Tuesday, October 12, 2004

Cuando tenga 27 años

Hoy, mientras me desperezaba bajo el agua caliente en la regadera y vislumbraba por una ventanilla el cielo oscuro y el frío acechante en la calle, pensé que ojalá y hoy me contestaran del periódico El Norte sobre la columna que les propuse. Y pensado en eso, recordé no sé por qué, cuando en la preparatoria 7 Oriente, en una clase de Educación Motivacional o no sé qué diablos, terminé decidiendo que deseaba ser periodista o escritor. No lo sabía a ciencia cierta entonces, pero simplemente me imaginé de grande, como a los 40, sentado en un escritorio y escribiendo las columnas para los periódicos donde trabajaría, encerrado en mi biblioteca y afuera el campo (esa imagen ya fue explotada en uno de mis cuentos).
Y luego, ya seco, mientras me ponía los calcetines, subí las cortinas y vi que seguía el cielo nublado pero abajo, en las calles de la unidad habitacional, ya pasaba la gente y qué lejos me descubrí de esas aulas de la prepa 7 oriente de la Universidad.
Y bien, tengo ahora 27 años, tenía 17 entonces, mientras la profesora nos decía que había una carrera llamada Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras y si miro atrás, veo lo accidentada y feliz que ha sido mi vida. He tenido la fortuna de contar con una familia que le da sabor a esta vida. Mi papá es un hombre trabajador, que cuando quiere llorar por causa de una telenovela, se va al patio para que nadie lo vea. Nunca llegó a casa borracho, ni oliendo a cigarro pero sí con más trabajo para convertirlo en alimento para sus pollos. Mi madre cree en Dios, pero no es una religiosa de Dios. Se atiene a él con una fe que puedo envidiar. Hace tiempo que dejó de preocuparle lo que las demás personas digan y aunque a veces sigue desesperándose por la falta de dinero, me gusta verla cuando voy a casa y saber que duerme tranquila por al menos por unos días, todos sus hijos dormirán en la misma casa.
Jorge es el hermano que me sigue. Fue un misterio, un pleito constante. Pero Jorge también fue un hambre por saber que podía llevarme bien con él. (El D.F., creanme que ha hecho maravillas conmigo). Jorge todo un hombre de la construcción y yo un letrólogo. No había esperanza. Pero poco a poco hemos cimentado una buena relación que no termina en monosílabos.
De Ruth tengo una foto cuando ella tenía un año y yo como cuatro. Me consta que le ha costado trabajo salir adelante y aunque de pronto se pone el switch en of y se me descontrola todo y ve las cosas negras (es que le gusta coleccionar a veces decisiones no tan lógicas), siempre termina adelante. Es orgullosa y emprendedora y tiene un celo por que no la denigren ni la hagan menos que a mi me asusta.
Saúl siempre fue el más pequeño. Dientre de mugre, le decía mi tía Martha cuando Saúl no quería ir a hacerle mandados. Yo lo veo en esta época, feliz con ir a la iglesia, con su trabajo de medio tiempo, sus amigos. Jorge y yo siempre nos hemos medio preocupado por su vida social pero bueno, si el mucho no se la pasa mal, pues que le vaya bien.
Elda, ahora sí, que es la más pequeña. Cuando nació fue una sorpresa. Hay una foto de ella de cuando tiene un año pero la foto está mal. Le falta un brazo y no nos dimos cuenta sino hasta creo que varios meses después. Una vez imaginé cómo sería ir a la preparatoria donde ella estudiara y yo, ya como un buen escritor, a hablar sobre la literatura. Ese sueño se cumplió hace meses pero en lugar de ser preparatoria fue una secundaria. Elda estaba al fondo del auditorio mientras yo me aventaba mis choros sobre la lectura. Al final, me preguntaron: ¿es cierto que eres hermano de Elda Ramos? Asentí y empezó el chiflerio.
Una ves vestido, fui a la cocina y me preparé los modestos desayunos del día. También pensé en mis amigos. Dicen que los amigos se cuenta con la palma de la mano y yo estoy agradecido con Dios porque me dio más de una mano: Raul, Josué, Gándara, Gerson, Daniel de la Fuente, Victor Hurtado y Daniel son mis mejores amigos. Aquí en el D.f. puedo decir lo mismo de Rodrigo.
Amigas, ellas sí son más, pero cercanas siento a Elida, que viajó más de mil kilómetros en auto sólo para mi cumpleaños, a Lili, a Mónica Morales, a Janell, a Xochitl, Blanca, Diana,a Irazema, Claudia y Marlen.
