Wednesday, February 06, 2008

Mineral del chico

Hacía casi seis años que no volvía a Pachuca y en este mini puente nos lanzamos hacia allá. El garu se portó a la altura y es un placer conducirlo. Me gustó mucho conducir por las curvas en el parque nacional El Chico y tomarme una cerveza en aquella minifonda que daba a la calle empedrada del pueblo y la iglesia amarilla. Comí barbacoa y pastes a morir y de regreso el tráfico estuvo bastante suave, en comparación con la salida, donde estuvimos casi dos horas varados antes de salir a Indios Verdes.
La última vez que escalé fue ahí en el parque nacional. Subimos a un pico conocido como Las ventanas y desde ahí vimos las tejas y las casitas de Mineral del Chico. Arriba llovió un poco y de regreso todos comimos en un inmenso comedor huevos a la mexicana, frijoles, pan y café y más tarde jugamos cerca de treinta personas a vecinos y esposos y no recuerdo qué otros juegos más.
La primera vez que fui a Mineral del Chico hacía un poco de frío y la neblina inundaba la carretera. M conducía y el Rilva iba de copiloto. Compramos unos esquites y después tomamos por un camino de terracería en busca de una presa para pescar trucas. Cuando encontramos el lugar y pescamos nuestra comida, nos la sirvieron en una mesa de madera inmensa, hecha con troncos rudos y la luz del sol entraba por las ventanas de forma sesgada. No había más que coronas, tres truchas, media docena de quesadillas, sal y chiles serranos pero no necesitamos más. De vuelta al D.F. venimos cantando por la carretera.
Siempre que voy a Pachuca o ese sitio me recuerdo de la primera vez que fui. Tal cantidad de árboles y cuevas se quedan en mi memoria durante un rato. Con seguridad iremos de nuevo. No sé cuando. No sé cuánto tiempo, pero iremos.

2 comments:

mangelacosta said...

No en balde los pachuqueños sabemos y decimos que nuestra tierra es capital del mundo y sucursal del cielo...
Saludos

José Luis said...

Te envidio Antonio.

Te cuento que el lunes quise pasarmela trabajando en casa aprovechando el día feriado, pero mi abominable jefe me habló para que me viniera a trabajar.

Qué bueno que aún tu te puedes dar esos lujos.