduciendo, conmoviendo: la historia de lo que es la vida con sus amores, dolencias y traiciones. Antes que nada, hay que intentar escribir buenos inicios, un inicio que nos permita reconstruir por una sola huella una mejilla, con una sola oración toda una vida. Si podemos hacerlo mereceremos, como dice Bonifaz Nuño, que al corazón nos apunten al matarnos.

[1] Luis Rosales. Diario de una Resurrección.
[2] Italo Calvino, El castillo de los destinos cruzados.
[3] Chris Van Allsburg, Los misterios del Señor Burdick
[4] Miguel de Cervantes. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
[5] Gabriel García Márquez. Cien Años de Soledad.
[6] Juan Rulfo, Pedro Páramo
[7] Paul Auster, El palacio de la luna
[8] Gabriel García Márquez Crónica de una muerte anunciada.
[9] Alejo Carpentier, Concierto barroco
[10] Javier Marías, Corazón tan blanco.

Monday, October 25, 2004

Breves informativas.

1. Se acabó el Encuentro de Escritores en Monterrey. Terminó así la gran manifestación del gremio de escritores y el boicot. Algo de mala organización y una deslucida participación de asistentes le dan mejor calificación al evento.
2. Acaba de salir, por estos meses, una excelente novela, ya he hablado de ella antes: "Un mundo infiel", de Julían Herbert. Editorial Planeta.
3. El viernes, en la mañana, fui al FONCA a firmar el convenio de la beca. Entregué las dos miserables fotografías mías tamaño postal. Luego regresé al Sur y a las seis y medio ya estaba otra vez a dos cuadras del FONCA esperando a Luisa para irnos a cenar al Daikoku.
4. En un juego vibrante en el primer tiempo, medio aburrido en el segundo, los Rayados le quitaron la racha invicta al Morelia de siete partidos sin perder. Los goles de Franco y Oribe Peralta permitieron al Monterrey llegar a 23 puntos. Ya quiero que sea 11 de noviembre para ir al Azteca al Monterrey-Atlante.
5. Katia se va. Su fiesta de despedida el sábado terminó a las cinco de la mañana. Elliot, la Peja, Edith, Verónica y demás desconocidos bailamos y cantamos hasta el ronquerío. Después a casa de Katia a dormir y a las once del mediodía, desvelados, con dolor de cabeza, a Coyoacán a comer caldo de pescado y camarones.
6. No lo pude ver, pero me hubiera gustado estar sentado en la casa cuando Mario Domínguez cruzó el tercer lugar el Surfer Paradise, en Australia, en la penúltima carrera de la Champ Car.
7. Que dice mi abuelita que siempre no. Esa cara debió de poner Bejarano cuando se enteró que siempre sí le van a quitar el fuero legislativo. La pregunta es ¿funciona en realidad la justicia mexicana o en "realidad" a quién le va a servir que metan a la cárcel a nuestro famoso modelo de panzita, cara con lentes y cinismo?
8. Boston tiene la serie 2-0 a favor. Ahora irán a San Luis, aunque sin Schiller, lesionado del tobillo.
9. Mi hermana quiere ir a la FIL. Me lo dijo por teléfono. Yo, pues vete. No sé si irá, pero espero que si.
10. Es lunes, bendito lunes. Mi credencial de elector sigue perdida y adivinen, si no la encuentro no podré cobrar el viernes. Tengo un semana para encontrarla. Por otro lado, es lunes, al siguiente lunes, Janell andará por acá. ¿qué extrañas aventuras nos esperan?


