El metro avanza con lentitud. Dentro de los vagones se pasea un calor bochornoso, una estampida de sudores y aire caliente se estaciona dentro del carro. Arriba, apenas salgo, un golpe de fresco y el sonido de la calle me recibe. A Pabellón Polanco, le digo al taxista. Llego al cine donde me veré con Laura y sus compañeros de trabajo y mientras subo por las escaleras eléctricas los veo llegar a paso lento, distraído. La película seleccionada es Golpe Duro: una cinta donde Adam Sandler repite los lugares comunes de los personajes que interpreta: un hombre mediocre pero bueno y que al final será redimido por sus acciones logrando una mediocridad hermosa y sana. Un compañero de Laura dice: Falta una hora para la película, entremos al YAK. Vamos en grupo, perseguidos por el calor que aún a pesar del aire acondicionado del Pabellón logra entrar debilmente a los pasillos.
En el YAK nos atrincheramos en una mesa cerca al sitio donde salen los números en las pelotitas. El juego es simple. Tienes que llenar una línea horizontal. Si la ganas gritas: Línea y al instante un eficiente edecan toma tu papeleta, grita el número de esta y confirma el triunfo mediante una pantalla electrónica. Después de la línea gana el que llene toda la papeleta y grita YAK!!! Fue en el quinto juego donde tocó jugada doble especial. A mi se me tensaban los músculos del brazo mientras iba llenando mi línea. Miré bien y faltaban el 31 y el 11 para completar mi juego. Salió el 31 y mi tensión fue en aumento. Cuando cayó el 11 grité moderadamente: ¡Línea! El edecán se me acercó y tomó la papeleta. Tenémos ganados, papeleta No. 12640. Laura y los demás sonrieron de gusto. Belindia, como le dicen a una compañera de Laura hizo como si me entrevistaran y yo dije que todo se lo debía a mi familia y que el triunfo se lo dedicaba a mis padres. Cuando me trajeron la charola con el premio de 27o pesos me acomodé en la silla a gusto y nerviosmente guardé los billetes en el pantalón.
La película con Sandler fue relativamente buena. Sandler interpreta a un tal Crew que en el pasado jugaba futbol americano y fue expulsado de la NFL por vender un partido. Después de robarse el auto de su novia termina en la cárcel donde, por inverosímiles azares de la vida, termina formando un equipo de desadaptados criminales que formarán un equipo de futbol. Plagada de lugares comunes, desde poner música afroamericana (gracias a Fox decir negros será políticamente incorrecto) y maniquea en todos los sentidos: los criminales son los buenos y los polis los malos; la película muestra el desarrollo del juego y la revelación de que Sandler (Crew) logra finalmente ser redimido de su pasado.
El partido también tiene sus asegunes desde hacer más débiles a unos presos que terminarán por ganar con anotación de último minuto al más puro estilo gol de oro. Sin embargo tiene sus momentos donde sinceramente me reí sin censura. Mean Machine se llama el equipo. Mean Machine.
Cuando salimos de cine un hombre de traje negro casi nos embiste. Lo esquivamos y lo vimos cómo iba corriendo por el pasillo con linterna en mano. ¿Qué pasó? preguntó Laura con ese bien marcado acento de Chihuahua. Quien sabe, le dije. Esperé en el pasillo y cuando el grueso de la gente salió al fondo apareció un señor grande, con bastón, con su esposa al lado e imagino su hijo. Y después apareció el hombre de traje negro, un guardia de seguridad y en medio de los dos un muchacho delgado con camiseta desgastada y pelo lacio que le cubría la frente. Cuando se fueron acercando el muchacho se quejaba y lo fueron a dejar en una mesa del cine. Sentí coraje por el robo pero después cuando sentaron al muchacho en la mesa mi coraje disminuyó. El muchacho abrió la boca, lanzó un gemido entrecortado y esposado, comenzó a llorar. Embarraba el rostro contra la mesa fría. Pensé en Mean Machine y que esa noche el ladrón pasaría en la cárcel y que tal vez de esa noche vendrían más noches y que esas lágrimas se convertirían en la preocupación de la madre del muchacho.
El resto del grupo con el que iba terminó por alcanzarme y salimos del cine. Volví el rostro dos veces y el ladrón seguía llorando con la frente apoyada en la mesa. Mean Machine me dije otra vez. Afuera abordamos dos taxis y nos dirigimos al Hotel Camino Real donde todos ellos se hospedan. A un lado de los elevadores hay una fuente llena de piedras bola y el agua clara y azulada por las luces de neón se contenía mansa hasta los bordes de la fuente. Llevaba 270 pesos arrebatados a la suerte y cuando salí pensé en el muchacho sin condenarlo. Una vida más que esa noche estaría ante la ley. Una vida más que por gusto, afición o necesidad estaría ante la ley para ser juzgado por sus actos. Mean Machine. No creo que haya equipos bonitos de americano en nuestras cárceles.
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