Thursday, September 23, 2004

Gardenia 1918

Cuando bajo a la casa por la calle de limón se ve al fondo las chimeneas serias de la fundidora de Monterrey (sus caireles de acero, diría alguna vez Gerson Gómez). Las banquetas tienen árboles y algunas copas bajan y cubren en ocasiones la calle. Ese es mi territorio. En la esquina de independencia y limón vive la familia de Diana Bocanegra y en lo alto de su casa hay un balón amarillo y una bandera de los Tigres. Una calle más adelante, está la tienda de Don Tomy, cuyos hijos siempre fueron grandes y macizos y cuando se lo proponían podían desinflar a cualquier ratero. Más adelante, en el cruce de limón con la privada Gardenia, está la casa de los Garza, donde hace mucho tiempo se reunían Los Panthers, la pandilla rival de mi familia.
Finalmente, en Gardenia y Limón está la casa de mis abuelos, esa por donde salió mi tío Ruben a casarse, esa por donde salió mi abuelo y mi tía Martha al panteón.
En esa esquina, con la casa de fondo, en las vacaciones de verano era ritual que después de que terminaran las "Supervacaciones" en la televisión, saliéramos a jugar beisbol. Poníamos las bases en las esquinas y nos apurábamos para el partido. La pelota siempre terminaba volándose sobre las casas. Fue en esa esquina donde mi abuelo Eugenio se sentaba sobre una piedra bola a despedir a todos sus hijos y nietos que pasaban necesariamente por ahí rumbo al trabajo o la escuela. Ahí se casaron también Pancho y Veva y fue la tornaboda de mi tío Rubén.
Durante un tiempo un río pasaba a un lado de la casa y mujeres de blanco asustaban. A un lado, también, algunas veces terminaban los pleitos entre los panthers y los chidos, justo en la banqueta. Sí, somos violentos. Los Ramos siempre lo han sido, a contra de los Revillas políticos y diplomáticos. En esa casa recibimos la noticia del robo de algunos primos y de esa casa salimos todos corriendo cuando una vez mi tía Martha chocó en Ruiz Cortínez.
En otro tiempo, vivían ahí más de cinco primas y todas eran asustadas por espíritus. Una vez, después de muchos sueños, decidieron cavar para sacar un tesoro. La tierra salía blanca, como betún, pero en cuanto llegó una tía y dijo: "ahora nos volveremos ricos", se volvió dura como escamas de hierro. Luego, las sobrinas se casaron y se fueron y yo me fui a vivir ahí. Rentaba un cuarto donde estaban mis libros, mi computadora, una sala y una cama. Ahí recibía a Sonia y a pocos amigos que iban a hacer tareas de la facultad. Ahí mis hermanos se encerraban a veces a hacer sus tareas y usar la computadora mientras escuchaban música. A veces, mi primo Ismael se quedaba a dormir ahí. Eran buenos tiempos. Todos estában vivos. Mi tío Roberto llegaba a casa desde la mañana y yo oía cantar a mi tía Martha canciones infantiles como: "metete Teté, que te metas, Teté" o sus radio novelas de Kalimán.
Una noche, después de una fiesta, llegué a casa y ahí estaba Ismael. Había movido todo en el cuarto. La cama estaba fuera de lugar, las colchas en el piso, algunos libros fuera. Apenas encendí la luz le pregunté a Ismael: ¿Qué haces? Ismael estaba hincado y arañaba el suelo. Volvió el rostro y me miró. Sudaba a causa del calor y me dijo: "Aquí hay dinero".
Acomodamos todo y me dormí. No sé si haya dinero ahí abajo a pesar de tanto espíritu y sueños. Tal vez el mejor valor de esa casa es saber que ahí escuché la radionovela de Kalimán, que ahí estaba el taller de herramientas de mi abuelo, que ahí lo velamos hace mucho tiempo y que mi abuela puso una cruz de cal que se hacía chiquita conforme pasaban los días del novenario. También ahí fui muy feliz con Sonia cuando fui feliz con ella y fui muy triste cuando fui triste con ella. Sólo sé que ahora la casa es de mi papá y mía. Y no pensamos hacer nada con ella más que mantenerla viva, como desde hace ya muchos años, siempre ahí, en Gardenia 1918, con el cruce de la calle que Limón por donde más adelante, rumbo a Ruiz Cortínez, está la casa de los Garza, luego el abarrotes de Don Tomy, la casa de los Bocanegra con el balón. Y subiendo por Limón, muy arriba, ya no se ve la casa, pero sí las chimeneas de la Fundidora de Monterrey, sus caireles de acero hondeando en el viento.