Monday, October 18, 2004

La inteligencia como racismo

A todos nos gusta que nos miren a los ojos, que no se cuchicheé a nuestras espaldas y aún más, que nos acepten en todas partes como Juan cuando entra a su casa. Pero lo cierto es que no siempre ocurren estas cosas. No siempre uno es monedita de oro como dice la canción de Cuco Sánchez y que después grabó como canción de batalla Gloria Trevi cuando estaba recluída en el Penal de Brasil. No, no somos monedita de oro. Pero no es odio hacia lo que me refiero. No. Sino al mutilado rechazo que la gente padece día con día. Rechazamos a los gordos porque son gordos, no queremos tener amigas gorditas porque nos quemamos, rechazamos a los indígenas mexicanos porque huelen mal y no son parte de nuestro México (ajá) y al mismo tiempo, nos rechazan por usar lentes, porque llevamos pants, nos rechazan porque no profesamos una misma religión o fe, porque le vamos al América o a los Pumas (yo le voy a los Rayados).
Rechazamos a los solteros consetudinarios porque siguen buscando pareja y a los solteros rechazamos en parte a los casados con sus hijos. Rechazamos a los pobres por jodidos, a los ricos por creídos. Y nosotros rechazamos igual. El arte del rechazo está bien asimilado en nuestra sociedad. Rechazamos a los nuevos porque no sabemos nada de ellos y en los trabajos, rechazamos a los que llevan años trabajando y que no han subido de puesto por x o y razón. Y ah, rechazamos a la gente que creemos no tiene talento y también, a la que no es tan inteligente como nosotros.
De todos los anteriores, los últimos dos rechazos o racismos, (la palabra en sí significa un rechazo y todo rechazo presupone un arriba y abajo, un blanco y negro donde yo soy negro y tú eres blanco) me parecen los más alarmantes.
No entiendo cómo, por ejemplo, en una iglesia, creyentes avezados pueden rechazar a creyentes que por una y otra cosa no avanzaron a la misma velocidad que ellos o a los que se les ocurre expresar con tal claridad sus faltas que asustan a los otros.
Pero igual que esta, usar la inteligencia como racismo es cada día, un poco más, una forma de ejercer un apartheid. Yo lo veo en los círculos de escritores cuando no se ejerce una amistad con subliminales y subterráneos, cuando fulano o mengano no ha obtenido la meritoria beca o el afortunado premio. A veces, si una persona no piensa lo mismo que yo, simplemente no entra a mi círculo y ahí mandamos al traste con la libertad de expresión. Si no entiendes al menos cabalmente las teorias de Heidegger o de Pascal, ni te me acerques.
Una vez, incluso, un amigo casi me mata cuando le dije que no sabía ni por asomo siquiera de chiripada, quién era Elías Canetti y ahora que murió Derrida, más de una puso cara de sorpresa cuando pregunté ¿oye y ese que murió, que hacía o qué? Luego, por ejemplo, si no eres licenciado ni te me acerques o si no eres de mi universidad, ve a tu a saber.
Creo que en el fondo, el racismo habla mucho de querer construir tu mundo. Rechazo a todos los que no son como yo para así llevármela tranquila, disfrutar mejor de la vida, etcétera. Y me parece criticable pero aceptable. Claro, lo mejor sería la indiferencia, pero esa nunca es completa. Pero en cambio, comparto y acepto la otredad para construir mi mundo me parece, al menos personalmente, mejor.
Lo otro. El miedo a lo otro. Es mejor aceptarlo y a no ser desechables. Eso es lo que pienso. Si yo no sé quién es Elias Canetti o no tengo la misma manera de aproximarme que tu a la poesía española del siglo de Oro o en sí, no puedo explicar de la misma manera que tú el proceso de revelación que debe de tener todo buen poema, puedes rechazarme en este momento. Es una generalidad. Y al momento de rechazarme, alguien te rechaza.

