Sunday, September 30, 2007

En Aguascalientes la vida es más sabrosa

Siempre que voy a Aguascalientes y por alguna extraña razón, termino a horas de la madrugada en fiestas de desconocidos y me la paso muy bien. En una ocasión fue en un patio, con quesadillas y chiles rellenos de queso que se asaban sobre una parilla y mientras cantábamos, qué vergüenza, canciones de una banda argentina. Después fue en una casa por el segundo anillo periférico y ahora, recientemente, en casa de Jorge, un excelente pintor y dueño del café el codo que, en Aguascalientes, es de los típicos del centro.
Así que ahí estaban con Aldan, semidormido bajo una llovizna pertinaz y platicando con Jorge y Gema con un vaso de champurrado al frente mientras en el resto de la cocina el resto de los invitados comía tamales y platicaban animosamente y en otras habitaciones de la casa dormían unas chicas.
Es curioso que hable de la casa de Jorge, porque técnicamente fue la persona con quien menos tiempo pasé en mis dos días en Aguascalientes, pero es que su casa me gustó. Tiene al fondo un taller de pintura con muebles y libreros bonitos por ser poco convencionales. El taller dar a un patio con un gran zapote al centro y después la recámara es muy padre, con una cama baja y casi empotrada en el piso, luego un pequeño lugar con sillones, mesas y cuadros por doquier y finalmente el estudio de arquitecto con planos, más cuadros, computadoras, etcétera.
Es una casa muy bonita. Horas antes habíamos estado en el café del codo tomando vino y soya con pico de gallo. Aldan es un tipo muy divertido y amable, conocí a Oscar Santos, un poeta del que ya había oído cosas buenas (luego sucede que oyes bien de muchas personas y cuando las conoces confirmas que en el carácter también se confirma la crítica literaria). Estaban también Atahualpa y su novia, Salvador Gallardo Cabrera, un amigo de éste y dos chicas de la UA. Sólo sentía la noche y la lluvia.
Sin embargo, lo mejor de la noche fue poder platicar con María Antonieta. María Antonieta es una joven escritora de Aguascalientes. En realidad, no tan joven, pero es joven.
María Antonieta vive en una silla de ruedas y tras cinco años, se sigue recuperando del accidente carretero donde murió su esposo y donde ella quedó seriamente herida. María Antonieta se me acercó en el Museo Descubre y me dio la mano, me dijo que había podido ver muy bien los ambientes del cuento que había leído en la premiación y después me dijo que ella también escribía, que seguía escribiendo aunque fuera mentalmente porque físicamente aún no puede sostener un lápiz y menos utilizar una computadora, pero sigue escribiendo.
María Antonieta me habló de sus cuentos, de los que no ha escrito y se le llenaban los ojos de esperanza y yo me sentía ridículo, porque es ridícula en muchas maneras la frivolidad de los escritores. Me hubiera gustado llevarle algo digno de regalo, pero sólo tenía ese mismo cuento que había leído media hora atrás. Sé que no es mucho, le dije, pero si me aceptas unas hojas, con gusto te las doy. Y María Antonieta se emocionó mucho. No creo que haya sido por mi regalo, pero se emocionó mucho. Ya verás, me dijo, que en cinco años yo seré quien te regale cuentos.
No lo dudo, María. Horas más tarde mientras veía a Jorge mostrarle a Gema su casa y miraba a Aldan dormido en una silla de mimbre y mojado ligeramente por la llovizna hidrocálida, volví a pensar en María, tal vez ya dormida mientras nosotros seguíamos buscándole algo a la noche.

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