Me gusta el aire, me gusta cuando el sol calienta mi espalda. Hace rato vi una pluma volar a la altura de mis hombros. Se agitaba graciosamente, empujada por el aire y avanzaba casi al mismo paso que yo. Cuando se encuentran estos tres elementos, es imposible que no llegue a una especie de tranquilidad casi religiosa. Entonces no importa que a mi lado pasen los autos y suene el cláxon aún desesperado. Yo iba muy tranquilo con el aire a mi alrededor, con la luz del sol a mi espalda. Si alguien quiere empezar ahorita el fin del mundo, que pase, yo ya puse mi letrero de no molestar.
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