Ayer jueves 9 de febrero, las puertas de la Academia Mexicana de la Lengua se abrieron de par en par para recibir a Felipe Garrido como académico de No. 17. Garrido ocupó la silla que antes fue nada menos de Alfonso Reyes. El evento se desarrolló en la sala Ponce de Bellas Artes y la multitud vestida de gala, salvo algunos sport tirándole al fodongo con Alicia y yo como máximos exponentes, escuchó el discurso de aceptación de Felipe.
Habló sobre la lectura, hizo una madeja de historias con El Quijote, con la eterna lucha contra el analfabetismo institucional. Nos dijo de sus andanzas por las tierras del norte, de la lucha contra la lectura sin interés. Si este país llega a tener en el futuro grandes lectores, será por el trabajo incancasable de Garrido, dijo Jaime Labastida al terminar. Felipe nos habló desde el corazón con un discurso que dejó de lado la semilla del gramático y del crítico literario. Nos contó de sus días en casa, cuando su padre le contaba el Quijote sin decirle que él no era el autor. Luego, nos dijo, lo terrible que fue descubrir años más tarde que su padre no era el autor de las andanzas del caballero de la triste figura. Evocó también, otras lecturas, pero siempre el Quijote, Dulcinea y Sancho, lo envolvían.
Al finalizar la sala se llenó de aplausos. Nos pusimos en pie, rechinaron los asientos y un conmovido hasta las lágrimas de Felipe, se puso en pie, agradeció los aplausos, recibió el diploma que lo hace miembro de la Academia.
Afuera todo era alegría. Pasaban las bandejas de vino y refresco, las bandejas de sushi, brochetas y bocadillos. Al final Alicia y yo fuimos a felicitarlo. Luego nos escabullimos pero atrás quedó frente a nosotros el inicio de una leyenda más en la Academia Mexicana de la Lengua.
Friday, September 10, 2004
Garrido en la Academia Mexicana de la Lengua
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment