Saturday, April 08, 2006

Dehesa

Comencé a leer a German Dehesa a los once, doce años, cuando él escribía para el periódico El Norte y yo vendía el periódico en las viejas calles de la colonia Victoria. Me hice fan, al instante, de su afilado humor, del su lirismo cínico y sarcasmo político. Siempre lo leía, invariablemente, al filo de las diez de la mañana cuando las horas arduas de ventas ya habían pasado y sólo quedaba un remanso para liquidar los últimos periódicos.
Cuando el periódico El Norte, o Grupo Reforma entró a la ciudad de México y se enfrentó a las prácticas monopólicas de El Universal y otros diarios de la capital, German Dehesa y todo un grupo de colaboradores de El Norte o El Reforma, salieron a las calles a vender sus diarios. Dehesa vendía cerca de 6,000 ejemplares diarios. Algo sorprendente, comparado con los ochenta o cien periódicos que yo vendía en mi puesto al aire libre.
Ya en el Distrito Federal, en una fiesta ya lejana en el tiempo, tuve la oportunidad de conocer a Juana Inés, su hija. Juana hablaba con singular apostura de diversos temas. Yo ni le pregunté por su papá. Pero lo cierto es que, ya tenía un tiempo sin leerlo. Simplemente, un día Ratán, el Bucles y la Tractor dejaron de interesarme. Por eso, hace una semana cuando el maestro Langagne nos dijo a Boone y a mí, al monclovense y al regiomontano que irían ambos a una entrevista a la radio con German Dehesa, como parte del ciclo de becarios de la Fundación para las Letras Mexicanas que irían con él, no pude menos que alegrarme.
Un día antes de la entrevista fui a una presentación del libro con O. Ahí estaba Dehesa. Semejaba un conejillo fiero sobre la mesa. Habló de política, se mofó de Fox cuantas veces quiso, de la Chachalaca mayor, López Obrador y al mismo tiempo habló de poesía. Habló de un mundo salvaje donde la poesía no era apreciada. El público le aplaudia todas sus palabras. Al final, mientras O y yo aguantábamos un tanto la risa por los nervios del presentador, German Dehesa dijo un último poema de Quevedo. El público compuesto por muchas viejitas suspiró como el mismo Quevedo hubiera salido de la tumba a recitarles sus versos.
El día de la entrevista estuvimos tranquilos. Saber de German Dehesa, que sólo esa mañana había escrito en su columna de Reforma una ácida crítica contra el presidente de la república, al decir que lo manejaban desde la cama, era como atestiguar un meteoro. La entrevista corrió por tópicos de la creación, de cómo empezamos Boone y yo a escribir. Dehesa habló de la poesia, del valor de las palabras y al final nos permitimos bromear con él al aire.
Nunca he escuchado su programa de radio y no creo que escuche nunca la entrevista que nos hizo ese martes. Lo que sí creo es que visitarlo, ser entrevistado por él me supo mucho a esas mañanas cuando lo leía a las diez, cansado ya del ajetreo matutino, firme en mi puesto en aquella esquina de la calle por donde pasaba el ruta 82, frente a una tortillería. Recordé ese tiempo, la forma como se desenreda la vida, no hacia Dehesa, no, qué va, sino hacia el origen. Siempre estamos yendo al origen, a la semilla de nosotros mismos.

2 comments:

Anonymous said...

Encontré tu blog por casualidad, buscaba la dirección de Ilce torre Zafiro para mandar unos cristales y llegué hasta aqui.
Comenzé a leer y me gusta lo que escribes, además lo mejor de la casualidad, es que el Maestro Langagne es mi padre!!! (no te fijes en los apellidos) :)
Seguiré leyendo, asiduamente.
Gabriela.

Anonymous said...

me gusta como escribes y como te desenvuelves...

te encontré por esas coincidencias tan extrañas de la vida, como dice la canción...

te seguiré...

renata
(productora)