Tuesday, October 12, 2004

Cuando tenga 27 años

Hoy, mientras me desperezaba bajo el agua caliente en la regadera y vislumbraba por una ventanilla el cielo oscuro y el frío acechante en la calle, pensé que ojalá y hoy me contestaran del periódico El Norte sobre la columna que les propuse. Y pensado en eso, recordé no sé por qué, cuando en la preparatoria 7 Oriente, en una clase de Educación Motivacional o no sé qué diablos, terminé decidiendo que deseaba ser periodista o escritor. No lo sabía a ciencia cierta entonces, pero simplemente me imaginé de grande, como a los 40, sentado en un escritorio y escribiendo las columnas para los periódicos donde trabajaría, encerrado en mi biblioteca y afuera el campo (esa imagen ya fue explotada en uno de mis cuentos).
Y luego, ya seco, mientras me ponía los calcetines, subí las cortinas y vi que seguía el cielo nublado pero abajo, en las calles de la unidad habitacional, ya pasaba la gente y qué lejos me descubrí de esas aulas de la prepa 7 oriente de la Universidad.
Y bien, tengo ahora 27 años, tenía 17 entonces, mientras la profesora nos decía que había una carrera llamada Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras y si miro atrás, veo lo accidentada y feliz que ha sido mi vida. He tenido la fortuna de contar con una familia que le da sabor a esta vida. Mi papá es un hombre trabajador, que cuando quiere llorar por causa de una telenovela, se va al patio para que nadie lo vea. Nunca llegó a casa borracho, ni oliendo a cigarro pero sí con más trabajo para convertirlo en alimento para sus pollos. Mi madre cree en Dios, pero no es una religiosa de Dios. Se atiene a él con una fe que puedo envidiar. Hace tiempo que dejó de preocuparle lo que las demás personas digan y aunque a veces sigue desesperándose por la falta de dinero, me gusta verla cuando voy a casa y saber que duerme tranquila por al menos por unos días, todos sus hijos dormirán en la misma casa.
Jorge es el hermano que me sigue. Fue un misterio, un pleito constante. Pero Jorge también fue un hambre por saber que podía llevarme bien con él. (El D.F., creanme que ha hecho maravillas conmigo). Jorge todo un hombre de la construcción y yo un letrólogo. No había esperanza. Pero poco a poco hemos cimentado una buena relación que no termina en monosílabos.
De Ruth tengo una foto cuando ella tenía un año y yo como cuatro. Me consta que le ha costado trabajo salir adelante y aunque de pronto se pone el switch en of y se me descontrola todo y ve las cosas negras (es que le gusta coleccionar a veces decisiones no tan lógicas), siempre termina adelante. Es orgullosa y emprendedora y tiene un celo por que no la denigren ni la hagan menos que a mi me asusta.
Saúl siempre fue el más pequeño. Dientre de mugre, le decía mi tía Martha cuando Saúl no quería ir a hacerle mandados. Yo lo veo en esta época, feliz con ir a la iglesia, con su trabajo de medio tiempo, sus amigos. Jorge y yo siempre nos hemos medio preocupado por su vida social pero bueno, si el mucho no se la pasa mal, pues que le vaya bien.
Elda, ahora sí, que es la más pequeña. Cuando nació fue una sorpresa. Hay una foto de ella de cuando tiene un año pero la foto está mal. Le falta un brazo y no nos dimos cuenta sino hasta creo que varios meses después. Una vez imaginé cómo sería ir a la preparatoria donde ella estudiara y yo, ya como un buen escritor, a hablar sobre la literatura. Ese sueño se cumplió hace meses pero en lugar de ser preparatoria fue una secundaria. Elda estaba al fondo del auditorio mientras yo me aventaba mis choros sobre la lectura. Al final, me preguntaron: ¿es cierto que eres hermano de Elda Ramos? Asentí y empezó el chiflerio.
Una ves vestido, fui a la cocina y me preparé los modestos desayunos del día. También pensé en mis amigos. Dicen que los amigos se cuenta con la palma de la mano y yo estoy agradecido con Dios porque me dio más de una mano: Raul, Josué, Gándara, Gerson, Daniel de la Fuente, Victor Hurtado y Daniel son mis mejores amigos. Aquí en el D.f. puedo decir lo mismo de Rodrigo.
