Thursday, January 31, 2008

Copias

Siguiendo con la oficina, hace días fui a sacar copias al segundo piso y es incríble cómo las copiadores son, literalmente, territorio prohibido. En las copias de la oficina hay una colección de carritos hot welles y de motocicletas y de pequeños darth vader. Como no estaba en encargado, en su lugar se encontraba una señora de mantenimiento. Me acerqué y le entregué la hoja y pedí varias copias. La doña, muy amena, fue y puso la hoja sobre el cristal, bajó la tapa, se peleó un poco con los controles y... nada... nada de nada. Luego, empezó a quejarse: No puede ser, no, no pueder ser, porqué, pero es que no puede ser. Y volvía a revisar el panel, tecleaba, abría y subía la bandeja y la copiadora: muerta. Y ella: no puede ser, no, no pueder ser, por qué, por qué, no, no, no puede ser.
Me fui de ahí lo más rápido que pude. Este lugar da personajes y yo me convierto poco a poco en uno de ellos.

Wednesday, January 30, 2008

Relaciones de oficina

Ayer por la tarde, mientras discutía con mi jefe unas cuestiones, empecé a escuchar mi celular y cómo el sonido de éste se venía acercando. Salí y me encontré con la editora X que venía enfurecida, furibunda, atormentada e histérica, casi gritando: ya nadie soporta el ruido. Me sorprendió que en un momento tan breve se hubiera puesto de acuerdo con la colectividad de la oficina, de cerca de 20 personas. Regresó a su oficina taconeando pesadamente como sólo ella puede hacerlo y se encerró. Pero eso me puso a pensar en el pasillo casi freak donde me encuentro. Los únicos hombres en el lugar, además de mí, son dos tipos de administración o ventas y no hablan nada. Sólo, en raros intervalos parpadean, sacan la cabeza de entre la computadora y tocan dos temas importantes: Iron Maiden o Deportes. Y en Deportes, sólo tocan dos temas: futbol americano y las águilas del América. Se ríen entre ellos, se pasan música y después vuelven a ese estado casi catatónico que tienen algunos peces para sobrevivir durante meses a la época de sol en África.
Luego están las vecinas que hablan de las popularidades literarias. Una siempre dice: qué ondiux... A mí, esa frase me repele, me suena a sesentera, a cosa vieja, a una mala copia de alguna mala copia de alguna mala canción de Alex Lora. Otra, no habla. No sé, este lugar es raro... muy raro... En el ILCE, a las tres semanas ya todos éramos amigos. En Santander, muy pronto nos integramos jefes, empleados y nos íbamos a comer. En Conarte, aunque la jerarquía se respetaba, había un excelente y trato casi de amistad entre jefes y subalternos. Vaya, yo me sentaba con la presidenta a contar chistes, cuando había tiempo de contar chistes.
Pero aquí en la editorial me descubierto que las jerarquías se hacen sentir con especial frialdad. Aquí sí importa quién es quién. Para ejemplo los empleados de limpieza que se portan casi como servidumbre. Una vez, una me golpeó sin querer al salir del baño. No fue un golpe, no, sino uno de esos momentos donde chocas accidentalmente con otra persona. Se desvivió en disculpas, en perdones, en temores. Y ya he visto a otras con la misma actitud donde ellas siempre tienen la culpa.
Yo creo que aquí no me ven con buenos ojos porque saludo de mano a uno de los chicos de mantenimiento. Él se acerca y me cuenta de sus intentos de amores con algunas gentes, me hace pequeñas bromas y yo lo escucho, vaya, como debe de ser, pero en ese momento pasa la editora X taconeando pesada y estresantemente por el pasillo y nos deja un vaho de estres en el aire.

