Thursday, December 15, 2005

El millón

En casa nunca hubo mucho dinero pero hubo un momento donde nos creímos ricos. Fue cuando a papá lo corrieron de su trabajo en Pantalones Coloso. Esa fábrica era y es el emblema de mi familia porque ahí se conocieron mis padres. Se enamoraron como todos, por casualidad. Mi papá entró a trabajar ahí como barrendero a los 15 años y cuando lo sacaron, a los 33, era el jefe de la línea de producción. Recuerdo fiestas de pantalones Coloso donde todos los empleados nos chuleaban a mi hermano Jorge y a mi nada más por ser los hijos de "don Toño". Mi papá era importante y eso siempre es fundamental para alimentar la confianza de los hijos.
Además... era uno de los cuatro jefes de pantalones Coloso, una fábrica de casi 300 empleados. pero un buen día la fábrica se fue a la quiebra y corrieron a todos, incluido mi papá. De liquidación le dieron un millón de pesos. Cuando lo dijo pensé: wow, un millón de pesos y se me hacía muchísimo. Pensé que ya éramos ricos. Con un millón de pesos se podría hacer muchas cosas.
Como primer medida mis papas lo pusieron en el banco, en un bancomer. El millón daba al mes un interés muy bueno así que casi creo que con eso nos manteníamos mientras papá encontraba otro trabajo. El millón se convirtió en una especie de ventana de salvación, tabla de flotación y una paz extraña. Era bueno saber que ok, papá no tenía trabajo pero estaba el millón en el banco. Cada 3 de mes íbamos por el interés al banco. A veces acompañaba a mamá y la veía hacer fila y luego meterse el dinero en las bolsas del vestido y salíamos a comprar cualquier cosa de mandado.
Pero los meses pasaron y hubo urgencias. Un día el millón dejó de ser el millón pero yo siempre pensaba que seguía siendo una unidad indesctructible. Una tarde hubo una devaluación. Papá llegó asustado a la casa con la noticia. El dinero se iba a convertir en nada y se decidieron a comprarse algo para invertir. No sé si lo que compraron fue la mejor inversión pero el millón se convirtió en una máquina sobrehiladora pequeñita, pequeñita que más parecía estación espacial que máquina de coser. Claro, me divertí mucho con ella usándola como plataforma de lanzamiento pero al verla, no dejaba de sentir cierto aire de minusvalía porque el millón había desaparecido.
Aún ahora, cuando queremos en casa hacernos a una ilusión o apoyarnos en algo inexistente, mi mamá o mis hermanos hablamos del millón. ¿Y el millón? dice mi mamá y nada más nos reímos.
¿Dónde quedó el millón?