Monday, January 15, 2007

Dedos enchilados.

De regreso de Monterrey la vida vuelve a encauzarse: voy a la Fundación, intento escribir, como con los muchachos, O y yo vamos al cine o tenemos la enésima charla sobre si ir o no ir un fin de semana a un antro. Y, también, cocino. En vistas del futuro poco alentador que tenemos, un futuro en términos económicos, claro, decidimos ya no comer fuera. De ahora en adelante nos vamos a preparar lonche. Así que ayer anduvimos todo el día de compras en el mercado o el super mercado. Compramos empanadas de pollo rellenas de jamón y queso, unos filetes de mojarra, algo de mole verde, de pipian, espaguetis, salsas ragú, hongos.
Es increíble cómo el proceso de cocina empieza desde la selección de las verduras, cómo la imaginación culinaria parte desde el momento que ves un tomate rojo, abundante y sano en medio de la bola de verduras. Así que nos fuimos a casa a cocinar. Ya teníamos mucho con ganas de hacer chiles rellenos. Ok. Nunca había hecho chiles rellenos, acaso había ayudado pero hasta ahí. Así que, como todo cocinero inexperto que se preste de inexperto, sólo nos quedaba una opción: hacer como que sabíamos y a darle, claro, previa llamada a nuestras madres respectivas.
Primero pusimos los chiles poblanos sobre la lumbre para despellejarlos mientras hacíamos el relleno con carne picada, salsa ragú, sal, pimienta, ajo y orégano. Después sacamos los chiles y los metimos en una bolsa para que sudaran mientras batíamos la clara de huevo. El procedimiento nos llevó algo de tiempo pero al final, una vez que le quitamos las semillas a los chiles y los rellenamos con la guarnición y los pasamos en harina para después depositarlos en la clara de huevo, tuvimos nuestro primer chile poblano en el plato.
¡Qué bárbaridad! Los desgraciados picaban como ninguno. Pero qué ricos quedaron. La verdad es que verlos bien dorados junto al arroz y con tortillas medio endurecidas por el calor resultó una grata experiencia. El sabor estuvo en su punto. Todavía traigo los dedos enchilados. Cosa que toco, la enchilo. Suda mi botella de agua del apuro. Sufre el teclado mientras lo utilizo para escribir este post. Y claro, sufre mi toper en el refrigerador donde guardos dos de esas bombas deliciosas, adictivas y altamente peligrosas.

4 comments:

jennivora said...

oh, una vez que cociné chiles me quedaron los dedos enchilados y adoloridos por varios días. era la época en que mis manos andaban suicidas; siempre les andaban pasando accidentes bizarros.

edegortari said...

Nombre, hoy sí me hiciste reir. Pobre teclado ha de estar sufriendo mucho aún. Saludos.

Jan de la Rosa said...

Dios! Las pinches 9.54 am y yo ya con este hambre y antojo de unos chiles rellenos!! =(

Que mala onda que a parte estoy a dieta. MALDITO!! ='(

Carissa García said...

Esas experiencias culinarias deberían de venir en los recetarios. El reto es que el próximo platillo sea mole.