Wednesday, September 30, 2009

Miércoles, 12:28

11:02.- Me despierto. No entra nada de luz y compruebo que las cortinas de los hoteles son fabulosas. Aún así salgo de la cama y cuando veo que falta sólo una hora para hacer el check out, despierto a O y entramos en ebullición: buscar los cargadores, acomodar la ropa sucia, revisar la ropa limpia, que las cámaras fotográficas no se pierdan, tirar lo que tenga que tirarse. La televisión escupe una película de las mexicanas, de la época de oro. Al rato toca una mujer y cuando abro me dice que sólo está revisando. Me pregunto qué revisa: ¿que la gente sí abre las puertas cuando tocan? ¿Que algunos no?
12:37.- Fui a este restaurante con Raúl, hace muchos años. Entonces éramos más jóvenes (oh, cómo se va la vida sin darnos cuenta). Entonces él tenía una chica muy agradable, que después dejó. Pedi una trucha al salmón, muy rica. Ahora que voy con O es demasiado temprano y un pescado no es una opción. Aún así pido unos chilaquiles rojos con bisteck. La carne, mala. Parece que sólo en el norte se puede comer carne estupenda.
2:24.- El pueblo se llama Tócuaro. Afuera de la casa está el letrero del artesano de máscaras. El humo de una fogata nos recibe. La mujer se queja con nosotros, dice que la situación está muy mala, que no han vendido nada y que las máscaras es lo único que venden. Un par de gatos duerme la siesta junto a un pequeño escalón. Los niños corretean. La mujer me muestra más de cincuenta máscaras, algunas buenas, otras no tanto. Comerciales, dice. Al fin me trae unas, hechas sobre pedido. El hombre no ha pasado en tres meses. Le compro una, que es réplica de una más vieja, tallada por un hombre que ya murió. Sólo hay dos máscaras iguales en el mundo, me dice. Quedamos de pasar a las cinco por ella, pintada.
3:45. Quiroga es un pueblo donde termina el circuito que recorrer el lago de Patzcuaro. Andamos buscando unas cajas porosas que O vio en Patzcuaro. Las encontramos. Me dan ganas de comprarme una ambulancia y una grua que seguro son excelentes regalos, pero no lo hago. Camino al banco paso por la famosa hilera de carnes de Quiroga, cerca de diez puestos venden unas apetitosas carnitas. La carne se amontaba sobre tablas de madera lustrosas por el aceite. Un par de perros pelean en la calle.
5:50. Me tomo algunas fotos con los maestros artesanos. Son tres, un anciano, que pule una máscara, aferrando la madera entre las piernas y dándole con un mazo y una gubia. Otro, un joven, muerde la madera con un armón y las tiritas del aguacate se despabilan sobre el piso. Al final veo una máscara que seguro querré comprar, un anciano con barbas y cabellos blancos hechos con piel de borrego. Salimos contentos de la casa. Sin embargo, ésta no es la mejor máscara que compré en el viaje.
9:23.- Otra cosa por la cual estar enojado con FECAL. Ayer fue a inaugurar la nueva iluminación de una zona del centro histórico de Morelia. Todo el centro estaba cerrado. Esa era mi única vía para llegar a la libre a México. Terminamos preguntándole a unos soldados por la México Cuota y nos enviaron al cerro, a los raros circuitos que dan al campo de golf Tres Marías. Desde las alturas se descubre la ciudad purépecha y no sé porqué recuerdo una imagen que O me dijo, de Eréndira en su caballo blanco, guiando a los tarascos contra los españoles, pintada en el mural de la biblioteca pública de Patzcuaro.
12:22. La carretera no tiene fin. La veo adelante, descubriéndose ante las luces del coche a los cincuenta metros. Los bordos son afilados. Los fantasmas se incendian ante la cálida caricia de las luces de alógeno. Subimos cuestas. Las bajamos. Un autobús me rebasa y tardo casi quice minutos en alcanzarlo de nuevo. Finalmente lo dejamos atrás. En Atlacomulco, una señora vende tacos y "factura tacos y guisados". Está sola en su puestecito a un lado del camino. Al fin llegamos a la caseta. Terrible pueblo éste, el de Atlacomulco. Con pocas gracias y casetas para entrar y salir de él.
1:05. Llegamos. Finalmente. El viaje ha terminado.