Monday, September 07, 2009

Varado en Avenida Zaragoza

Había empezado a llover desde la carretera a Puebla. Cuando cruzamos esa ciudad el agua ya había inundado pasos a desnivel y retornos. En uno de ellos un coche estaba inundado hasta las ventanillas y el conductor intentaba marcar por un celular que intuímos no funcionaría. O habló desde su cel a protección civil y al menos, espero, quedaron en enviar a los bomberos. Y sin embargo, esperaba que a pesar del caos que habíamos visto en Puebla, toda aquella parafernalia no nos recibiera en la ciudad de México, pero sí lo hizo. Apenas tomamos calzada Zaragoza y vimos los coches detenidos nos dimos cuenta que la mala suerte ya nos había tocado. Esperamos ahi, avanzábamos unos pocos metros y nos volvíamos a detener. En una de esas vimos que la lateral tenía tráfico fluido y creo que ahí fue donde inició la aventura: siguiendo a más coches nos trepamos al amplio camellón, el coche patinó un poquito pero finalmetne salimos a la lateral para avanzar bien unos 500 metros y volver a detenernos. Aquello dio paso a una laberíntica expedición por una colonia y calles por las que sé no volveremos a pasar. Un hombre, bajo la lluvia, guiaba a la hilera de coches que buscana, como ratones en un laberinto, la salida de aquella colonia. No supimos en qué momento, sin embargo, volvimos a salir a Zaragoza, sólo que ahora por un puente, creo que el de San Juan. Desde ahí vimo la avenida despejada y pensamos que tal vez con el rodeo ya habíamos dejado atrás la zona inundada. Volvimos a tomar la avenida sólo para encontrar un tráfico aún peor que el anterior. En ocasiones, con el motor y las luces apagadas, todos los coches parecían autos abandonados en la noche, aunque de vez en cuando pasaban chicos coreando alguna canción y un viejo que caminaba con los brazos tras la espalda. No sé qué hubiera sido de nosotros sin esas dos horas de El Hueso que nos animaron con chistes políticos e irónicas y fenomenales canciones. Al final llegamos al inicio del atolladero. Antes de la salida a Viaducto se encontraba la inundación. Sólo alcanzaban a pasar los autobuses ADO y similares que levantaban aguas espumosas. Varios coches estaban varados y la gente miraba, fuera de sus automóviles, aquella agua mansa y terrible. En algún momento un pequeño tsuru se aventó y tras él otro y otro coche. Fuimos, creo, los décimos en meternos al agua, esquivándola como podíamos, fastiados de más de seis horas de tráfico, casi una hora nos tardamos en pasar la estación Agrícola Oriental, pero al mismo tiempo con el miedo de quedarnos varados a mitad del inmenso charco. Sin embargo el motor aguantó, valientemente aguantó, cuando todo el camino habíamos venido ninguneando al cochecito rentado, echábamos de menos nuestro coche en la agencia que espera ciego la llegada de un faro para terminar su compostura. De ahí a la casa, fue no más de quince minutos, aunque aún estuve a punto de meterme al otro embrollo frente al aeropuerto, pero lo esquivé a tiempo. Finalmente llegamos a casa y la pequeña aventurita terminó. Diez horas de manejo constante y estresado. Con razón hoy me dijeron, al verme salir del trabajo: te ves bien amolado. Pues si.

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