Friday, June 30, 2006

Vámonos a Saltillo!!!

Wednesday, June 28, 2006

Conforme se acercan los días para ir a Monterrey me lleno de imágenes que deseo ver:
  1. La oscuridad de la central de autobúses mientras salgo de los andenes con la maleta.
  2. escuchar el paso del metro por avenida colón.
  3. ir en el taxi a la casa, bajando por la terrible y fea avenida ruiz cortínes
  4. comer un buen taco de barbacoa en el mercado.
  5. entrar al sanbors de morelos y a la librerias castillo de outlet de la misma zona.
  6. ir al cine raly a ver una película pasada y comer hot dogs y palomitas.
  7. Evadir el barrio antiguo y terminar en algunos de los antros de ahí.
  8. Que no me llame la atención leer el periódico
  9. (aburrirme un rato, también me pasa)

Tuesday, June 27, 2006

Monday, June 26, 2006

Hoy me preguntaron ¿porqué tienes un blog? Y no encontré una respuesta rápida al asunto. Tal vez sucede siempre que no encuentro respuestas rápidas a lo que me preguntan, como hoy en el taller, cuando había qué analizar un texto de Alfonso y no encontré más que los detalles generales pero no "a detalle" del texto.
¿Por qué tengo un blog? No lo sé. AL menos el otro, el negro, lo entiendo. Porque publico cosas que no me publicarían y hay un poco más de lo lúdico, creo, pero... porqué este blog? Este donde sólo subo cosas personales?
No lo sé, pero lo pensaré.

Thursday, June 22, 2006

el libro rojo

Epigmenio me habla por teléfono para decirme: Ya tenemos tu libro, ven mañana por él. Su frase, por demás escueta, me emociona. Un libro nuevo. Otro libro. Es fabuloso tener un libro nuevo. Mi libro rojo. Así le llamo porque la portada es blanca pero una mujer con sueter rojo se encuentra en ella. No es una fotografía sino una pintura de César Córdoba que seleccionó Alberto Cué para la portada. El libro rojo. Rojo como algunas tardes cuando el horizonte se ponía de ese color camino a Aguascalientes. Rojo como la sangre que salió de la aguja cuando me pusieron suero, rojo, rojo, rojo.
A cambio, tengo un libro negro y se supone, pronto saldrá un libro blanco. Pero ahorita, lo que me importa es que tengo un nuevo libro rojo. Dejaré esta calle. Los cuentos que vienen en ese libro son una forma de recordarme mi infancia en la colonia Moderna. Las maquinitas de doña Julia, la secundaria 33, las naves industriales de Aceros Planos, los puestos callejeros y las pandillas así como los camiones de la ruta 127 que a veces pasaban interrumpiéndo nuestros partidos de fútbol vienen en ese libro.
Mi libro rojo me gusta. Tiene mi nombre en rojo y es el número 317 de la colección de Tierra Adentro, una colección que ha albergado, sin rodeo alguno, a muchos de los más talentosos narradores y poetas de nuestro país. Ahí han publicado amigos como Toscana, Hugo Valdés, Joaquin Hurtado y Susana Pagano, sólo por mencionar algunos. Y ahora tengo mi libro 317, un libro rojo y nuevo, un libro que salió gordo, en comparación al anterior, casi 110 cuartillas. Está bien que se llame Dejaré esta calle porque en realidad, al leerlo, al menos para mí, será volver a esas calles de mi colonia y también, a mi infancia.

