Tuesday, February 26, 2008

Tengo hambre y acabo de revisar un libro sobre los tacos de México. Aquello era un desfile de carnitas, de garnachas, de salsas de escamoles y pipián y tacos de pato o de chicharrón prensado y tacos de camarones y pescado frito y tacos de un sin fin de cosas. Por la noche, no sé, fui a pedir informes en la escuela de cocina que está a la vuelta de la casa. Me dije, ojalá no sea tan caro. Y no lo fue...

Friday, February 22, 2008

Hoy hubo baby shower en la oficina porque dos compañeras pronto serán mamás. Utilizaron para esto al sala de juntas y todo eran ayyyy.... oh.... qué bonito y risas más, risas menos. Conforme era hora de volver al fastidio de los escritorios, salían las chicas con sus platitos llenos de pizza y pastel.
Los pocos hombres del pasillo mirábamos recelosos. ¿Qué hace uno en un baby shower? se preguntó uno en voz media alta. En eso estábamos cuando un compañero salió de la sala con su pizza y su pastel.
Ahí lo entendí: comer.

Tuesday, February 19, 2008

Acabo de descubrir que Nacida del hielo es en realidad, parte de una trilogía donde también están los libros, Nacida de fuego y Nacida de la vergüenza... la historia de tres hermanas que por supuesto, buscarán su amor...
Nunca había pedido un libro por Amazon... siempre se tiene una primera vez.

Friday, February 15, 2008

Por el poder de Cormac

Siempre que veo a N. nos la pasamos platicando de libros y libros y libros. Ayer, para no variar, hablamos de Cormac Mkcarty y No country for old man. Si bien, no he leído el libro, sólo he visto la película (que últimamente es la única forma como me acerco a las historias fuera del trabajo), la película me encantó y recordé aquella vez que vi All the pretty horses, en el Rally. Recuerdo con claridad esa sensación que nace cuando estas ante algo nuevo, ante una visión nueva. Esa profunda violencia, esa violencia soterrada en los personajes me capturó de inmediato y esa búsqueda de identidad y el profundo conocimiento de la psicología de los personajes...
Semanas más tarde, curioseando en una vieja librería en la esquina de Arteaga y Zuazua, encontré un libro que se llamaba En la frontera. Le pregunté al despachador qué tal estaba y me dijo: muy bueno, acaban de sacar de ete autor una película. ¿Ah, sí? ¿Cuál? Todos los hermosos caballos, me dijo. Compré la novela sin vacilar y empecé a leer.
Me sorprendió de Cormac no sólo las cualidades que había visto en la pantalla, me refiero a las cuualidades narrativas, no cinematográficas, pero esa capacidad parabólica, las pequeñas historias que cuentan los personajes para contextualizar la historia, sin decir dejar de lado las profundas descripciones de las heridas que se hacen los personajes, narradas con una maestría tal que sientes que la página palpita como la herida o sangra como la herida.
Cuando leí All the pretty Horses me pasó lo mismo. Es de las pocas novelas (que vengan las críticas) que he releído. Hoy me voy a sentar a leer de nuevo a Cormac. Seguro estaré feliz, que al fin de cuentas, sólo para eso sirve la literatura en el fondo, para pasar el tiempo, para matar el tiempo y no para ¡¡¡¡por el poder de greyscol yo soy el narrador!!!!

Tuesday, February 12, 2008

Brianna

Ha sido un día rudo aunque el nivel de estress que pudiera tener es mínimo. Pero he tenido que correr a firmas de hojas de producción, esquivar ansiedades para que los diseñadores me impriman novelas, leer y cotejar una novela rosa y revisar varios correos donde se me anuncia más trabajo de free lance y un par de antologías donde me publicarán un par de cuentos... Y, sin embargo, nada me importa más que terminar Nacida del Hielo... desde el título se ve de lo que trata: la historia amorosa de Brianna Conccanon y Tane Grayson, un amor rebelde que crece sobre los témpanos de la soledad y el abrigo de la campiña irlandesa con ruinas druidas, casas hogareñas y panecillos de miel que inexplicablemente siempre están tibios y al alcance de la mano... ¿Se quedará Brianna Conncanon con Grayson??? Eso lo descubriré en las próximas 40 cuartillas.

