Wednesday, August 06, 2008

Mi calle

Imagino que se muere lo mismo de enfermedad que de nostalgia. Llega un punto en el cual, si la vida es demasiado larga, en la que o sólo traes abulia o bien, una nostalgia incendiaria por todo lo que se fue. Eso pensé cuando leí Confieso que he vivido, de Neruda. Leer sus últimas cartas sobre sus amigos muertos me hizo sentir tal empatía por el poeta chileno que incluso en mi cursi sentimentalismo, le escribí una carta.
Será que a mí siempre me está preocupando o estoy pensando en los tiempos del fin. No pienso en la vida llena ni en cómo se me llenará de hijos o de ansiedades, sino en cómo será cuando todo aquello ganado sea algo ya perdido. Será que estimo a la nostalgia como un bien y no como un mal. A veces pienso en aquellos años que se fueron cuando jugaba con el resto de los chicos de la cuadra. Veíamos televisión en casa de un vecino y jugábamos al atari, pasándonos el control sudoroso porque nunca jugamos atari antes del futbol o del beisbol. Y esos chiquillos, todos son lo que nunca pensé. Mi primo Héctor estuvo a punto de morir por convulsiones y hoy es padre de una niña y un niño. Son tan desconocidos para mí, a diferencia de lo que creo conocí bien a mi primo Héctor durante un tiempo. Mi primo Pepe aun no se casa. Le gusta el heavy metal. Nabor murió y hace días me hicieron recordarlo en una presentación. Nati se casó pero vive en un cuartito al fondo del terreno donde está la casa de su madre. Jaimito o Jaime, era muy bueno para inventar historias. Jaime Piñas le decíamos. Todo mundo aseguraba que terminaría siendo un gran abogado y lo curioso es que ahora no sé ni en qué trabaja.
Así puedo ir diciendo la radiografía de un tiempo ido y se me calientan los dedos de la emoción al recordar la vieja casa de don Jaimito (no era cartero sino carretonero). Cuando el balón se volaba a su casa teníamos que estar ahí platicando con él hasta que nos los devolvía. Qué soledad la de aquel viejo. Una vez nos contó que lo habían apuñalado en San Francisco y nos mostró orgulloso la cicatriz de la herida que le había tronado un pulmón.
Del resto, poco se sabe. frente a la casa vivía el dueño de más de nueve camiones de la ruta de la colonia. Hacerle la parada a alguno en el centro y ver que lo conducía él o alguno de sus hermanos era medio bochornoso porque no nos cobraba, pero al mismo tiempo se sentía muy bien saber que teníamos amigos con "influencias". Antes de la crisis del 94 don Chávalo, como se llama, intentó adueñarse de toda la ruta pero el tiro el salió por la culata. Terminó acabándose sus camiones en una ruta que iba por malos terrenos y sin tanto pasaje. Le embargaron la casa y si bien se mudó a un par de calles ya nunca tuvo el poder que de alguna manera le estaba destinado.
Todos viboréabamos a sus hijas por guapas y por apartadas. Sólo una vez se dignaron a jugar con nosotros, una noche, cuando el calor reblandecía hasta los aires de riqueza.
Riri y su esposa también se cambiaron. No sé qué fue de ellos. Tenía una hermana cuyo nombre no recuerdo ahora, que se había casado con un tipo allá en los United. Volvieron en una época de vacas flacas y me pasaba las noches platicando con ellos. Les mostraba mis primeros textos y ellos me tomaban en serio. Tal vez fue su ánimo el que me hizo pensar que tal vez en esto había futuro. Nunca más he vuelto a verlos. Luego en su casa vivieron unos chicos que vendían drogas y cuando se fueron llegó una familia más callada de la que no sé nada.
Toño Loco se fue a los Estados Unidos y me dice su mamá, Martha, que tiene dos hijos y un negocio. Qué bien por él. Toño Loco, por algo le decíamos Loco, era bravo, bailador y saleroso. Me gustaría luego verlo aunque no sé para qué. Así podría seguir con esta charla. La nostalgia una vez que abre sus puertas es infinita.

3 comments:

CUANDOLASCHICAS said...

Como ama uno la nostalgia, no?

Una vez lei una frase, decia que cuando uno regresa a su pueblo, no es la vieja casa lo que extrañaba, sino la niñez

La escribo apenas y ya se me humedecen los ojos recordando mi vieja casa de infancia, que en realidad era la de mis abuelos.

Yo la recuerdo enorme, con techos altisimos y un patio en el que yo pensaba que podria meter un circo

Cada que regreso al pueblo, debo pasar por el lugar donde estaba, ahora es una pequela serie de locales, calculo el terreno que ocupan y me doy cuenta que las dimensiones en mis recuerdos son irreales, pero... que mas da?

Nada nos pertenece sino en el recuerdo

José Luis said...

CORRECIÓN: Pablo Neruda nació el 12 de julio de 1904 en Parral, VII Región del Maule, CHILE.

Es uno de los poetas más editados e influyentes del siglo XX en todo el mundo, el más leído desde Shakespeare, según el crítico y biógrafo Alastair Reid.

Ahora prosigo:
Esa forma de ver la vida con nosalgia a mí me fasina, de eso están hechos mis textos, de ese aire que para muchos suena nauseabundo, pero que a mí me huele a libro y papel, a grafito nuevo y recuerdos revividos.

Me gusta mucho que me cuentes de tu pasado, no sabes cuánto lo disfruto.

Buena salud a todos.

Anonymous said...

Oie!!! y en que termino lo de la dieta!!! y la acupuntura?