La nueva casa es blanca como la anterior pero sus alfombras son color beige y negras. El inquilino anterior la tenía decorada como una gran vaca, cosa que me parece surrealista hasta la muerte pero yo no lo haría. La nueva casa tiene una barra blanca con un cristal y tiene también una cantina blanca con luz amarilla que en las noches se ve padrísimo. Ahí llegué este fin de semana. Más bien descendí el fin de semana, ya que es un departamento que está justo bajo el anterior.
Nos ayudaron en la mudanza Jaime, el novio de Ana y Ernesto, Liz y la mamá de Ana. Terminamos exhaustos, fastidiados y adoloridos. Yo había olvidado ya eso de cargar refrigeradores, escritorios y camas y recordarlo fue gratificante. Así quedó la casa limpia y acomodada.
Pero no dormí bien. Hay muchas cosas qué pensar, repasar ciertos dolores, repasar ciertas gratitudes y el futuro. No dormí casi nada, como molesto, como fuera de lugar. Una amiga me había dicho, ve y tómate unos trago Toño, no te quedes pero yo sólo le dije que no. No va mucho con mi idea el enfrentar mis problemas con alcohol. Casi al amanecer di con la clave y el origen verdadero del berrinche. Y saber el origen siempre ayuda a solucionar el problema.
Hace mucho tiempo, de niño, tenía un amigo, el Chavo. El Chavo era mi gran amigo de la infancia. En la casa de mi abuela hay fotos donde los dos, de niños, jugamos carreritas en coches de plástico: él montado en uno rojo, yo en otro amarillo. A mí me decían El Chavo y me imaginaba al Chavo del ocho. Una tarde esa amistad se perdió porque el Chavo no me quiso prestar un avioncito de unicel pintado como Zero Japonés. Le dije, préstamelo (ya había jugado yo un rato con él) pero él no quiso: ah, entonces es porque tu mamá te pega. Nos agarramos a golpes, yo con el berrinche de querer algo que no era mío desde el principio pero que, al "tenerlo" lo había sentido mío, el Chavo simplemente defendiendo su natural posesión.
No recuerdo mucho de mis peleas en la infancia pero sí recuerdo que el enfrentamiento con El Chavo fue colosal. Nos tiramos al suelo, le di de patadas, él me dio de patadas. Nos sacamos sangre. Ahí perdí mi amistad con el Chavo y no la recuperé nunca hasta que ya grandes, platicamos de cuando en cuando.
Pero no llegué a esa idea sino hasta las cuatro de la mañana de que mi molestia y berrinche actual eran igual al avioncito japonés y que tenía que cambiar la reacción. Así que me dormí, luego me levanté a las seis recordando buenos despertares que ya no viviré y me volví a dormir. A las nueve salí del edificio a comprar el periódico. Leí con abulia el triunfo de los Tigres 6-0 sobre el Toluca y el empate 1-1 entre Monterrey y Jaguares. Cuando Ana se despertó acordamos ir a comer al mercado. Hay unas señoras que hacen unas quesadillas fabulosas. Ahí fuimos. Yo me comí una de hongos y otra de chicharrón (deliciosas, caí en la cuenta de que no había comido en todo el día más que unas piezas de pizza). Compramos fruta y luego fuimos a hacer el mandado.
Cuando regresé la señora que nos ayuda a limpiar ya estaba ahí terminando de acomodar cosas. Pero me sentía débil y pensativo. Una vez una amiga me dijo que mi único amor será la escritura. Me dijo que tendría amores muy fuertes, que sería amado como antes y amaría más que antes pero que, ninguna mujer desplazaría mi amor por la escritura. Yo recuerdo que la miré muy triste porque sentí que era una condena. Pero no está mal, Antonio, me dijo, recuerda que no está mal.
Así que le hice caso y me dejé de cosas y me puse a trabajar. Primero cociné una carne con algo de vino tinto y luego leí una novela que iba muy bien y terminó desastrozamente e hice apuntes sobre ella. Luego, me senté a corregir la serie de artículos sobre Arlt que El porvenir publicará estos días en Monterrey y finalmente, cuando me disponía a releer la novela de Coral Aguirre para hacer la presentación del libro llegó Ana y su familia. Traían carnitas y no sé qué más. Prendimos el televisor y vimos el gran juego América-Chivas. la pelota iba de un lado al otro, los descuelgues del Piojo López fueron espectaculares, el golazo de Reynoso nos dejó boquiabierto y finalmente el empate de las Chivas 3-3 simplemente genial.
Cuando la familia se fue nos quedamos solos Ana se puso a ver televisión y yo a leer Larga Distancia de Coral. Me dormí a las doce de la noche, cansado pero satisfecho de ese primer día en esa nueva casa. Y una semana nueva empieza.
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