Ayer mientras me lavaba las manos en los sanitarios de Cinemex Gran Sur escuché a un niño que le preguntaba a su papá: ¿Papá, los Estados Unidos son malos? Miré por el espejo y vi al niño: unos diez años, playera de las águilas; y luego al papá: un hombre chaparro, corte estilo militar, papada dura. A ver qué le responde, pensé.
Pero el padre fue, orinó, se lavó las manos y el niño se quedó siempre a su lado mientras el hombre iba a sacar papel para secarse y luego al bote de basura. Y los seguí, curioso, para ver si el hombre le respondía algo y ya mejor el niño se dedicó a asomarse por el mostrador donde crujientes y doradas palomitas rebotaban unas contra otras y salía espumosa la coca-cola de las máquinas y todo olía a chocolate y mantequilla.
¿Papá, los Estados Unidos son malos? Y el hombre nunca respondió. Tal vez no sabía. Tal vez le daba hueva contestar. Tal vez como era 11 de septiembre más valía no aventurar juicios sumarios o endechas por una nación todavía dolida. O simplemente le dio hueva. Como dice Carl Sagan. A veces nosotros, los adultos, somos los que les enseñamos a los niños a ser ignorantes y no preguntarse cosas. Les enseñamos el No y el qué hueva mexicanizando lo que dijo el físico. ¿Son malos los Estados Unidos?
2 comments:
Triste es en este vida no tener respuestas... pero lo realmente trágico es no tener preguntas...
Pues si... la infancia es la edad propicia para gestar a seres "racionales y críticos", ya sabes, te da por la pregunadera por querer conocer al mundo, cuando encuentras las respuestas pues entiendes y surgen más; aunque no subestimes a ese pequeño, quizás sea de aquellos duendes que buscan las repuestas a toda costa para entender a su mundo.
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