Monday, January 16, 2006

Endecha por una mujer libre

Se la llevaron. Me fui en la mañana y cuando volví en la tarde otra persona, otra máquina, otro aire ocupaba su lugar. Se llevaron sus plantas que crecían confinadas a una maceta cuadrada, se llevaron los juguetes de su hijo con los que a veces llegaba en las mañanas después de ir a dejarlo a la guardería. Se la llevaron con sus dijes, sus pulseras, el ópalo que nunca le di. Se la llevaron a Laura un dieciséis de enero al mediodía mientras estaba lejos y no podía reprochar ni hacer gestos ni al menos mostrarle a los demás que la noticia no me gustaba. Su lugar de tanto colores, su lugar con aire de artesanía quedó mudo. Sus risas, sus dudas, su aire de preocupación ante el trabajo y su vida, su aire de felicidad y risa ante el trabajo y la vida se quedaron lejos. A mi me amputaron la mitad de mi tranquilidad con ese movimiento. ¿Con quién iba a compartir los primeros chismes del día? ¿Con quién iba a compartir ahora la chispa de las historias nuevas que surgían de la nada? ¿A quién iba a decirle que la quería y que la extrañaba? En su lugar solo quedó un extraño. Una espalda mas en este mundo donde las espaldas son el confin de todos los días, donde las espaldas son las palabras, el callar a otros, el defender lo indefendible. Se llevaron a Laura al mediodía mientras yo hablaba tontamente de literatura y defendía mi postura sobre una frase juiciosa aunque hermosa. Ya no habrá con quién compartir esas mañanas de licuados y de risas. Se llevaron a mi única mujer libre del ILCE. La bajaron al cuarto piso donde las grillas están a la orden del día, donde la planeación concibe solo el progreso y alcanzar las metas, las cifras es el mejor alimento para los molares y los caninos institucionales. Adiós Laura. Adiós.

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