Sunday, February 10, 2008

San Lucas

Fuimos el Jaguey por un sendero a un lado de la autopista. El zumbido de los carros y el rumor asmático de los trailers no nos distraían de camino y de la sensación de hundir los pies en el pasto. Adelante de nosotros unos chicos caminaban a paso un poco más rápido que el nuestro y se divertían lanzando piedras contra un anuncio que estaba ya campo adentro; entonces me pregunté hace cuánto que no lanzo piedras sólo por el placer de lanzarlas; tomé algunas y empecé a aventarlas lo más lejos que pude mientras adelante C, su hija, y D caminaban hablando del clima y del agua.
El Jaguey, nos había dicho C, era un pequeño ojo de agua que brotaba más adentro, alimentándose de las corrientes que bajan de los volcanes. De aquella agua se alimentan casi todas las parcelas de San Lucas. Pasamos la autopista, cruzándola por un túnel y salimos del otro lado, a la vista de una hacienda abandonada. C nos contó que ahí hacían ritos satánicos y había domingos que los evangélicos tomaban los solares para hacer cultos. D y yo nos miramos, y al ver las paredes grafiteadas con penes y maldiciones dijimos que no, era imposible que evangélicos fueran ahí.
La hacienda tenía al menos una construcción en pie, sin techo, con los muros encalados y otras partes en barro vivo. Del otro lado, entre los árboles y las hierbas que crecían desordenamente sobresalían otros muros y árboles que partían los pedazos de roca y hierbas que salían de ventanas semedurridas y arcos sostenidos por árboles.
Por aquí se aparece gente, dijo C, si vienes en el carro se te apagan y te tocan el techo o hay veces que sientes que te aprietan los brazos. Y el camino al Jaguey sí podría parecer tenebroso aunque sólo lo rodearan árboles y musgo y un canal de agua por donde bajaba el agua hasta el pueblo. D iba adelante y yo atrás de ella seguido por C y su hija que a cada rato se mentaban madres, divertidos. Subimos un terraplen y estaba invadido por flores y arbustos y se descolgaban a un lado del camino y ni parecía con aquella tranquilidad que estuviéramos a menos de cien metros de la autopista porque era como si todo el mundo se hubiera escondido y sólo quedara aquel camino silencioso y un tanto oscurecido por la nublazón.
Allá está, dijo finalmente C y entonces vimos el ojo de agua. Al fondo había una gran tubería azul que brotaba del suelo y escupía una corriente de agua fresca. Había a un lado una casita y un par de viejos que platicaban. Nos sentamos un rato, tiramos piedras y después nos acercamos hasta la tubería. El grueso del agua caía dentro de una pequeña pileta que conducía a los canales. Intentamos tomar agua pero ésta se nos metía en las narices. Un viejo limpiaba un manojo inmenso de cilantro que se le doblaba sobre las manos como si tuviera vida. Jugamos con el agua a ver quién tomaba más y más rápido. Yo metía apenas la cabeza y mordía aquel torrente y el agua me inflaba los cachetes y después tenía que escupir y limpiarme la frente y los cabellos. Luego D lo intentó y después C y su hija pero todo era casi inútil hasta que ideamos meter la mano como cuchurucho.
después me alejé un poco hasta el canal y metí las manos en el agua helada. El canal tenía lirios al fondo y se movían por la corriente. El agua formaba pequeños remolinos que aparecían y desaparecían en el canal invadido por musgo. Ya de regreso a San Lucas jugamos un partido de futbol. Yo sólo recordaba aquella agua cuando, desde la portería, intentaba lanzar algun pase exacto para meter gol.

Wednesday, February 06, 2008

Mineral del chico

Hacía casi seis años que no volvía a Pachuca y en este mini puente nos lanzamos hacia allá. El garu se portó a la altura y es un placer conducirlo. Me gustó mucho conducir por las curvas en el parque nacional El Chico y tomarme una cerveza en aquella minifonda que daba a la calle empedrada del pueblo y la iglesia amarilla. Comí barbacoa y pastes a morir y de regreso el tráfico estuvo bastante suave, en comparación con la salida, donde estuvimos casi dos horas varados antes de salir a Indios Verdes.
La última vez que escalé fue ahí en el parque nacional. Subimos a un pico conocido como Las ventanas y desde ahí vimos las tejas y las casitas de Mineral del Chico. Arriba llovió un poco y de regreso todos comimos en un inmenso comedor huevos a la mexicana, frijoles, pan y café y más tarde jugamos cerca de treinta personas a vecinos y esposos y no recuerdo qué otros juegos más.
La primera vez que fui a Mineral del Chico hacía un poco de frío y la neblina inundaba la carretera. M conducía y el Rilva iba de copiloto. Compramos unos esquites y después tomamos por un camino de terracería en busca de una presa para pescar trucas. Cuando encontramos el lugar y pescamos nuestra comida, nos la sirvieron en una mesa de madera inmensa, hecha con troncos rudos y la luz del sol entraba por las ventanas de forma sesgada. No había más que coronas, tres truchas, media docena de quesadillas, sal y chiles serranos pero no necesitamos más. De vuelta al D.F. venimos cantando por la carretera.
Siempre que voy a Pachuca o ese sitio me recuerdo de la primera vez que fui. Tal cantidad de árboles y cuevas se quedan en mi memoria durante un rato. Con seguridad iremos de nuevo. No sé cuando. No sé cuánto tiempo, pero iremos.

Monday, February 04, 2008

Primera señal de que me pongo ruco

Tomo poco... casi nada. Fumo, nel. Hago ejercicio, tampoco. Me alimento saludablemente: frutas, vegetales, carne, pero luego tamales, chocolates, etcétera. En suma, creo ser una persona ni muy muy, ni mal mal. Pero anoche tuve mi primera señal de que la ruquez ya me llega, me llega con un bofetón desde el futuro. Fui a ver Cloverfield Monstruo. A la media hora ya estaba mareado. Faltando quince minutos mejor cerré los ojos porque si volvía a ver esas tomas alrevesadas con giros extraordinarios iba a devolver la comida ahí en el cine. Todavía alcancé a ver algunas escenas. Pero me quedé hasta el final, pestañeaba, vi una impresionante de un bombardero dejando caer bombas (ese J.J.Abrams me cae que es un master) y nada más.
Salí todo mareado del cine, con las manos y las piernas a punto del doblez y llegué a casa a vomitar. (es lo bueno de tener el cine a dos cuadras). Me tiré en la cama y me dormí. Cada media hora me despertaba y me volvía a dormir. Lo curioso es que hace mucho que no soñaba y anoche al menos tuve diez sueños de cataclismos en el Distrito Federal y cómo los sorteaba... bueno, no hay que esperar mucho, con que vengan los campesinos a quemar tractores ya con eso se necesita para sobrevivir un cataclismo en la ciudad de México.