Goldberg, Gould y Glantz
La lluvia arreciaba (se dice que en el sur de la ciudad provocó inundacionesde dos metros de altura). Finalmente encontré un café. Pedí de cenar y mepuse a terminar de leer el libro El rastro de Margo Glantz. En el libro,Nora García me platicó de Juan, de las variaciones Goldberg de Bach,interpretadas por el pianista Gould dos veces en su vida ( una de muy joveny otra cuando ya era viejo) (una duró 37 minutos y la otras 51).
Afueraseguía lloviendo. No dejó de llover desde las seis hasta las nueve de lanoche. Cuando terminé la novela seguía lloviendo. Nora García ya se habíaacabado y Margo Glantz, la autora, a esa hora, imagino estaría en su casa, oen una clase o leyendo sobre otro autor sin sospechar que alguien la leíabajo la lluvia en un café muy cerca del metro Chilpancingo a donde habíahuido con la esperanza de que pasara la lluvia y pasara la gente dentro delmetro y pasara el fastidio de la lluvia. (Llovió desde las seis hastapasadas las nueve de la noche).
No vi ninguna historia que contar después,en la calle. Y en el metro había la gente de siempre y el tren pasó con el mismoruido de siempre y adentro encontré a la gente con el aire de fastidio desiempre, salvo que ahora mojados y las bastillas de los pantalones negruzcospor la lluvia. Llevaba el libro bajo el brazo. O mejor, llevaba ellibro en la mano mientras lo abría para volver a matar el tiempo y volver aleer sobre Gould cuando tocaba las variaciones Goldberg en los estudios deColumbia Broadcasting Company. Y cuando salí del metro y abordé la líneaverde y vi a otra gente que se parecía a la misma gente de siempre como meparezco yo a tantos y tantos, como me confundo yo con tantos y tantosrostros anónimos y con tantos y tantos desconocidos (porque sólo me conozcoyo, a ciencia cierta, sólo yo sé cuando me duele el corazón o cuando tengohambre o cuando deseo ver a alguien conocido) (como ayer cuando buscaba elcafé para huir de la lluvia y me dije, ojalá y conociera más gente en estaciudad para invitarla a tomar un café y no tener que leer esta novela queaunque muy buena, no debe de ser tan buena como una charla que lo mismopuede hablar del metro, de los tantos y tantos rostros anónimos o de lasvariaciones Goldberg.
Dice Nora García, dice Margo Glantz a través de NoraGarcia, el personaje de la novela de "El rastro", que la vida es una heridafugaz. Y dice Nora García, (dice Margo Glantz en realidad, que en estemomento se encuentra en cualquier otro punto de la ciudad y no en el metrocamino hacia la UNAM) que dijo Pascal que el corazón es un órgano de larazón que sólo se entiende a través de lo irracional (al menos esorecuerdo que viene en el libro). Yo le creo. Porque en ese momento en elcafé mientras leía, mientras el metro estaba atestado de gente, pensé, dije:
“Me dije a mi sólo, que el único que me conoce soy yo. Y que también, seríamuy bueno, agradable, como un latido salvaje en el corazón, conocer aalguien más en esta ciudad para hablar. O que la razón me dice: ya vete,regresa a Monterrey un rato. Vuelve. Atiéndete. Pero la sinrazón, elcorazón, me dice: espera. Espera y quien sabe si encuentres lo que buscas. Oquien sabe si deja de llover y dejas de leer esta novela y sales a la calley te mojas hasta el cuello. Pero mi corazón y mi razón no llegaron a ningunacoordenada fija.”
Así que estoy aquí, escribiendo, tendiendo puentes, como digo, no olvidando,como digo, manteniendo la ilusión del no anonimato, del que eres y soytambién mientras otros me leen (así y nunca contesten, al fin y al cabomientras lean estaré bien). Como me pregunto ahorita ¿Dónde andará MargoGlantz? ¿Escucharé pronto las variaciones Goldberg de Bach interpretadas porGould? ¿Me iré o me quedaré? No lo sé. Pero sigue lloviendo afuera. Sigoleyendo El rastro. Allá abajo el metro sigue atestado de gente y yo leo,releo, que la vida es una herida fugaz, que el corazón late a 100pulsaciones por minuto, que mi corazón, en este momento late a 100pulsaciones por minuto y que cuando ustedes lean tendrán su corazón, pequeñoo grande, ahí alojado debajo del esternón, latiendo acompasadamente,bombeando sangre a los pulmones, al cerebro, cobijado por una capa de pielque lo protege. Su corazón donde se supone está el alma, los sentimientos,el odio, donde la sangre va, y se revuelve. Su corazón a donde espero llegarcon estas palabras. Que al fin de cuentas no son mías. Son de otro que escribe. A.
p.d. Lean a Margo. Léanla y entenderán que este correo es un homenaje anónimo a esa novela.
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