Tuesday, June 20, 2006

El vuelo de Mía

Estoy en casa de O y esperamos que lleguen Grace, Efraín, Ro y Xo para jugar nuestra segunda partida de dominó cubano. La primera la gané yo y estoy un poco ansioso por repetir el triunfo. Mía y Nadja, las gatas de O andan por la casa. Mía se agazapa cada que levanto el trapeador y levanta las patas delanteras para capturar las hebras del trapeador pero apenas lo dejo caer y saltan gotas de agua en todas direcciones, Mía da un brinco y en el aire cambia de dirección para huir hacia la recámara.
O no está. Fue al Wal-Mart a comprar piñas y jícamas para comer mientras jugamos y yo termino de recoger la casa. Me asomo por la ventana y desde el sexto piso se ve pequeño el parquet y los setos verdes parecen algodoncillos. Cuando llega viene cansada, suda y yo sólo le puedo ayudar a poner las bolsas en la barra. Al rato, casi atrás de ella llegan nuestros amigos. Suben las escaleras con mirada curiosa, se detienen en el umbral de la casa, entran como tromba y las gatas sólo lanzan huidas por la casa. Nadja con su paciencia de matrona y Mía con su torbellino recurrente.
Armamos entonces la reunión. Nos sentamos a la mesa con chicharrones, papas, cervezas, refresco, piña y jícama con limón y chile en polvo y empezamos a jugar. O cierra a las gatas en su cuarto y el juego transcurre con calma. Al principio Grace y yo nos alternanos los triunfos pero sólo a la mitad Rodrigo, quien ya llevaba muchos puntos, gana dos jugadas y se nos empareja. O se levanta cada tres jugadas y ve a las gatas y regresa muy tranquila. Vamos a empezar la jugada del 3 cuando O vuelve a levantarse para ver a las gatas.
-Mía no está -nos dice.
-¿Cómo que no está?
-No, no está.
Comenzamos a buscarla. Efraín y Grace van a la cocina, yo a la recámara, Ro y Xo buscan en otras partes de la casa. Luego vemos la ventana abierta. O comienza a preocuparse. Pero si estaba cerrada. Me asomo y busco allá abajo, seis pisos de altura, a ver si la gata está pero no la encuentro. Es de noche y salimos O y yo con una lámpara escaleras abajo. No hay rastro de ninguna caída bajo su ventana pero en una esquina del edificio vemos a Mía. Está agazapada, triste, llorosa, asustada. O la toma y entonces llora del miedo y Mía sólo sigue con las orejas apagadas y la mirada asustadiza.
Vamos al veterinario, me dice pero ya cuando subimos y Mía se endereza y poco y camina hacia su cuarto, entre todos decidimos que es mejor no hacerlo. Si se hubiera fracturado algo o roto algún tendón, estaría maúlle y maúlle. Sin embargo nos quedamos preocupados. Al finalizar, el juego nos da un poco de respiro. En la jugada del tres Rodrigo vuelve a ganar y me alejo del primer lugar por casi sesenta puntos. El sólo cuestión de que él acomode rápido las fichas para que termine en primer lugar y con una polla asegurada de 100 pesos. A ratos O va y busca a Mía y la encuentra bajo la cama, agazapada en la oscuridad.
Al final Ro nos gana. Efraín hace 497 puntos. Todos nos preguntamos los lugares, la puntación final. Quedo en segundo lugar y O en cuarto pero Mía sigue, dentro de nosotros, cayendo esos seis pisos. Cuando nuestros amigos se van dejamos la puerta abierta para que Mía duerma en el cuarto. El domingo se mantiene callada, lenta pero ya hoy, O me dice que ya anda haciendo sus saltos y brincoteos de siempre, que tal parece que comienza a olvidar su descenso felino. Tenemos que poner mallas en las ventanas, pienso, mientras, trato de imaginarme a Mía moviendo la ventana con la nariz y precipitándose hacia los setos.

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