Monday, March 31, 2008

Cambio de ruta.

Para bien o para mal, ya me jodí. Intenté ser vendedor de ropa deportiva y el elástico del short se rompió. Intenté ser promotor cultural y las buenas ideas no aparecieron conmigo, sino hasta la siguiente administración. Intenté ser escritor de cursos de e-learning y ya ni están al aire. Se me iban las erratas en el código html. Intenté escribir textos breves, sustanciosos y fáciles para revistas y las asistentes tenían que ayudarme a darle buen fin. Intenté ser maestro y ok, soy demasiado flojo para preparar una clase. Intenté trabajar con libros... qué lío. Para bien o para mal, sólo me queda una cosa en lo que pienso qué hacer, qué reinvenciones de mí formular. ¿Cocinero? ¿Chofer de camión? ¿Escritor? Ajá. Qué haré ahora que las erratas y la revisión de estilo también me fugan. Volveré a vender mesedoras. En eso era, en realidad, muy muy bueno. No había día que no arañana las cinco mecedoras vendidas. Sonreía, feliz, satisfecho, seguro de mi producto. También podré vender de nuevo cursos de computación y para estilistas de belleza. Si todavía recuerdo cuando firmé mi primera inscripción en la Unidad Piloto y a la semana siguiente me encontré a la chica en la dirección del Instituto Monterrey, con sus pantalones raídos pero la libreta y la pluma en mano, esperando a que empezara su curso. Sí, volveré a vender cosas: en la calle siempre se aprenden cosas y se camina. Y yo hace rato que no camino tanto.

Thursday, March 27, 2008

Por lo pronto ayer se presentó las Necrologías en la editorial. Muchas gracias a Tere por el diseño de los cartelones y las bellas imágenes y la manufactura del video que se pasaron. Gracias a Caroline por darle voz a los textos, a César por la lectura y a mi inexplicable nerviosismo ante un público que en su gran mayoría, fue desconocido. Eran casi 80 personas y buenos amigos: Mónica, Jorge, Sony, Abi, Nadia, Pedro, Felipe, Sara, Lilia, Gis, Katia, Manuel, Rafael, Gerry, Paola, Rocío, Johannes, Miguel Angel, Monse, Claudia, Carlos, Dalí, Mygume.
Los cartelones que hicieron con la portada del libro recibían el aire de la noche afuera de la editorial, la gran manta con imágenes alusivas al libro fueron una excelente manera de vestir a las Necrologías. Me gustaría agradecer a Nadir Chacin por invitarme a re-editar Necrologías y a Laura Bárcenas por la logística del evento. Y me dicen que ya se va a distribuir en casi todas las librerías de Monterrey.
Fue una noche excelente por las risas, los viejos y nuevos amigos. Sin duda la recordaré durante mucho tiempo.

Monday, March 24, 2008

Fui a Monterrey y visité el raly y comí carne asada y una carls jr con doble carne y comí elotes de la purísima y me tomé un par de tecates y comí carne asada. Vi a un par de buenos y viejos amigos. Y me doy cuenta que incluso, ahora, mis vacaciones son premeditadas, discursivas, lugar común.

Wednesday, March 12, 2008

Miércoles, día de un año

Todos los miércoles, la gente se vuelve loca por las ofertas de frutas y verduras del Chedraui. Aunque apenas y sean las ocho de ña mañana, ya hay filas de hasta nueve carritos en las casi veinticinco cajas del centro comercial. Aquello es un festín de naranjas, sandías, papayas, guayabas, papas, brócolis y cebollas. Es tal la cantidad de fervor por el descuento en las verduras que podrían aparentar por un momento el regreso mundial de la gente al vegeterianismo.

