Saturday, March 28, 2009

Anoche soñé con el Monterrey de 1901. Salía de la plaza de toros que estaba en Washington y Zaragoza, muy cerca del ojo de agua de Santa Lucía. En las calles de tierra se tendían las vías del tren urbano que pasaba con lentitud con su sonido de hierro arrastrándose sobre hierro. Por las ventanas sucias de la unidad se veía a señoras con altos sombreros adornados con listones y algunos señores iban de pie, enfundados como estatuas en sus sacos de levita. Subí por el puente encima del ojo de agua para ver mejor la ciudad y no tardé en reconocer boguecitos tirados por caballos y niños en shorts de dril que correteaban los perros sarnosos de siempre. Hacía sol, ¿cuándo no lo ha hecho?, y a mi costado izquierdo, miraba de frente al cerro de la silla, se levantaba con pereza el Palacio de Gobierno, con sus muros laterales mordidos por la obra y las columnatas cojas frente a la recién remodelada plaza Zaragoza que apenas si tenía algunas anacahuitas y bancas. Fuera de eso, Monterrey era una ciudad enana. Acaso alcanzaba a verse entre los techos altos al torre mayor de la catedral, porque ni el Casino ni el Palacio Municipal señoreaban sobre las cabezas. Allá iba el tranvía perozoso antes de doblar por Aramberri, para seguir por la calle de Lerdo hasta la avenida Progreso, que estaba a tan sólo dos calles de la calle de la Zona, donde corrían las vías de ferrocarril.
Luego me desperté, pero en el techo de la casa se veía aún aquellas casas, aquellos negocios de fachadas blancas.

Thursday, March 26, 2009

Monterrey revisitado

Qué padre es ir a Monterrey y sentir ese calor bochornoso que te pone una diadema de sudor en la frente, ese aire caliente y seco que barre la explada de los héroes, ese sol metálico que barre la plaza de los 400 años mientras el agua fría resbala por las escamas de poliestireno de la lagartera. Como cosa impensable, buena parte de mis dos días fueron caminar del Palacio de Gobierno al Palacio Municipal. Con A, descubrí un cafecito muy escondido en Arreola y me encontré al bueno de Orlando echándose unos tacos dorados frente a la caseta de un estacionamiento. Con E recordé que la cerveza del Sierra Madre es a toda madre y hasta me gustó el estilo directo de una dependienta que, ofreciéndome una tarjeta de descuento y al ver mi desgana, me espetó un" bueno, te interesa o no", y cuando negué se alegó deseandome una feliz estancia, jajaja. Ya hacía mucho que no caminaba a un costado del Faro del Comercio y descubrí que el agua de la fuente cercana ya es tan verdosa y amarillenta, espumosa, como el agua de las fuentes de la Alameda, en DF. Caminé por Morelos, poco, pero me senté en una de las bancas de la Plaza Hidalgo, frente al monumento al prócer que Bernardo Reyes, otro prócer, mandó hacer de él. Estos meses se me antojan muy divertidos, ¿cómo le haré para dar con la talla, con las palabras, de don Berny? Pasé por su tumba y había coronas y quise ir por su avenida, tan llena de refaccionarias, cantinas y negocios de acero, pero ya no me dio tiempo. Pero qué padre es volver un momento al terruño y descubrir que, aunque la ciudad ya no sea la misma y los violentos la violenten, pues siempre será Monterrey, ese cerrote de la silla a sus espaldas.

Thursday, March 19, 2009

las jacarandas de marzo

Me gusta esta época del año cuando las jacarandas empiezan a desplumar. Las calles se llenan del lila de las flores y los autos o la gente se las lleva entre llantas y zapatos. Y allá arriba aún hay muchas más, penden trémulas en los estilizados ramajes. El clima es apacible, el viento refresca, la tarde incomoda a las sombras, las expande, las aligera sobre empedrados, fuentes y anuncios de refrescos. Me recuerdan otras jacarandas, otras flores, un camino por las calles de Villa de Cortés, una reja, un pedestal con cierto nombre en los muros, una casa con escalera, una mesa, hojas, amigos, fotografías de familia en las paredes, una fotocopiadora que apestaba a tinta y un gran escritorio de nogal donde firmábamos documentos. Eso me gusta de las jacarandas, eso me gusta de aquellos colores, la sensación de estar iniciando algo, de encontrarse en el camino correcto o al menos, en el menos peor de todos.

Friday, March 13, 2009

Ayer fuimos al cine a ver Milk, de Gus Van Sant. Qué gran película. Qué gran actuación. Incluso, hasta Diego Luna no desentona ( por ahí leí que sí, pero nel). Al ver la película me hizo pensar que ya no estamos, como sociedad, en las grandes cruzadas. Lo que hoy impera es el miedo, el oportunismo y el fregar a los demás tan sólo si se compró un coche nuevo. Ah, pero por un momento, al ver Milk, dan ganas de luchar por algo, por lo que sea, comprometerse con alguna causa, pero tal parece que ese es mi principal problema, mi falta de compromiso con los demás. Al menos eso me dijeron y tal vez no tengan yerro aquellas palabras. Lo interesante es que Milk y Slumdog Millonarie de alguna manera reflejan lo poco Hollywood que estuvo la pasada entrega de los Oscares, como si por una pequeña fracción de tiempo premiaran a historias que hablan sobre lo humano y no a los grandes churros de siempre.

Wednesday, March 11, 2009

Dormir, no dormir
Soñar, no soñar
Tirar las herrramientas al suelo
O levantarlas
perseguir los sueños con furia
o dejarlos ir con facilidad
de qué cosas tan frágiles
está hecho el hombre
de cuantas medidas
de cuantos pesos
en que mar de disyuntivas
me convierto
me aislo
me muero