Monday, April 13, 2009

Nuevamente nos lanzamos a la carretera. Salimos a las doce de la noche de Tehuacán y llegamos a las tres de la mañana a la casa. Me gusta en esos momentos ver el camino, imaginarme a los otros conductores que avanzan los kilómetros con miedo o seguridad ante los fastos de la noche. Desde que hemos tenido coche, creo, nunca hemos regresado a la ciudad de México de día, siempre de noche. Ya sea bajando por Calpulalpan o por la entrada a Puebla o por Cuernavaca, siempre hemos recorrido la ciudad por la noche, con las avenidas casi desiertas que hacen que uno pise el acelerador con algo más de confianza. Nunca, por ejemplo, he cruzado la montaña entre Puebla y el D.F. de día, de regreso. Me gusta esa zona, tiene algo de mágico avanzar entre los trailers que van por el carril de más baja velocidad o dejar atrás autobuses que avanzan por el carril de en medio y poner las luces altas para iluminar las vueltas que aparecen en el camino o ceder el paso a coches que tienen más velocidad que el nuestro.
Los otros tres días de vacaciones los pasamos encerrados en casa. Hicimos de comer (me compré un bote de nueces) y no hubo día en que no invitara al el gordo a comer a la casa y los tres días me dejó plantado. Pero ya pasó la semana santa y ahora lo que sigue es volver al trabajo: a Reyes.

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