Monday, January 28, 2008

Mi primo anda por acá y ayer fue a la casa a jugar Playstation. Si bien, he comprobado el gusto por competir con O en este jueguito... no se compara en nada a competir contra otro hombre. Cuestión de personalidades, no lo sé o restos de machismo, pero ayer le gané a mi primo al menos seis carreras en el need for speed carbon, tres más en el motor kombat, una mas en el hydro tunder y aunque en las peleas demostró ser el dios de la guerra, com se autonombró después de que en el samurais warrrior yo sólo alcancé la ridícula cantidad de 168 muertos contra los casi 221 de él, al final era obvio quién era el ganador de la contienda.
Cuando salimos a comprar hamburguesas al carbón, o a la flama más, bien, unas que venden muy cerca de la casa y que por los rumbos de la Roma son casi casi famosas, empezamos a hablar de la ciudad de México y mi primo me decía que era un aliviane venir y encontrar al menos un familiar con quien pasar los domingos por la tarde. Y es que ayer, después de que me fui a tomar un café con O al starbucks del centro comercial Reforma 222, prácticamente me la pasé con mi primo.
Fuimos a comer al mercado, después a comprar carne y las verduras para la comida de toda la semana, compramos unos yukis (raspados para la comunidad defeña), luego a un lado del mercado vimos una golpiza que un tipo le acomodó a un güey. (Me gusta la palabra acomodar en relación con golpiza, como que da la impresión de que procuró madrearlo bien, bonito, con ganas, cuidadosamente) y finalmente volvimos a casa.
Pero mi primo me decía, no sé cómo le hiciste para estar solo tanto tiempo. Y zas, recordé mi primer año en el D.F. mi única amiga que me prestó unas cobijas porque no tenía ni con qué taparme, me acordé de esos tres meses en Plateros con tipos suicidándose en los edificios aledaños, una tina de pintura que me servía de silla, comedor y escritorio, aquella semana que viví sin luz, mi televisión-radio que sólo sintonizaba un par de canales y a veces se le iba el sonido. Me acordé de ese frío en aquel departamento vacío y del calor de las migas con huevo que me daba la señora Ana. Con muy poco dinero, decidía estúpidamente darle mate lo más rápido posible. Y lo gastaba en pendejadas como ir al cine y comprar palomitas y refresco aunque el resto de los días me la pasara con una comida o dos que siempre consistía en carne grasienta y barata o en pan inmenso y azucarado.
Y ahora ya íbamos de regreso a casa con las hamburguesas en la bolsa y pensando que ya era domingo por la tarde y qué sorpresa decir, todavía es domingo por la tarde y tras casi seis años de vivir en el D.F. sigo caminándolo, sigo queriendo a esta ciudad todavía por descubrir.

Friday, January 25, 2008

Siempre no la encontramos. Siempre no. Mi primo Rubén fue al panteón el día de antier y si bien, mi tía o el cuerpo de mi tía estaba registrado en el osamentario, después de catorce años la exhumaron y la depositaron en una fosa común. Imposible encontrar o reconocer sus restos entre más de sesenta cadáveres. Creo que el sueño de mi abuela, por juntar en una misma fosa los huesos de sus hijos muertos ha terminado.

Sunday, January 20, 2008

Mi abuela nos encarga que vayamos a buscar la tumba de su hija, muerta hace 34 años y enterrada en uno de los viejos panteones de la ciudad de México, el panteón de San Isidro. Así que vamos mi primo y yo. Sólo tenemos la sección, número de fila y fosa para iniciar la búsqueda. Primero llegamos al panteón para niños y no nos sorprende encontrar juguetes y muñecas, globos y serpentinas que adornan las tumbas junto a la tierra que invade losas o árboles cuyas raíces se entierran sobre un cuadrado de cemento y parecen tomar fuerza y savia del cuerpo. Un rato deambulamos entre los sepulcros, encontrándonos muñecas y trailers de plástico. Ruben se asoma sin pudor en los nombres, mueve con tosquedad los arbustos.
Tarde nos damos cuenta del error y cuando llegamos al otro panteón de San Isidro es literalmente como recorrer una ciudad. Las tumbas se adosan con pintura blanca y cielos rasos y verjas de metal o simples láminas. Un hombre arranca con fastidio las flores secas de una corona mientras otro lava su coche a la vera del camino secundario. Mientras buscamos la tumba de la tía encontramos a una chica que escucha una canción y observa una tumba y luego damos con un hoyo con la tierra fresca.
Parece romería. En un entierro, un señor espera a que termine la inhumación. Lleva en su triciclo los infaltables cacahuates, las gomitas de azúcar, las habas enchiladas. ¿Quién puede pensar en comprar a la tumba de un ser querido?, me pregunto, pero cuando volvemos a pasar al menos unas cinco personas hacen fila ante el triciclo del hombre. No encontramos los huesos de la tía María Elena. Murió de cáncer en las piernas hace casi 34 años. Nunca iría a imaginar que dos sobrinos que no conoció un día andarían buscándola. Tal vez nunca lo imaginó.
Ni nosotros.

Thursday, January 17, 2008

Sin el saludo de hoy

En la oficina poca gente me saluda. Yo las entiendo, están en las alturas de los programas editoriales del país. Son la crema y nata del sistema literario. Aunque estoy en el pasillo, pasan con aire altivo, o prefieren mirar hacia la otra pared en lugar de decir un cortés: hola o buenos días, pero hoy recapitulé que hay una chiquilla nerviosa, traviesa, que tampoco lo hace. Es la asistente del diseñador en jefe. Saluda a la chica del escritorio de al lado, a la mujer del escritorio a mi otro lado pero a mí, silencio, silencio, mirada hacia la otra pared. Yo me le quedo viendo, le clavo los ojos en la espalda. Nada, nada, nada. Al menos mi jefe, cuando pasa, se queda un rato y después se va.

