Acaba de llegar Heydi y Paulina y aun les veo el rostro con algarabía por la fiesta del viernes. El motivo era harto simple: Ioio cambiaba de laboro. Ioio se llama en realidad Elena y si hay alguien que sea divertida y con una buena vibra es Ioio. Mandó la invitación desde el lunes y aunque en la oficina había cierto aire de tristeza por su partida (Ioio es una mujer que cuando podía traía pepinos, melones o palomitas para compartir con todos, Ioio es una mujer que cuando escucha a los Straijakets o a Lost Acapulco se pone a bailar sentada en su lugar) ninguno dijo que no iría a su fiesta.
Cuando llegué, casi al filo de las doce de la medianoche, pregunté por Heydi de inmediato y la encontré en el segundo piso de la casa atiborrada por desconocidos y compañeros de otras áreas del ILCE. Sonaba algo de ska y rock y vi en la esquina de la casa oscurecida y de donde salían luces multicolores a un dj que, con un audífono en el oído y el otro al aire, movía las manos y sacaba esa música que alebrestaba a todos. Cuando llegas a una fiesta y ves a dos compañeras seriecitas siendo besadas por sendos desconocidos, a Ioio con cerveza en mano cobrando 10 pesos la chela y a gente bailando en las escaleras o en la sala sabes que esa fiesta no te la debías de perder.
Bailamos, cantamos, bebimos. La fila para entrar al baño era kilométrica. Heydi andubo esparciendo su natural locura por todas partes, Omar, el mushasho, como le digo, hacía sus chistes de siempre, Javier andaba con aire de modelo y yo simplemente ejercía el baile, la risa, el saludo. A veces me encontraba con Ioio y le decía cosas para hacerla reir y ella me contestaba con su tradicional: eres un payasillo. Música, desequilibrio, pláticas de todo y nada mientras estas baile y baile fueron esa fiesta de Elena.
¿Te gusta bailar, verdad?, me preguntó Alejandra, la hermana de Elena, quien no dejaba de aplicar el quiebre de cintura, el subir y bajar de hombros, los pies juntillas y las rodillas locas mientras bailaba con ella. Algo, le contesté y me acordé de Rous quien me enseñó, no a bailar, sino a sentir la música. Poco a poco se fue yendo la gente. Cuando el novio de Heydi llegó por ella nada más vi cómo se le iluminó el rostro. Me sigue pareciendo sorprendente que aunque tienen como tres años de vivir juntos el rostro de Heydi se ilumine cuando lo ve. Luego tuvimos que salir de guardianes de unas compañeras que no querían que se pasaran con ellas otros, hicimos grupos, círculo de baile mientras las papas y la cerveza pasaban con rapidez. ¿Es un descaro la fiesta? Así es. ¿Qué fiesta no lo es?
Luego, cuando me fui a dormir, cerca de las cinco de la mañana llegué a casa y tuve un sueño rico. Soñé que en esa fiesta llegaba César Gándara con Abi y la hija de ambos. Soñé que bailaban (había visto a Gándara finalmente ese viernes después de más de dos años sin verlo) y después de ellos aparecía Ana Mercedes con Miguelito y se metían en la fiesta. La vida, creo, debe de ser como una gran danza de corazones henchidos, de manotazos, de pasar al centro del círculo y sin más ponerte a bailar así sea reggee, ska, surfer o salsa. lamentablemente o más bien, afortunadamente también es otras cosas. Ioio cambia de laboro decía la invitación. Hoy ya no vino a trabajar pero todos mis compañeros y yo al vernos tenemos una extraña mueca de complicidad que Ioio nos ha compartido.
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