Se llama Ninfa y es nuestra doctora en este, ahora comprendo, arduo proceso de acometer una dieta. Es de tez blanca, pelo negro y lacio y tiene una cierta capacidad para desesperarse que la vuelven un poco ansiosa. Pero es nuestra doctora y por estos días, casi casi, nuestra gobernante. Ninfa nos explica que, en la nueva parte de la dieta (subir los kilos ha sido superado con éxito, un poco demasiado, tal vez), tendrá una parte importante del proceso un pequeño elemento, obvio, pero indispensable. La masticación. Dice la palabra dándole énfasis a cada letra y al final, el resultado sonoro es contundente: masticación. Me suena como al punto final de todas las cosas, como la forma como se derrumba un edificio, igual que el sonido final que hace un gato al pelearse.
Durante la consulta, Ninfa repite varias veces la palabra y yo me siento arrullado con esa sonoridad. Masticación también me sabe a: te destruiré poco a poco y te gustará.
Crónica de dieta/día uno
Nunca, en mi vida, había comido tanta lechuga. Al llegar a casa de O, había un trozo de rosca de pan dominó. ¿Puedo al menos lamer el pan? le pregunté a O quien nada más sonrió. Pero vas muy bien con la dieta, la vas a romper. Bueno, al menos voy a oler el pan, insisto con mi fetichismo gastronómico. Ah... qué delicia el olor del pan. Después, fui a comerme mis fresas y claro, mi lechuga.
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