Monday, January 14, 2008

Premoniciones

Hace mucho tiempo una maestra, en la preparatoria, nos pidió que escribiéramos cómo nos veíamos en diez años. Imagino que mi grupo sólo escribió esperanza en aquellas hojas ahora perdidas. Teníamos 16 años, el verano estaba por iniciar y todo el viento soplaba a nuestro favor. Aún recuerdo lo que escribí en aquellas hojas. Era un deseo simple. Me imaginé en una casa, en una ciudad pequeña, pero con el suficiente trabajo para vivir. Escribiría para diversos periódicos y revistas. No sé si tendría un auto en la cochera, pero esa era la vida tranquila que me imaginaba a los 16 años.
Ahora han pasado casi 14 años desde entonces. El verano aún sigue y todavía quisiera tener aquella premonición que entonces vi tan clara, tan real que casi pude irme a dormir a la cama después de un día de estar escribiendo. Decláralo, dicen, y se hará.

Monday, January 07, 2008

Cucharas

A mí me parecía fantastico aquello. La anciana curaba el dolor de estómago sólo con pasar una cuchara llena con aceite sobre el estómago. En algún momento la mujer probaba el aceite y le ponía unas pizcas de sal. Y uno estaba tendido en la cama, con la mirada perdida en las vigas de madera y el techo de lámina carcomido. Se podía ver la luz del día mientras sentías aquella cuchara pasar en círculos por el vientre. A la señora le decíamos Madrina o Tía, ya no lo recuerdo pero era obvio que por mi sangre no corría ninguna sangre familiar a ella. E íbamos a verla cada que podíamos. Tenía la piel curtida por la vejez. Era imposible seguir el rastro de sus arrugas de su rostro avejentado. La mano tenía lunares dentro de los lunares, aquellas manchas cafés eran como soles envejecidos en los que nacían y morían otros soles. Y pasaba la cuchara con aceite con suma tranquilidad y probaba el aceite. Nunca más me han vuelto a curar con semejante acto de magia y de niño siempre necesité de la cercanía de los doctores. No sé qué ocurrió de ella. Murió, con seguridad. Su casa aún está en la colonia, tiene el mismo color verde gastado, la puerta de madera es la misma pero al interior de la casa sólo se ve oscuridad y al acercarse a tocar la madera se tiene la sensación del frío que la madera recoge con los años, uno siempre dispuesto a explotar en los recuerdos. La madrina, la vieja, la tía. Nunca más volvieron a curarme con semejante acto de magia: llenar una cuchara sopera con aceite y pasarla por el vientre con movimientos circulares pero uno se estaba ahí, quietecito, buscando la luz a través de los hoyos del techo, cercano a la madre, aferrado a quién sabe qué fe.

Tehuacán

Por un momento me imaginé una vida en Tehuacán: caminar por el escaso centro, ir al cine a los modernos Cinépolis, por las tardes leer a la sombra de los árboles, ir con los amigos a elotizas y mientras salen los elotes de la lumbre comer taquitos de rajas con huevo, tomar peñafiel como bebida nacional, ir en el coche por calles sin tránsito y sin tránsitos, el frío de la madrugada, los terrenos inmensos con perros y árboles...
Sí, la vida también podría ser buena en Tehucán.

Friday, January 04, 2008

Se llama Ipatropio y es mi más reciente descubrimiento en búsqueda de algo con qué contener el asma. Me siento como con juguetito médico nuevo. Es mi nuevo gadget bronquial. Y se une a la no tan vieja prednisona y el ya más que conocido y reconocido ventolín.

Ahora sí, sólo falta que hagan efecto.

Wednesday, January 02, 2008

Mis regalos de navidad

Bueno, bueno, no sé si me porté mal o bien este año que pasó, pero wow, mis regalos de navidad estuvieron super. Vinieron mis hermanas a visitarme y aunque estuve trabajando, me pude escapar un par de veces para llevarlas a comer a Coyoacán y a Parque Delta y a subirlas al mirador de la Torre Latinoamericana. Y anoche vino el papá de O y cenamos como en familia. Esos dos fueron excelentes regalos aunque no salimos del Distrito Federal. Sin embargo, debo de agradecer el PlayStation2 y los cinco discos con juegos de carreras, peleas, futbol y arcades. Ahora seré videgamer. Amigos, tengo dos controles, uno inalámbrico y otro normal, pero no necesitamos nada más. Se abre la temporada de juego. ¿Escribir? Bah, quien piensa en escribir con un playstation en casa.
Hoy buscaré de nuevo a Ninfa Santini. He pensado lateralmente en ella desde hace meses, cada que me enfrascaba frente a los nachos con palomitas o ante los suculentos platos del Daikokú. Pero ya es necesario verla. No puedo seguir así. Necesito su guía.
Que melodramático.