Antes me gustaba mucho el futbol pero ahora no lo soporto por más de diez minutos. O acaso menos. Me siento abúlico frente al televisor y veo a los jugadores que pasan el balón o corren tras él y mi emoción es nula. No sé de cuánto tiempo para acá el fútbol me resulta indiferente. De niño, ya todos sabemos que de niño se hacen muchas cosas, yo hacía mis propios torneos con equipos imaginarios o mexicanos. Formaba cuatro grupos de cuatro y con la ayuda de los dados me ponía formular resultados. Así sacaba los puntajes, los goles a favor, los en contra. Luego, afanoso por las estadísticas, escribía los nombres de los once jugadores de cada equipo y los metía en una tómbola. Si un equipo metía seis goles, sacaba seis papelitos y escribía los nombres para tener mis propios campeones goleadores, mis mejores ofensivas, las peores defensivas. Llené al menos una libreta con esas anotaciones y varias veces salió campeón el Real Madrid.
Tigres, Rayados, Chivas y Cruz Azul representaban a México en torneos imaginarios donde también contendían el PSV, la Roma, el Inter, el River Plate, el Barcelona y yo seguía jugando, enfrentándolos, sacando primeros y segundos lugares de grupo: toda una construcción imaginaria.
Pero un día los dejé. Una noche, en un bar, con un amigo, mientras esperábamos a otro para iniciar un taller de narrativa que esa noche acabó, pasaban por la televisión un partido de futbol. Mi amigo dijo: cada vez el futbol apesta más. Yo sólo asentí. Cuando nuestro otro amigo no llegó, decidimos dar por terminado para siempre ese taller, decidimos dejarnos de soñar. Podría estar en mi casa, escribiendo, dijo mi amigo. Y luego miramos el partido en la televisión. Pinche futbol, dijo. Sí, pinche futbol, asentí. A la hora salimos. Hacía frío. Nos dimos la mano como recién conocidos y cada quien se fue por su lado. Todavía mi amigo pasó por la avenida, en su coche, y me gritó: a escribir!!!! Lo vi perderse en la madrugada. Yo me fui a acostar.
Hoy pasan un aburridísimo México contra Ecuador y sólo veo el partido en pedazos, para ver el marcador. Tal vez he vuelto a ser niño. Sólo quiero ver el resultado. Lo demás, no me importa.
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