Me preguntan aquí en la oficina que por qué me metí a la Literatura. No tuve otra opción, les digo. O era esto o no era nada. Y la nada se me antoja amplia y con neurosis y la escritura amplia pero llena, atiborrada hasta los bordes.
En sí, creo que siempre he escrito. Aún de niño, recuerdo que tomaba folios de papel periódico sin impresión y los pegaba en las paredes de la cocina en casa de mi abuela. Luego, aún sin dominio de la palabra escrita, pero sí con un amplio dominio de colores y grosores de trazos; me ponía a pintar en los pleigos partenones griegos, asaltantes con capuchas, lanchas a reacción, un helicóptero, la cara del bueno y finamente una cárcel. Luego juntaba a la familia y le contaba la historia de unos ladrones de joyas que robaban en un partenon, huían en una lancha y eran capturados por el bueno y encerrados en la cárcel.
Luego, en la secundaria, no faltaban las cartitas de amor para Diana y la venta de otras cartas para otros. Llegaban los compañeros y decían: Antonio, véndeme una carta. Y yo la escribía y se las vendía. Todo iba muy bien hasta que en una clase de español el maestro nos pidió hacer un soneto. Vi las reglas, la rima abba, las sílabas y me escribí un soneto que no decía nada, pero que técnicamente era bueno. Cuando lo entregué el maestro me quitó puntos por copiar un soneto de un libro. Por más que le juré que lo había escrito no me creyó. Ahí empezaron como dos sanos años de nada de escritura ni lectura sino puro futbol por las tardes, irse de pinta y trabajar con mi tío Roberto en los aires acondicionados.
Pero muy pronto, en la prepa, apareció el maestro Chavana y nos puso una tarea y del resultado afortunado de esa lectura, en la que Mónica, Rafa, Aneida y Ángel estuvieron presentes (eramos compañeros de clase) fue que empecé a escribir ya con la noción de que, ok, podía intentar escribir. Así salieron los poemas de la prepa, bien guardados en casa y finalmente, ya el letras, aquella mañana que vi a Blanca dejé la poesía para siempre y me dediqué a escribir narrativa.
luego conocería a Parra, después entraría al Panteón y al Conarte y levemente tomaría un camino que es tal vez lento, pero ahi va.
Así que escribo porque no tengo otra opción, pero no entienden cuando les explico eso. No tuve otra opción porque desde muy chico supe qué quería ser. Y con éxito o sin él, yo seguiré escribiendo. Es lo único que me hace digno, como hace digno al ejerce la medica porque quiso ser médico o al ingeniero que construye casas porque eso siempre quiso ser. Si fuera otra cosa, si cambiara por otra cosa, simplemente sería y ya, pero la dignidad de escribir, eso no lo cambio por nada.
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6 comments:
Sabes, este post no tiene comentarios. Creo que me dejaron un espacio muy pesado para escribir en él, digo pesado, porque me quito el sombrero cuando te leo, tenemos las mismas ambiciones, solo que tú me llevas ventaja en tantas cosas.
Amigo: comparto tu amor por ese mundo de los trazos, texturas, sabores y colores de la escritura.
Enséñame por dónde llego ahí, a la lomita que has escalado ya.
Con admiración.
José Luis de la Cruz.
Lee esto, si tienes tiempo, ahí entenderás mi sentir:
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