Monday, March 10, 2008

Xochimilco out

Usualmente, ir a Xochimilco siempre fue una especie de ritopara conjurar la felicidad. No importaba que tuviéramos que hacer dos horas para llegar al embarcadero, porque al final sabíamos que en algún punto la diversión, las carcajadas, la música y la cerveza nos engañarían un rato con una promesa de felicidad.
Desde que vivo en la ciudad de México he ido cinco veces a las trajineras. La primera vez me sorprendió el colorido de las lanchas, la suciedad de aquellas aguas, pero ese carnaval primaveral o primaveresco, para evitar el al-al, sobresalía sobre cualquier observación contra el paseo.
Ahí se vivía y se vivía muy bien. Las pequeñas lanchas con comida, elotes, manzanas azucaradas, mantas y velas le daban al lugar un aire aún más exótico, lo mismo que los mariachis avejentados que soportaban sus violines, los conjuntos norteños con tarolas, acordeones y guiatarras y las inmensas lanchas blancas que servían de ruteros.
No existe en Xochimilco mayor ansiedad que aquella que se puede encontrar en la mirada de los perros que esperan al lado de los canales la gratitud de los paseantes. Una vez les tiramos una pieza de pollo (miren qué desperdicio) y cayó en el agua. El perro se lanzó sobre ella y salió chorreando pero con el hocico lleno.
Todo eso y más encontraba en los canales, pero esta vez el viaje fue con mucho, más manso, más sosegado, más tranquilo. Las risas fueron estupendas, como siempre, pero algo nos faltó. P dijo con certeza, nos hacemos viejos. X agregó, y nos dio frío. Alguién más susurró, no pensamos en una cosa elemental, los gustos cambian.

Friday, March 07, 2008

Mar perdido

El mar entonces nos reventaba ante los pies. El sol estaba alto y la playa era larga larga. Atrás de nosotros estaba el cerro roto, con múltiples salientes salpicadas de verde, un cerro también rasgado en parte y que dejaba al desnudo su matriz rocosa. La carretera se alcanzaba a ver desde la playa y era algo muy delgado que se abría paso entre aquella reunión de follaje. Y el mar. El mar estaba calmo y olas tímidas llegaban hasta la playa. R escribía, sentado sobre una roca mientras C y yo casi bailábamos entre las olas. Casi se podía sentir el apoyo del sol sobre los hombros y la piel caliente que antecede a la piel quemada por el sol. Pero no nos importaba con el sabor salino del mar entre los dientes y la sensación de la arena que se desmoronaba ante nuestro peso. Y bailábamos y las olas a veces nos pegaban en la espalda y yo abría la boca para tragar agua y escupirla, emocionado con la sensación de la boca chupada por la sal como si me estuviera bebiendo una margarita. Y R escribía. Aún con el paso de los años intento comprender porqué, con aquel mar, con aquel sol, con la compañía y todo, R, escribía. Cuando uno tiene este mal, todo lo contamina.
Después salimos C y yo del agua y nos echamos junto a R quien entonces alzó el rostro y como si no nos viera, hurgó en la playa, como si quisiera descrigrar en algo de aquel mar que seguía furiosamente calmo. Y apuntó. Su dedo moreno, delgado, como una extensión del lápiz apuntó hacia una parte de la playa. Nos pusimos en pie y descubrimos aquella cosa. Sí, era una cosa del mar. Un ser que ni se nos ocurriría ver tierra adentro: una estrella marina. Tenía sus cinco típicos y a la vez excitantes brazos, una piel casi escamosa, color roja y naranja con pequeñas líneas amarillas que partían de la punta de los brazos hasta la boca conformada por decenas de dientes como cilios.
Hay que devolverla al mar, sentenció R. Pero no lo hicimos. Nos quedamos un momento ahí, viendo cómo el sol le arrancaba aquellos colores a la estrella del mar. Luego ya volvimos los tres a las olas. Mucho más tarde, cansados y con hambre, pasó un vendedor de pan de plátano. Los llevaba amontonados, inmensos como quesos, dentro de una carretija roja. Compré uno gigante para los tres. Los devoramos mientras las olas seguían calmas y a lo lejos, enla carretera, bajaba un camión de Coca-cola. No tardamos mucho ahí. Una hora después ya hacíamos el camino hacia el hotel a casi hora y media de donde estábamos.

Monday, March 03, 2008

No hay nada qué decir... y si lo hubiera, ¿para qué decirlo?