Tuesday, June 20, 2006

El vuelo de Mía

Estoy en casa de O y esperamos que lleguen Grace, Efraín, Ro y Xo para jugar nuestra segunda partida de dominó cubano. La primera la gané yo y estoy un poco ansioso por repetir el triunfo. Mía y Nadja, las gatas de O andan por la casa. Mía se agazapa cada que levanto el trapeador y levanta las patas delanteras para capturar las hebras del trapeador pero apenas lo dejo caer y saltan gotas de agua en todas direcciones, Mía da un brinco y en el aire cambia de dirección para huir hacia la recámara.
O no está. Fue al Wal-Mart a comprar piñas y jícamas para comer mientras jugamos y yo termino de recoger la casa. Me asomo por la ventana y desde el sexto piso se ve pequeño el parquet y los setos verdes parecen algodoncillos. Cuando llega viene cansada, suda y yo sólo le puedo ayudar a poner las bolsas en la barra. Al rato, casi atrás de ella llegan nuestros amigos. Suben las escaleras con mirada curiosa, se detienen en el umbral de la casa, entran como tromba y las gatas sólo lanzan huidas por la casa. Nadja con su paciencia de matrona y Mía con su torbellino recurrente.
Armamos entonces la reunión. Nos sentamos a la mesa con chicharrones, papas, cervezas, refresco, piña y jícama con limón y chile en polvo y empezamos a jugar. O cierra a las gatas en su cuarto y el juego transcurre con calma. Al principio Grace y yo nos alternanos los triunfos pero sólo a la mitad Rodrigo, quien ya llevaba muchos puntos, gana dos jugadas y se nos empareja. O se levanta cada tres jugadas y ve a las gatas y regresa muy tranquila. Vamos a empezar la jugada del 3 cuando O vuelve a levantarse para ver a las gatas.
-Mía no está -nos dice.
-¿Cómo que no está?
-No, no está.
Comenzamos a buscarla. Efraín y Grace van a la cocina, yo a la recámara, Ro y Xo buscan en otras partes de la casa. Luego vemos la ventana abierta. O comienza a preocuparse. Pero si estaba cerrada. Me asomo y busco allá abajo, seis pisos de altura, a ver si la gata está pero no la encuentro. Es de noche y salimos O y yo con una lámpara escaleras abajo. No hay rastro de ninguna caída bajo su ventana pero en una esquina del edificio vemos a Mía. Está agazapada, triste, llorosa, asustada. O la toma y entonces llora del miedo y Mía sólo sigue con las orejas apagadas y la mirada asustadiza.
Vamos al veterinario, me dice pero ya cuando subimos y Mía se endereza y poco y camina hacia su cuarto, entre todos decidimos que es mejor no hacerlo. Si se hubiera fracturado algo o roto algún tendón, estaría maúlle y maúlle. Sin embargo nos quedamos preocupados. Al finalizar, el juego nos da un poco de respiro. En la jugada del tres Rodrigo vuelve a ganar y me alejo del primer lugar por casi sesenta puntos. El sólo cuestión de que él acomode rápido las fichas para que termine en primer lugar y con una polla asegurada de 100 pesos. A ratos O va y busca a Mía y la encuentra bajo la cama, agazapada en la oscuridad.
Al final Ro nos gana. Efraín hace 497 puntos. Todos nos preguntamos los lugares, la puntación final. Quedo en segundo lugar y O en cuarto pero Mía sigue, dentro de nosotros, cayendo esos seis pisos. Cuando nuestros amigos se van dejamos la puerta abierta para que Mía duerma en el cuarto. El domingo se mantiene callada, lenta pero ya hoy, O me dice que ya anda haciendo sus saltos y brincoteos de siempre, que tal parece que comienza a olvidar su descenso felino. Tenemos que poner mallas en las ventanas, pienso, mientras, trato de imaginarme a Mía moviendo la ventana con la nariz y precipitándose hacia los setos.

