Tuesday, January 09, 2007

Don Rafa

Llego y no encuentro a don Rafa en la puerta del edificio. Además, no tengo agua y el recibo de luz me espera tras la puerta. Al par de horas salgo y la silla donde se sienta don Rafa sigue vacía. Me preocupo. Al día siguiente veo a la esposa del portero. ¿Y don Rafa? La mujer nada más suspira. Ay, joven, fíjese que se nos enfermó. Si, feo, en los días de fiesta. Le dio una cosa en los pulmones y se le complicó con una enfermedad en el corazón. Ay, joven.
¿Y sigue en el hospital?
No, joven, ya salió. Está allá arriba, en la casa, recuperándose.
Ah, pues, qué bueno, eso quiere decir que está mucho mejor.
Pues sí, joven, gracias a Dios ya está mejor.
Al rato subo y lo veo.
Ándele, joven, ándele, le dará mucho gusto.
Don Rafa. Al rato subo y lo veo. Me abre la señora. Encuentro a don Rafa acostado en la cama, el cuerpo robusto, la mirada un poco desmejorada. Pero sonríe al verme.
¿Ya llegó?
Sí, le contesto mientras veo su casa.
Y llegando y chingado, eh... así debe de ser.
Y me empieza a contar cómo le fue. Y yo nada más lo escucho. Atento. Es lo menos que uno puede hacer cuando otro te cuenta sus enfermedades. O sus tristezas.

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