Amigas, ellas sí son más, pero cercanas siento a Elida, que viajó más de mil kilómetros en auto sólo para mi cumpleaños, a Lili, a Mónica Morales, a Janell, a Xochitl, Blanca, Diana,a Irazema, Claudia y Marlen.
Gente que quiero y estimo hay muchos como Cordelia, Claudia Esparza y Lozano, Aude, Alfredo y Mario Carrasco Teja, Fabiana, Liliana, Yeso, Manuel Valdivia, Gabriela, Manuel García, Jorge Silva, Aneida, Dora, Socorro y Efraín, Fabían y Hernán.
Luego, ya caminé y salí. Me gusta ese trayecto de salir de la unidad habitacional y caminar por la calle arbolada hasta Periférico. A veces veo a los niños cuando entran a la escuela y cuando paso por el paradero de las micros los choferes casi siempre estan alrededor del carro donde un muchacho vende tamales y atole caliente.
Así que me dediqué a escribir. Simplemente a eso. Me dediqué con intención y método. Salieron primero intentos de poesía en honor a Diana y luego una etapa surrealista y finalmente, un día, me dediqué a escribir mi primer novela histórica y última, que se perdió en un viento fuerte que desperdigó todas sus hojas en una calle. Primero Raúl Silva me tallereaba mis cuentos. Luego Manuel. Manuel me decía, a ver Toño, vamos a ver y empezaba la carnicería. Luego, tuve la suerte de encontrarme en el camino a Eduardo Antonio Parra en en el taller de narrativa que él coordinaba en la casa de la Cultura. Fue como en 1996 y apartir de entonces fue camino obligado que todos los sábados a las 10 de la mañana ya estaba ahí en el tercer piso de la estación del golfo tallereando mis textos con Parra. No falté en dos años ni un sólo sábado. Parra llegaba en su golf roja, hacía unos cenizeros con papal y se tomaba como dos litros de coca mientras trabajábamos. Animado por él, decidí dos cosas: dar una taller de narrativa en la casa de la cultura y meter una solicitud de beca para el FONECA. Ambas cosas se dieron. El taller duró un año, con dos jovenes escritores cada viernes por la tarde y la beca duró lo mismo. Fue en el 98 cuando Parra me habló por primera vez de El Panteón, el mítico grupo de escritores de Monterrey. Aún recuerdo la mañana cuando le dije a Raúl, compay, me aceptaron en El Panteón. Toscana, Hugo Valdes, Ruben Soto, Parra y yo, nos juntábamos primero en una casa en Padre Mier y luego en otra en Modesto Arreola. Casi al mismo tiempo empecé a trabajar en el Conarte como encargado de almacén. Víctor fue determinante (otro de quien he aprendido mucho), en eso. Luego llegó la beca del Centro de Escritores de N.L. (Ruben me decía en broma, hasta que no tengas esa beca no eres del Panteón). Después las cosas han ido demasiado rápidas y muy prontas, la beca del centro mexicano de escritores fue un cometa raro, el premio nuevo león un dado ganado a la suerte y el ahora, la beca del FONCA, algo que respalda que debo de seguir trabajando. Ya me siento muy a mis anchas en el mundo literario regiomontano y aunque no es mi intención, creo que solitas las cosas se darán para sentirme a mis anchas también en el mundo literario defeño. Pero sigo escribiendo. No se me olvida. No me la creo. O al menos eso me repito.
Cuando tenga 27 años, creo, sabré que Cristina Aguirre y Diana y Mónica, amores frustrados, quedaron atrás. Sabré que Karla y Sonia, amores bien vividos, también quedaron atras. A los 27 años me descubriré en una plenitud sabrosa y latiente, con buenas amigas y amigos, con posibles relaciones en el futuro y libros. Sabré que no debe de tardarse más el libro en Nuevo León (Garrido debe de darle ya la última revisada al borrador) y aunque habrá días buenos y malos y los mayores dolores y los mejores triunfos, y las mejores alegrías y tristezas y los mejores amores, etcétera, aún no asoman en el horizonte pero yo ya estoy aquí, como hace diez años, sentado, esperando a decir. Ok, vengan. Mi Dios es uno y está vivo. Yo soy uno y sigo hasta que Él lo decida. Tengo mis palabras, mi familia, mis amigos y amigas, tengo mis silencios y mi deseo. Los estaré, como siempre, esperando.




