Friday, December 21, 2007

Ah, la ilusión

Ahora que es lugar común hablar pestes de la navidad recuerdo que de niño no había nada mejor que el 25 de diciembre. Me levantaba muy tarde y tenía el permiso de poner el nintendo todo el tiempo que quisiera mientras mi madre recalentaba los tamales o los frijoles a la charra (o frijoles charros, como sea). Y después nos íbamos con mis primos Héctor y Pepe a jugar futbol en la calle y el frío nos quemaba las mejillas y se nos metía en la boca como un puño helado. Sólo entonces volvíamos a jugar al nintendo, al Duck Hunt, al Contra o los ya indispensables videojuegos de futbol.
Luego las cosas fueron cambiando lentamente, pero mi sensación de ese tipo de navidad no ha desaparecido. Yo sí quiero mentirles a mi hijos con eso de Santa Clos y hacer la alaraca de la cena. Y llevarlos al cine un 25 de diciembre a ver cualquier película, cobijados en el olor a mantequilla de las palomitas y volver a casa ha comer el recalentado. Sin duda es más fácil recuperar la ilusión cuando la viviste con intensidad durante la infancia. Sin duda.

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