Wednesday, November 23, 2005

Los pequeños dueños

Salí tarde de la Fundación después del taller de Orlando y de corregir algunos textos. Don Ciri me abrió la puerta y dijo: "¿hace frío, verdad?" Y miré al cielo, no sé porqué, y le dije: "Sí, ya se vino el frío". Iba con una chamarra que no protege mucho así que metí las manos en las bolsas y avancé a paso lento por esas calles de la colonia Juárez que huelen a colonia vieja. Traía hambre. Eso era muy cierto. Casi no había logrado comer nada sustancioso, como decía mi abuelo cuando se iba a tomar un pulque: "deme algo sustancioso", decía y le traían un curado de guayaba o de tuna.

Crucé la avenida Chapultepec y me dirigí a un puesto de tacos al que me he hecho aficionado. Para mi sorpresa había cuatro hombres cenando. Uno era chaparro, llevaba un traje de esos de mal gusto y bajo él, un sueter. El otro, medio gordo, blanco, con lentes, llevaba una gran chamarra negra con el logo de Televisa. Los otros dos brillaban por su grisura. Les calculé unos cuarenta años, o acercándose a los cuarenta años. Y el aire helado pegaba sobre el puesto pero de la plancha salía un vapor que se abría paso entre las rachas y me llegaba tibio a la nariz.
-¿Entonces qué? -preguntó el del traje- ¿quién se va a meter con Sandrita?
Lo dijo así, entre las mordidas de sus compañeros a sus tacos.
-Yo paso -respondió el gordo.
-uh... chale, por eso te deja tu mujer y se lleva a tus hijos -respondió el del traje.
-Oye ¿y qué? ¿Va a haber chupe? -dijo uno de los grises-. Porque si no hay chupe yo no voy o me llevo mi botellota de Appletón a la fiesta.
-A huevo que va a haber chupe, pero llévatela. Yo siempre tengo una en mi locker. Lo mejor es el Torles, pero el appleton aguanta.
-quiero pedir vacaciones, el 28 -dijo otro y el del traje contestó.
-pídelas ya, porque Susana va a pedir ese día y se lo van a dar.
-Oh... a esa siempre le dan los días que quiere.
-Estarás de acuerdo conmigo que es mujer... y pues, ya sabes las movidas que tiene.

Siguieron hablando del trabajo, de las botellas, de las veces que han llegado borrachos a las cabinas de Televisa. Hablaron de los mejores congales y salones de salsa del centro histórico y de lo bien que sabe la Appleton. Tiraron mierda contra sus jefes, se cabulearon, se alabaron por ser bien chingones y de cuando en cuando maldecían a las mujeres por arribistas en el lugar, añorando esos tiempos donde en Televisa sólo mandaban los hombres. Yo nada más los miraba y hasta el hambre se me quitó.
-¿Tonces quién se tira a Sandrita? Ya le sabe y dice que su marido ni se entera.
-Yo ya le hice ahí -dijo el del traje- y no hay falla.
El gordo, el de la chamarra con el logo de televisa, negó.
-Yo paso.
-Pinche gordo, por eso te deja tu mujer. Si quieres en navidad te vienes a mi casa para que no estes tan solo.
Y miré al gordo quien se puso rojo y espetó un: cabrón, eso dices y luego andas, como siempre, traicionándonos para quedarte con unas migajitas. Cuando llegó la hora de pagar, el del traje de mal gusto extendió un billete de doscientos pesos. "Cóbrese", le ordenó a la señora. Uno de los hombres grises dijo: "de una vez todo, ¿no, mi Mike?" Mike, que se limpiaba los dientes con un palillo negó con la cabeza. "No, nada más los míos".
Y se fueron los cuatro en la noche, con el frío. Oí sus risas en la calle. Se sentían los dueños de la noche con sus mini tranzas, sus familias dejadas, sus aventuras con casadas en el jale, se sentían los dueños de la noche mientras echaban pestes de sus jefes a los que, al verlos, reverenciaban.
-¿Ya no va a querer otro, joven? -me preguntó la señora. Le dije que no. Luego regresé al frío y cuando iba a entrar al metro volví a verlos, detenidos junto a un puesto de peliculas pirata. Regateaban el precio de un vcd. Y sólo pensé: qué cabrones.

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