Friday, October 08, 2004

About weddings

"Yo no lo sé, de cierto, lo supongo, que un día un hombre y una mujer se van quedando sólos, solos se conocen, se unen." Algo así dice Sabines en uno de sus libros. Me parece una sentencia verdadera pero no una sentencia justa (versos, dirían los demás, versos).
Pero la gente se casa. Andamos ahí, solitarios como nacemos, y un día, sin que uno se de cuenta, comienza toda la maquinaria del amor, feromonas, alma, etcétera y empezamos a contemplar la broma primero, el miedo después, la duda más adelante, la certeza final, de que hay que esa mujer a tu lado, ese hombre, es con el que te vas a quedar, con el que vas a dormir y despertar y llorar y reir en resto de tu vida. Yo no sé cómo es que terminamos pensando eso a fin de cuentas, pero ahi estamos luego, en los preparativos, ensayos, en el cotejo de presupuestos, en la búsqueda de viejos amigos y amigas. Ahí estamos despúes en las despedidas, en el nervio, en no dormir la noche anterior, en la terrible decisión de las invitaciones. Por que luego pasa que no se casa uno o una, no, para nada. Te casas tú y toda tu familia. El hermano busca su traje, la hermana el vestido. Rebuscan en el alhajero pendientes y collares. La madre y el padre lloran secretamente en los rincones o hablan en secreto en las noches pensando que su muchachito o muchachita, se va a casar.
Y al día siguiente es el orden o al crisis: aguardar la llegada de la novia, oir el llanto del sobrinito o hija que se aburre, el paso nupcial, las sonrisas, la prisa. Luego sucede que el día de la boda resulta ser el más efímero del mundo porque lo vives aprisa, aprisa, corriendo de un lado a otro.
Yo no me he casado. Pero muchos amigos y amigas sí. Yuri expuso una película flash el día de su boda donde hablaba de su amor por Nancy. Parra y Claudia tuvieron más de treinta testigos cuando se casaron en aquella casa por el Desierto de los Leones. Josué y Laura andaban más nerviosos que ellos mismos e incluso, al final, tuve que manejar el auto de él porque no había pensado quién se lo iba a llevar. Héctor andaba todo nervioso cuando se casó con Chelis y recuerdo que ni le salían los pasos pero ah como bailaban todos los hijos de mi tía Mite en la pista: bien apertrechados con sus sombreros, hebilla comalera y botas con punta de plata para que se viera más finol. Cuando Irazema se casó la boda se retrasó porque antes, en la catedral, hubo un bautizo. Diana y Mario, en cambio todo tuvieron en orden y recuerdo cómo bailaban y cómo ella lo miraba mientras iban de un lado a otro en la pista. Mi tío Vidal, al casarse, le cantó una canción de amor a mi tía Silvia y mi tío Ruben anduvo baile y baile en día de su boda en el rancho mientras mi tía Lula descansaba del tratongo. No fui a la boda de daniel de la Fuente pero sí a la Gerson y por otro lado, cómo me hubiera gustado ir a la boda de mis padres, (habría sido socialmente negativo si efectivamente ya estuviera ahí para cuandose casaron).
Bodas, bodas, bodas. Inicio de una vida, fin de otra. Sólo puedo decir que hoy es viernes. No es el fin de semana lo que inicia. No es viernes social lo que esperamos. No. Lo que esperamos son todas las filas de carros nupciales, todo el desfile de pasarela en la iglesia, toda la felicidad contenida en las mesas. Hoy, que los novios y novias tomen por asalto sus iglesias, salones de baile, estudios de fotografía y que llenen las calles de novias y hombres vestidos de frac. Que lo hagan y ya. Esa también es una forma de ganarse el cielo.

Thursday, October 07, 2004

dos novelas del norte, un libro de cuentos y Bolaño

Tal vez hace diez años, cuando en el centro del país, en las editoriales, en los consejos de cultura, se preguntaban por autores del norte, no tenían más que hablar al INBA y preguntar por ellos y el INBA les diría número y direcciones de autores del norte que misteriosamente, se encontraban todos en el D.F. Autores como Carlos Montemayor, Felipe Garrido, Ignacio Solares. Gabriel Zaid o Rafael Ramírez Heredia, nacidos todos ellos en el norte, representaban y no, a los autores de esta zona del país; pero el norte, propiamente, no se encontraba con tal fuerza en su obra. Había otros autores, como Daniel Sada y Jesús Gardea (Chihuahua ha dado grandes autores) cuya obra reflejaba este norte utópico, asoleado y lejano, con sus ciudades perdidas en el desierto y a quienes se les llamó autores de la Literatura del desierto.
Pero eso pasaba hace más de diez años. Luego, los escritores del norte empezaron a salir debajo de las piedras, fueron vistos mientras bebían en los ojos de agua y muy pronto, reconocidos y publicados. Toda una fauna y flora salió entonces y tomó por asalto el d.f. Eduardo Parra, Luis Humberto Croswhite, Rosina Conde, Cristina Rivera Garza, David Toscana, etcétera, le dieron forma a este disierto, desdibujaron la ciudad y la noche para volver a presentarla con otras palabras y otras técnicas.
Hoy, la nueva generación de narradores del Norte ya comienza a despuntar mientras que la generación vigente, los nacidos en los sesentas, mantienen ese paso sostenido. Recientemente Heriberto Yépez, Julian Herbert y un sorprendente libro de Luis Felipe Gómez, han surgido como lo más nuevo de los escritores del norte. La novela de Heriberto Yépez, "El Matasellos" trascurre en una ciudad que podríamos denominar norteña y aunque se mantiene alejada de lo metalinguistico y espacial del norte, hay en ella los rasgos clásicos del norte, la frontera, las ciudades enanas. Julían Herbert, en cambio con, "Un mundo infiel", trae ante nosotros más de lleno este nuevo norte con sus traficantes, sus trenes que parten a la frontera, la infidelidad y por qué no, el hastio de vivir en el Norte, donde la violencia aún anda silvestre. Julian Herber retrata de manera magistra a Saltillo y de alguna manera, por primera vez vemos a Saltillo como ciudad literaria y no de paso y es ahí donde la novela se desarrolla, dándole forma a una forma de vida, a una manera infiel o fiel de ver la vida.
Finalmente, Luis Felipe Gómez, presenta un estupendo libro de cuentos, donde el lenguaje es elemento vivo, donde las prostitutas, traficantes y la noche, toman por control las páginas. Luis Felipe tiene claras influencias de dos decanos del norte: Daniel Sada en cuento al manejo del lenguaje y Eduardo Parra en cuanto a la construcción de atmósferas. Pero influencia no es lo mismo que imitar y los cuentos de "Todos los santos de california", otra vez descubrirnos otro norte, son sólidos y como dice Roberto Arlt, pegan como un jab a la mandíbula.