Gente que quiero y estimo hay muchos como Cordelia, Claudia Esparza y Lozano, Aude, Alfredo y Mario Carrasco Teja, Fabiana, Liliana, Yeso, Manuel Valdivia, Gabriela, Manuel García, Jorge Silva, Aneida, Dora, Socorro y Efraín, Fabían y Hernán.
Luego, ya caminé y salí. Me gusta ese trayecto de salir de la unidad habitacional y caminar por la calle arbolada hasta Periférico. A veces veo a los niños cuando entran a la escuela y cuando paso por el paradero de las micros los choferes casi siempre estan alrededor del carro donde un muchacho vende tamales y atole caliente.
Así que me dediqué a escribir. Simplemente a eso. Me dediqué con intención y método. Salieron primero intentos de poesía en honor a Diana y luego una etapa surrealista y finalmente, un día, me dediqué a escribir mi primer novela histórica y última, que se perdió en un viento fuerte que desperdigó todas sus hojas en una calle. Primero Raúl Silva me tallereaba mis cuentos. Luego Manuel. Manuel me decía, a ver Toño, vamos a ver y empezaba la carnicería. Luego, tuve la suerte de encontrarme en el camino a Eduardo Antonio Parra en en el taller de narrativa que él coordinaba en la casa de la Cultura. Fue como en 1996 y apartir de entonces fue camino obligado que todos los sábados a las 10 de la mañana ya estaba ahí en el tercer piso de la estación del golfo tallereando mis textos con Parra. No falté en dos años ni un sólo sábado. Parra llegaba en su golf roja, hacía unos cenizeros con papal y se tomaba como dos litros de coca mientras trabajábamos. Animado por él, decidí dos cosas: dar una taller de narrativa en la casa de la cultura y meter una solicitud de beca para el FONECA. Ambas cosas se dieron. El taller duró un año, con dos jovenes escritores cada viernes por la tarde y la beca duró lo mismo. Fue en el 98 cuando Parra me habló por primera vez de El Panteón, el mítico grupo de escritores de Monterrey. Aún recuerdo la mañana cuando le dije a Raúl, compay, me aceptaron en El Panteón. Toscana, Hugo Valdes, Ruben Soto, Parra y yo, nos juntábamos primero en una casa en Padre Mier y luego en otra en Modesto Arreola. Casi al mismo tiempo empecé a trabajar en el Conarte como encargado de almacén. Víctor fue determinante (otro de quien he aprendido mucho), en eso. Luego llegó la beca del Centro de Escritores de N.L. (Ruben me decía en broma, hasta que no tengas esa beca no eres del Panteón). Después las cosas han ido demasiado rápidas y muy prontas, la beca del centro mexicano de escritores fue un cometa raro, el premio nuevo león un dado ganado a la suerte y el ahora, la beca del FONCA, algo que respalda que debo de seguir trabajando. Ya me siento muy a mis anchas en el mundo literario regiomontano y aunque no es mi intención, creo que solitas las cosas se darán para sentirme a mis anchas también en el mundo literario defeño. Pero sigo escribiendo. No se me olvida. No me la creo. O al menos eso me repito.
Cuando tenga 27 años, creo, sabré que Cristina Aguirre y Diana y Mónica, amores frustrados, quedaron atrás. Sabré que Karla y Sonia, amores bien vividos, también quedaron atras. A los 27 años me descubriré en una plenitud sabrosa y latiente, con buenas amigas y amigos, con posibles relaciones en el futuro y libros. Sabré que no debe de tardarse más el libro en Nuevo León (Garrido debe de darle ya la última revisada al borrador) y aunque habrá días buenos y malos y los mayores dolores y los mejores triunfos, y las mejores alegrías y tristezas y los mejores amores, etcétera, aún no asoman en el horizonte pero yo ya estoy aquí, como hace diez años, sentado, esperando a decir. Ok, vengan. Mi Dios es uno y está vivo. Yo soy uno y sigo hasta que Él lo decida. Tengo mis palabras, mi familia, mis amigos y amigas, tengo mis silencios y mi deseo. Los estaré, como siempre, esperando.




1 comment:

Danielo said...

Toño..

Ayer me comentaba Letty, que dices que escribo demasiado Rosa, por no decir cursi, y que te estaba "influenciando", me dio risa, y ahora que te leo, me da miedo. Es broma. Creo que de vez en cuando es bueno hacer una introspección y recordar lo vivido, ver lo logrado, eso nos da ánimos de seguir, ganas de luchar, pero luchar hasta vencer. Creo que has logrado mucho y aun te falta mas. Nunca te detengas.

Saludos

DS