Monday, June 12, 2006

Lagrimas de Tohui

Es el cuarto partido de la selección nacional en el Mundial del 94 y los de la cuadra estamos decididos a armar jolgorio. Jaime pone el patio delantero de su casa, el porshe, como decimos en el norte, para hacer la carne. Pepe, Héctor, mis primos y mi hermano Saúl se disponen a comprar la carne y yo acomodo algunas cosas. Bulgaria nos la pela, dice alguien por ahí y más tarde llega Nati a preparar la carne. Jaime saca su televisión y la pone sobre una mesa escuálida que a cada rato da la impresión de caerse.
El partido empieza y el sol cae de lleno sobre el patio. Nos recargamos bajo una frondas y desde ahí vemos las descoldas de Ramírez Perales por las bandas y los robos de balón del equipo de Stoickov y compañía. Aspe ordena el medio campo y todos esperamos que entre Hugo Sánchez al partido. Conforme pasan los minutos hay desconcierto en todos. Nati, quien ya ha vivido muchos descalabros mexicanos por televisión y estuvo en el juego del México contra Alemania en el Universitario, dice que, espera y no se repita nada malo. Pero la van a regar, ya verán.
En el medio tiempo se nos olvida el sol y todo y le entramos duro a la carne asada, a las cocas, a las quesadillas. Sigue haciendo calor y nosotros seguimos comiendo.
El segundo tiempo es un alarido detenido, nervios tensos conforme se acerca al final. Es como ir perdiendo incluso el gas para todo, para ser felices, para avizorar una gesta heróica, para acabar con un maleficio. Al finalizar, nos sentimos frustrados y nerviosos. Llega la tanda de penalties y todos estamos aferrados a la esperanza. Tohui igual que los demás.Tohui moreno, pelo chino, con apenas unos siete años de edad entre los demás que ya tenemos entre 14 y 16, menos Nati, el mayor. Cuando al final el mexicano falla el gol nos derrumbamos y sólo quedan los huesos mordisqueados en charolas o sobre las brasas. Tohui llora y lo tranquilizamos, ya verás que a la otra nos va mejor.
Y en la otra Alemania nos sacó y en la otra Estados Unidos nos sacó y ahora, ¿quién nos sacará?

Monday, June 05, 2006

Fui acomodador de atunes

Era noviembre del 2o02 y estaba fastidiado de tiempo completo, abúlico, cansado, triste. El dinero de la beca del cme era muy poco y la mitad se me iba en la renta. Amigos, no tenía. Ya daba clases entonces, pero un sábado me descubrí gris delante de mis alumnos y me pregunté: ¿pero yo qué puedo enseñarles más que mi depresión? Estaba, así, depresivo, con una tina de pintura que la hacía de mesa, silla, escritorio y escalera. Tengo que hacer algo, buscar amigos, no sé, me dije, tengo que buscar trabajo.
Y comencé a buscar trabajo, igual, sin ánimo. Necesitaba uno que me permitiera ir los miércoles al cme y que no estuviera lejos de Plateros, donde vivía entonces. No sé cómo fue que se me ocurrió buscar trabajo en Wal-Mart. Me imaginé acomodando los atunes o de cajero y me pareció la mejor idea que había tenido en mucho tiempo. Fui e hice fila. Me pasaron a una salita pequeña con sillas como de secundaria y luego me pasaron mi solicitud de trabajo. Me veía ya con esos atunes en las manos, acomodándolos en los pasillos, dándole un goce secreto a mi manía por acomodar las cosas cuando una mujer gorda, con vestido secretarial me preguntó que si ya había terminado.
Le entregué mi solicitud y me pasaron con la administradora. Era mujer de rostro afable, cabello castaño y un aire de tranquilidad que imaginaba, no tenían nunca los empleados de Wal-Mart. Leyó mi solicitud y entonces me di cuenta de mi primer error: no mentí.
¿Entonces estudiaste letras españolas?
Pero no terminé la carrera.
¿Y te gusta leer y escribir?
pero leo El Memín Pinguin y escribo acrósticos.
Después cometí el segundo error: me dio por tener ideas.
Ya vi que tienen una sección de libros, podría leerlos y escribir fichas de qué trata para que la gente los compre y...
No estás en el perfil, lo siento, me dijo la admistradora.
Salí muy derrotado. Caray, ni en el Wal-Mart me contratan. Del coraje entré a la tienda y, como no tenía nada qué hacer, me pasé como una hora viendo la televisión en la sección de aparatos electrónicos. Antes, pasé a la zona de frutas y degustaciones. Wal-Mart me ofreció no un trabajo, pero sí una comida. Ya, al irme, fui al pasillo de atunes y suspiré. Habría sido muy feliz acomodándolos nada más. Los habría puesto siempre con la etiqueta de la marca al frente, alineados, sin un desvío. Así todo el anaquel pero no me fue posible. Acomodé unos cinco, en el colmo del aburrimiento y me fui. Y aún falta mucho, en realidad, para encontrar trabajo. Creo, si no mal recuerdo, que incluso esa semana me corté el pelo a rape.