Al fin, Roberto Bolaño. El chileno tiene en su libro "Putas Asesinas", un cuento muestra en toda su cabal magnificencia lo que es ser del Norte, lo que es las casas llenas de polvo y sol, el fastidio del calor, las vida sin línea ni destino. En "Gómez Palacio" asistimos a ver a un joven escritor que va a Gómez Palacio a dar un taller de literatura. Es un cuento magnífico como muchas de las obras arriba descritas. En todas ellas el norte respira, vive, se convulsa. Es una buena manera de saber que los autores del norte aún tienen mucho que decir y no son parte de una moda que imagino, muchos del centro ya quieren que desaparezca.

Wednesday, October 06, 2004

Por la mañana

El día empieza bien cuando recibes mails afectuosos y tienes junto a la computadora el clásico tamal de mole y el atole hirviente de chocolate mientras afuera sigue nublado.
Usualmente el amanecer suele ser lo más fastidioso del día, pero a últimas semanas me descubro levantándome antes de la cuenta y llegando temprano al trabajo. No sé en dónde radique tal proceso evolutivo, pero recuerdo cuando estudiaba comunicaciones en la UANL, allá por la Loma Larga y apenas abrir los ojos era pronunciar la primera maldición del día.
Y ahora, pensando el mis amaneceres, se me va para siempre lo que pensaba escribir sobre tacos y desayunos. No es la forma como duermes sino como amaneces. Puedes dormir cayendote de borracho (eso es tan placentero) o de cansancio. Cuando viajo de noche me tomo mis tres pastillas para dormir y no abro los ojos hasta que, afortunadamente, el autobus va bajando a Monterrey y veo la capa de smog (los regios siguen pensando que es neblina, jajaja).
Nunca he amanacido sin saber qué hice la noche anterior. Por otro lado, me gusta despertar en casas que no son mi casa. En un hotel en Taxco desperté y cuando abrí la ventana las calles empinadas y angostas estaban cubiertas de niebla (esa sí era neblina, me cae) y no faltó la señora con su bolsa para el mercado en la mano. Una vez, después de la única panteonada que hicimos los del Panteón, desperté en el rancho de Hugo y me leí Aura mientras aguardaba a que Parra y cia se despertaran e hicieran el desayuno. Claro, cuando despiertas con tu mujer al lado es mejor aunque aún no sé lo que es despertar aparte de con tu mujer, con tus hijos envueltos en las sábanas.
Hay despertares odiosos, cuando sabes que el día que viene será terrible. Es como una premonición porque apenas abres los ojos ya te vino la palabra asesina a la mente y te rompe la tranquilidad y a partir de ahí el día se convierte en una espiral de fastidio y terror.
Amanecer frente al mar es delicioso a pesar de la arena y del frío o los moscos en la madrugada. El sol se levanta perezosamente pero después, en una fracción de segundos se elevan como globo aerostático. En las mañanas se han ganado batallas y perdido imperios. En las mañanas se han perdido amores y se han consolidado otros. Quisiera saber qué pensó Napoleón esa mañana cuando el duque de Wellington lo derrotó a Waterloo o las palabras de Antonio Machado cuando llega al pueblo donde ha muerto su madre.
Mañanas, inicio del desastre, nacimiento de la esperanza. Yo creo que el día empieza bien cuando recibes mails afectuosos y tienes junto a la computadora el clásico tamal de mole y el atole hirviente de chocolate mientras afuera sigue nublado. Todo lo demás, es como espejismo.

