Sunday, November 18, 2007

FILIJ

Es sorprendente la cantidad de personas que asisten a la FILIJ. Niños, jóvenes, madres, padres, hermanos que se pelean por los libros. Una FILIJ tan llena sólo pueda otorgar una esperanza para el futuro: los niños sí leen. Los niños sí quieren leer. Esta semana pasada estuve presentando mis libros en varios municipios de Monterrey y a veces los chicos ponían atención, pero a veces, tosían, se tiraban papelitos, jugaban con sus mochilas, tosían burlonamente. Pero había unos pocos que seguían la lectura con atención, que preguntaban qué le había pasado a tal o cual personaje. Yo estaba atento, pero también muy atento a todos los que miraban por la ventana con la esperanza para que acabara ya esa presentación. Pensé en los libros, claro y en cómo hacerle para que esos libros llegaran a ellos. Preguntense, ¿por qué no hay libros en su casa?, les dije el último día a los chicos en El Carmen Nuevo León. Ellos muy participativos, dieron sus respuestas. Denme cinco razones para no leer un libro y al instante los chamacos aburridos, los que se habían tirado de papeles, los que tosían burlonamente, levantaban la mano y respondían con un dejo de indiferencia, con toda la burla en el rostro y decían: por que son aburridos, porque apestan. (eso dijo uno: porque apestan), que me di cuenta que su pleito en realidad no era contra los libros, sino contra algo que estaba ahí, muy cerca a ellos, una indolencia aprendida a fuerza, tal vez inconscientemente, pero que en el fondo, no era nada contra los libros ni contra la lectura, sino contra algo que ya los abrazaba lejos de toda esperanza, o tal vez, lejos de un hastío que apenas alcanzaban a probar por primera vez (ese hastío del mundo), pero que aunque apenas lo abrazaban, ya comprendían con suma cabalidad. Y no, no era contra los libros, sino contra algo más.
Los noté con tantas ganas de ofender al mundo, de denigrar el mundo, de no sé, de hacer de los libros una quema sincera y universal. Pensé: cómo escribir un libro para esos niños que no quieren tomar un libro. Cómo escribir un libro para esos niños que no tienen ninguna cercanía con la lectura ni con el arte, ni con nada, pero sobre todo, que no les interesa- ¿Deberían interesarles?
Este fin de semana, en cambio, me topé con niños y más niños, con gemelos y chicas con sus madres, con adultos felices por leer libros para niños, con abuelos que querían escribir. Fue una fiesta de alguna manera. Firmé libros hasta cansarme, contento de que Los cazadores de pájaros ahi se vayan abriendo su camino. Luego, por la tarde, en una charla-entrevista en la carpa de la FILIJ, me preguntaban Miguel Angel, el locutor de radio UNAM. ¿Qué es lo que le deseas a tus libros? Me quedé callado por un momento y recordé las reseñas que algunas personas han hecho de Dejaré esta calle y que luego encuentro en internet. Esas reseñas espontáneas de Antonio Mars, de Javo, de Josué, de Iván, de una chica que tiene Dejaré esta calle entre sus recomendaciones y otras reseñas en varias revistas. Respondí: deseo que se sigan abriendo camino ellos solos, porque ya fue la última vez que hablo en público de Dejaré esta calle.
Pero de regreso a casa pensé cómo hacer para que este mundo de los libros llegue a donde no han llegado, a esos chicos de corazón alborotado, que miran por la ventana con el ánimo nervioso, con las ganas de salir de la escuela para irse a la casa a ver la televisión. Hace falta aún mucho trabajo.
Nos hace falta escribir mejor, encontrar mejores historias y tal vez escribir menos, pero mejor.

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