Sunday, June 04, 2006

La fiesta de los 29

Llegamos O y yo a la unidad habitacional donde vive Vicente y lo encontramos en los pasillos con un garrafón de agua, vacío, al hombro. ¿Todavía no llega Saravia y los demás?, le pregunto y me dice que no. Pero qué raro, si salieron en su coche como desde hace una hora y cuarto. Pues aun no llegan, pigre, me dice como les ha dado a él y a Hinojosa decirme, después que Hugo Hiriart dio unas charlas en la Fundación y sacó a relucir semejante palabrita: piger, más bien.
Caminamos hasta la pequeña tienda de Conasupo que está en la unidad nos aprovisionamos de comida y más cosas. Más tarde, casi a las ocho y media, llena Boone e Hinojosa. Entre todos jugamos al dominó cubano y platicamos de escritores jóvenes, de libros y de política. Nada serio, en realidad es la plática mientras acomodamos las fichas. Casi a las nueve, dos horas y media después que salieron, llegan Saravia, su mujer, Mijail, su mujer, Karla y Edith. Apenas mi miran, todos me ultiman con la mirada. Gracias, Toño, por el croquis. Yo: pero si estaba bien claro. Ajá, dice Edith. Me cuentan entonces que tomaron una calle que no era y le tuvieron que dar una vuelta terrible al periférico. Pobres, me los imagino cansados, mentándomela mientras ven como el tráfico se vuelve más compacto pero aún así, dispuestos para la fiesta.
Más tarde llega Eduardo, Yuri, Nancy, Silvia, El Bato, Luisa, Tatei, María, Lobsang, Laia, el novio de Karla y un pareja amiga de ellos y Efraín y Grace y César y un compañero de su oficina. Así la fiesta avanza, se detiene en el pasillo, se atiborra la gente en la cocina. Afuera llueve y ni nos damos cuenta. No hay canción de cumpleaños pero estoy muy contento. A cada rato me detengo y abrazo a mis amigos y les digo que qué bueno que vinieron. Ellos nada más sonríen. Nada más dicen salud. En una esquina hablan de literatura (es inevitable), en otra cuentan chistes, en otra más, se habla de mecánica y física cuántica. O se va a dormir casi a la una, con los incipientes ataques de una migraña.
Le vamos a amanecer, me dice Hinojosa y yo digo que sí pero ya siento que no llegaré a esa hora. Estoy cansado. Pasarla bien también cansa. Vicente ha sido un anfitrión excelente. Yo no quería hacer mucho escándalo pero caray, al final me convencieron (y no estaba muy reacio a no ser convencido) Cada media hora iba a ver a O y me decían: cada que sales de ese cuarto llegas más despeinado. Nada más asentía y disparaba abrazos a diestra y siniestra o cantaba o decia salud.
¿Cuándo se fueron todos? No lo recuerdo. No contaré, y corto abruptamente esta reseñita, sin decir nada del lavabo, ni del: ¡To, levántate!, ni del riopan, ni del GEA. Como dice y me dijo María Lebedev en una entrevista: No me sale escribir más. Sea así, entonces.
Y ya mero llega el 30 de junio y el 4 y 5 de julio. A mitad del año, justo, sigue lo bueno.