Tuesday, October 05, 2004

Retratos familiares II

Cuando conocí a Daniel de la Fuente y Claudia Lozano no pensé que con los años se convertirían en parte de los mejores amigos, ni que asistiría a su casa a ver a su hijo recién nacido y menos, mucho menos, que cuidaría a ese hijo en la ciudad de México. Así sucede, creo, con las grandes amistades. Haces clic con ellos de golpe, sorprendentemente de porrazo.
No recuerdo qué mes de ese verano, julio, agosto de 1997, cuando me dieron el 2 lugar del premio de literatura joven universitaria de la UANL. Un amigo me dijo: felicidades Toño, por tu premio. Yo ni enterado estaba pero ya había salido en el periódico y toda la cosa. Asi que ahi estaba el día de la premiación. Jak Zúñiga había ganado el primer lugar y Renato Tinajero el tercero (al siguiente año yo tendría el tercero y Renato el primero y un año después yo el primero.) Nos sentamos en la mesa en la sala minuscula con sillas plegadizas. Don Celso Garza Guajardo leyó el parte de guerra, el número de participantes y luego cada quién procedió a leer un fragmento de cuento o del poema ganador. Jack leyó algo muy padre, luego me aventé un discuriso breve de cómo había salido el cuento y al final Renato leyó parte de su "Desesperanza".
Luego vino la ceremonia, el bello momento de los cheques (me compré mi primer máquina de escribir con ese dinero y llevé a mis padres y a mi hermana a comer helados). Y luego me descubrí solo.
Cuando salí del departamento, ubicado estratégicamente en el interior del estadio universitario, no había nadie en el estacionamiento. Caía un sol típicamente regiomontano y a lo lejos, entonces, vi a Daniel y a Claudia. Me apuré y los alcancé. Nos fuimos platicando hasta Leyes sólo por hacernos compañia. después, cada que me lo encontraba, Daniel me preguntaba por mi "obra". Lo sigue haciendo pero ahora ya somos distintos y nuestra amistad es más fuerte. Este es el pequeño retrato que hice de él:

Daniel

Grande como un oso, Daniel se tira en el sofá de su casa y observa la televisión. Es la única cosa decente que alguien como él puede hacer después de lidiar todo el día con la burocracia cultural del estado y con las divas y divos que pululan por la pequeña y regia ciudad. Sus manos son grandes pero con ellas puede abrir con tranquilidad unos tacos y acariciar a su hijo. No juega boliche y su más grande sueño como el de todos es: ya no tener que trabajar. Cigarro en mano, mordaz por naturaleza, devorador de nieve baskins robins, Daniel escribe poesía. Ha imaginado un mundo que se me antoja inabarcable. A veces quisiera tener los mapas de esa tierra desolada y verde donde habitan sus personajes pero mantiene el mapa escondido entre los archivos de su computadora. Aún no lo termino, me dice. Estoy apenas formando el cielo, me comenta irónico mientras enciende otro cigarro y lanza la mirada a la calle con un dejo de impaciencia. Así son a veces los dioses cuando crean vida. Daniel mantiene la batuta de lo inasible mientras Patricio, su hijo, estaciona todos sus carros en la sala y Claudia, su esposa, lee la última poesía de un autor desconocido que vive en un mundo de tierras desoladas y verdes, de una tierra sin mapas, perdida entre los archivos de una computadora.

Friday, October 01, 2004

Causas y azares

No es para habitar una casa que construimos una casa
no es para quedarnos en el amor que amamos
ni morimos por morir
sucede que tenemos sed y paciencia de Animal

Juan Gelman.