Sunday, January 20, 2008

Mi abuela nos encarga que vayamos a buscar la tumba de su hija, muerta hace 34 años y enterrada en uno de los viejos panteones de la ciudad de México, el panteón de San Isidro. Así que vamos mi primo y yo. Sólo tenemos la sección, número de fila y fosa para iniciar la búsqueda. Primero llegamos al panteón para niños y no nos sorprende encontrar juguetes y muñecas, globos y serpentinas que adornan las tumbas junto a la tierra que invade losas o árboles cuyas raíces se entierran sobre un cuadrado de cemento y parecen tomar fuerza y savia del cuerpo. Un rato deambulamos entre los sepulcros, encontrándonos muñecas y trailers de plástico. Ruben se asoma sin pudor en los nombres, mueve con tosquedad los arbustos.
Tarde nos damos cuenta del error y cuando llegamos al otro panteón de San Isidro es literalmente como recorrer una ciudad. Las tumbas se adosan con pintura blanca y cielos rasos y verjas de metal o simples láminas. Un hombre arranca con fastidio las flores secas de una corona mientras otro lava su coche a la vera del camino secundario. Mientras buscamos la tumba de la tía encontramos a una chica que escucha una canción y observa una tumba y luego damos con un hoyo con la tierra fresca.
Parece romería. En un entierro, un señor espera a que termine la inhumación. Lleva en su triciclo los infaltables cacahuates, las gomitas de azúcar, las habas enchiladas. ¿Quién puede pensar en comprar a la tumba de un ser querido?, me pregunto, pero cuando volvemos a pasar al menos unas cinco personas hacen fila ante el triciclo del hombre. No encontramos los huesos de la tía María Elena. Murió de cáncer en las piernas hace casi 34 años. Nunca iría a imaginar que dos sobrinos que no conoció un día andarían buscándola. Tal vez nunca lo imaginó.
Ni nosotros.

1 comment:

José Luis said...

Me encanta tu rigor para escribir la crónica, la precisión que tienes para acariciar las palabras y convertirlas en imágenes realistas.

Me hiciste merodear por el mausoleo junto con ustedes.

Cada que te leo aciertas a sacudir los rescoldos de un pasado ya distante en mí, y lo evolucionas al presente.

Gracias, siempre es gratificante leerte.

Un abrazo.

Y buena salud a todos.