Monday, February 13, 2006

Crónica de un día cualquiera

Me levanto al cuarto a las nueve y siento el frío. Hace frío. Las cortinas se encuentran heladas y más allá de ellas veo un cielo blanco, neblinoso. Y es domingo. Apenas veo al alfombra la encuentro sucia. Creo que ya es hora de limpiarla. En el baño me recibe el altero de ropa sucia. Creo que ya es tiempo de ir a la lavandería y al verme en el espejo pienso: también es hora de cortarme el pelo. Y cuando salgo a la sala y veo bolsas por todas partes, la caja donde dueme el librero sin armas, los sartenes sucios en el lavabo, el desorden de comida dentro del refrigerador, me digo que sí, ya es hora de limpieza. Pero antes, y me asomo por la ventana al pasillo donde ya se reúnen los vecinos, tengo que ir a la junta de condóminos.
Abajo la mayoría anda en pants y sudaderas pero algunas se han vestido muy formales, el pelo recién lavado y el tacón punta de observáme. Tres horas les lleva ponerse de acuerdo en el asunto del cajón de estacionamiento, intentar averiguar qué vecino se roba la correspondencia y al rompe, cuánto cuestan los motores y controles remotos para la puerta de entrada, si tienen o no que destruír parte del jardín para hacer dos cajones de estacionamiento más y quién llevará la administración. Los vecinos se quejan, se pelean, se contentan, sonríen nerviosamente entre ellos, cuchichean a espaldas de quien tiene en ese momento la palabra, reniegan de condóminos que meten dos coches pero al final, se dan la mano como buenos vecinos y cada quien regresa a su casa
Y miro la hora. Ya es la una y cuarto. Salgo en estampida de la casa con el libro de Lo bello y lo triste de Kawabata en las manos y me dirijo al Centro Cultural Telmex. No tengo mucha hambre pero me como unos tacos de alambre y entro al cine a ver Orgullo y prejuicio. La gente aplaude al final, una vez que Elizabeth se queda con el tan emblemático Mr. Darcy y el Sr. Bennet dice: Si alguién viene por otra de mis hijas, que pase, ahorita estoy desocupado. Es increíble cómo la novela de Jane Austen ha sobrevivido y cómo esos moldes de la sociedad victoriana sólo han cambiado de nombre pero siguen siendo los mismos.
De regreso a casa compro un desarmador y me digo. Ahora sí. Armo el librero, acomodo los libros, saco las botellas, por fin pongo la alacena, acomodo mis cuadros, lavo los trastes, me corto el pelo, me baño y cuando apenas me doy cuenta ya son las ocho de la noche y sigue el frío. pero aún así salgo, tomo un poco de dinero y me voy a cenar a los tacos Frontera. Hoy, ayer, los frijoles charros no fueron tan buenos, menos el taco combinado. Vuelvo a casa, intercambio mensajes con Ana y me pongo a leer El hermano gemelo de Sergio Pitol. Qué buen narrador es Sergio Pitol. Victorino Ferri cuenta un cuento tiene toda una retórica tan mexicana que ya me interesa ver cómo se transformará en los cuentos siguientes.
A las diez dejo el libro, apago las luces y me voy a ver la televisión. Son las doce cuando una vez terminado un programa y releído las noticias del día apago la luz e intento no pensar en nada no pensar en nada no pensar en nada para lograr dormirme, pero en el sueño me atacan, al igual que toda la semana anterior, los fantasmas de gente del ilce y de la fundación como si se pelearan por mi alma.

1 comment:

Anonymous said...

Cuántas cosas por hacer e ideas por pensar. Todo eso va al archivo de pendientes.