Thursday, March 10, 2005

Pláticas de oficina

Puede ser un estudio de alto grado, con dinámicas, tablas comparativas e incluso búsqueda de retruécanos el hecho de analizar las charlas de oficina. ¿De qué se habla en una oficina? De todo y de nada. No tengo ni veinte minutos aquí sentado cuando ya se han tocado los "importantes" temas de la ausencia de directores verdaderos en las escuelas y de ahí saltaron a que hasta Guam nos gana en las pruebas escolares. Apenas hacía diez minutos hablaban del maldito de López Obrador y en un giro inesperado (esa vuelta de tuerca) comenzó una discusión sobre el dinero que maneja TV Azteca en sus programas unitarios.
Una de las charlas más interesantes y que levantó ámpula en la oficina fue sobre las urnas electrónicas en Brasil. ¿Cómo fue que llegamos a eso? No lo recuerdo pero terminaron haciendo toda una revisión histórica del voto, pasando por el primer fraude priista (uno que le hicieron a José Vasconcelos) hasta el que Luz Inacio de Silva era un Obrador inteligente y democrácito. Y mientras más gente iba llegando, se detenía a oír y luego ocupaba sus lugares como esperando en ese pequeño momento poder calibrar una idea inteligente, ya no inteligente, vaya, sino aguda, para meterla al caldo discursivo. Yo los escucho con un audífono puesto para escuchar radio Nuevo León donde las norteñas voces hablan de doña Elba Ester Gordillo y con el otro escucho el cantante acento defeño.
Yo los oigo pero en realidad no quisiera está aquí. Simplemente no sé qué ocurre. Tengo una aberración por el procesador de palabras y no he podido escribir más que lo urgente (veánse trabajos y más). Me pongo a leer bastante aunque dudo que logre tener otra vez ese ritmo de lectura de seis horas al día que tuve en Aragón. Y luego ayer me sentí terriblemente cansado. Miré por la ventana los edificios y me sumí en el sillón a ver la tele. Doña Queta, quien nos ayuda a limpiar la casa todos los miércoles, al verme con las papas fritas en mano y la coca en la otra me dijo: usted tiene nervios ocasionales. Yo dejé de morder. ¿Y eso qué es? Algo le preocupa. Yo pensé en estos días donde nada extravagante ha ocurrido. Puede ser... La verdad es que no me quiero cambiar de casa. Aquí ya estaba a gusto. Y entonces ella empezó a contarme de sus problemas y yo la oí y lentamente me fui olvidando de este fastidio que me acompaña desde hace semanas. Cuando terminó lloraba y yo no pude más que levantarme y decirle que todo siempre se pone mejor... que son cosas que pasan.
Ella volvió a su trabajo y yo me fui a dejar un envío para Tampico. De regreso subí a una microbús que me dejó por el estadio Azteca y luego a una combi que iba a C.U. Caminé a paso muy lento rumbo a la casa pensando en cómo las cosas parecen siempre estarse desplomando pero aún con esa sensación era necesario no dejarse caer completamente. Y el día, en realidad... no había estado mal. Había recibido un mail donde me informaban que ya estaba en la revista Ficticia en la web y luego Julia y Daniel me informaron de los avances de la revista web.
Pero apenas llegué a casa me puse a leer a Garrido y luego intenté releer mi novela de lucha libre pero terminé guardándola otra vez. Me sentí solo, poco comunicado y le marqué a Elida, a Ana, a Mónica y a Lili. Sólo estaban Lili y Elida. Elida hablaba en voz baja porque estaba en el trabajo y solo dijo que me extrañaba. (Yo también la extraño). Lili y su franca voz norteña me dijo que qué milagro. Yo me disculpé. He tenido muchas cosas qué hacer (y es cierto). Luego ella me contó de sus clases en la UdeM, la maestría, la escuela donde da clases. Lili siempre tan hiperactiva. Mis muchachas pensé, siempre tan luchonas. Luego seguí leyendo a Garrido pero no pude. Quise escribir y tampoco salió nada.
Luego llegó Ana Rosa y Jaime. Había varias botellas en la barra. ¿Qué es esto? le pregunté a Ana. Es brandy. Me serví media vaso. Le di un trago largo y sólo sentí como el licor me iba quemando el esófago, reblandeciendo mis nervios, articulando el sueño. Eran las ocho y media. Va. Así que me fui a dormir a esa hora. Le dije a Ana, si habla alguién no estoy. ¿Quién sea? No estoy para nadie. Ok. Y me fui a dormir con la certeza de que nadie me iba a hablar un miércoles por la noche. Dormí muy bien y cuando desperté a las siete de la mañana vi mi cuadro de Joy Laville. Y dije: no me quiero ir de esta casa. Pero tengo que irme. Luego cuando me quise bañar me acordé que no hay agua. Así que me vestí, me lavé con la poca agua almacenada y salí a la oficina. No sé cuánto tiempo llevo escribiendo esta entrada al blog y aquí siguen platicando. Ahora charlan sobre el crecimiento de los niños. Los niños todo lo aprenden, dicen. Los niños son velocísimos. Luis dice. ¡qué capacidad para aprender! y Gladys agrega: alguna vez tuve alumnos que venían de escuela activa, tanto mental como físicamente. Y Laura agrega, no sé por qué: Roxana estudió en una escuela en el Madrid y que había unos casos de niños activos que para qué les cuento.

3 comments:

yanmaneee said...

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nasethoasl said...

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