No dormí bien ayer. A las dos de la mañana me levanté con la certeza de que era ya madrugada pero no era así. Me asomé por la puerta abierta del cuarto de Ana y me sorprendí que aún no llegara en casa ya que generalmente el que se desvela y llega muy tarde soy yo. Luego me volví a acostar aunque el sueño no lograba caer con su peso, ni acaso me arañaba los ojos.
Es el aire, me dije, así que abrí la ventana y un ramalazo de aire helado se vacío en el cuarto y cuando menos me di cuenta ya estaba dormido. Soñé que estaba en casa, en mi cuarto, acostado por no poder dormir. La cama temblaba y del cuarto de Ana salía su voz diciendo que estábamos en un temblor. Yo me levanté asustado y me asomé por las escaleras donde unos policías no dejaban salir a la gente. Argumentaron que debía de haber orden para salir. Yo les grité que las vidas valían más que cualquier orden.
Bajé de pocos saltos y cuando me encontré afuera, en boxers y camisa blanca, me di cuenta que había dejado dentro de la casa mi lap con mis historias, mi incipiente colección de máscaras, el saxofón de mi abuelo y mis libros. A un lado los otros edificios seguían tambaleándose indecisos y la tierra lanzaba un gemido ronco y largo. Luego miré bien y vi cómo mi edificio se desplomaba perezosamente hacia abajo como si una mano poderosa hubiera oprimido encima de él pero a la mitad el edificiio cayó a un lado levantando un caos de polvo y silencio.
Pensé que en ese momento había perdido todo y me dio un dolor agudo en el pecho. Pero al rato vino una señora y nos dio una colcha con plástico. Con la ayuda de Ana y Jaime la fuimos extendiendo sobre el prado con escombros y la colcha parecía que nunca iba a dejar de extenderse. Era blanca y debajo del plástico se irguieron casas. Yo veía que muy pronto traxcavos y barrenadoras y un ejército de ingenieros comenzaban a erguir los huesos de metal de un nuevo edificio 19.
En un momento del sueño tuve otra vez casa, un librero para ser llenado y hojas blancas para escribir. Aún sentía la pérdida de lo anterior pero incluso en el sueño me senté a leer. Las letras se escapaban. ¿Qué historia estaba ahí en ese libro de portadas amarillas? No lo sé. Ahora, en clase, explicándoles a mis alumnas las características de los poemas simbolistas me quedé pensando qué significaba este sueño, ¿que indaga en mi memoria el derrumbe y la pérdida de todo lo viejo y la construcción de lo nuevo? ¿Es que acaso hay algo nuevo ya cimentándose en el silencio de mis nervios o en la esperanza de vayan ustedes a saber, qué nuevas y necias palabras?
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