Wednesday, February 14, 2007

Aviones

Hace mucho que no voy al aeropuerto a ver la llegada y despegue de los aviones. He ido para viajar pero no para ver. En mis primeros meses en la ciudad de México, y dada la cercanía de mi casa con el internacional Benito Juárez, me daba por irme a sentar en unas bancas que estaban contiguas a la barda del aeropuerto y desde ahí miraba partir los aviones. Escuchaba el sonido áspero de los motores y las reacciones de las llantas al caer pesadamente en la pista. Y veía a los mecánicos y los condutores de camionetas donde iban las provisiones para los pasajeros. Yo era feliz viendo los aviones. Me recordaban y recuerdan mucho, un poema del poeta brasileño, Bandeira, que dice: "todas las mañanas, el aeropuerto de enfrente me da lecciones para partir." Por eso iba al aeropuerto: para recordarme que yo ya había partido. Y tal vez por eso no voy ultimamente mucho, a ver los aviones: porque sé que la partida es lejana, pero también por que intuyo que no todas las partidas son de ciudad o de personas, sino también, de estilos de vida. Uno deja de ser, en determinado momento, lo que siempre pensó que sería. Y se acomoda bien a las otras circunstancias de la vida. Pero no he ido a los aeropuertos. Aún no he sentido de nuevo, el consuelo firme de los aviones.