Sunday, March 04, 2007

Las monarcas

Tengo sueño. Me levanté a las cinco y media de la mañana. No me he bañado tampoco. En la camioneta venimos otros ocho y creo que ya todos queremos regresar a la ciudad de México. El chofer toma por un camino viejo y trepamos a la montaña. A la mitad del camino vemos a la primera. Es pequeña, pasa casi desapercibida. Metros más adelante, escolantando la carretera, casi con un rastro indeciso y transparente, aparecen las demás. Entonces me desperezo un poco y empiezo a notar cómo hay más y más mariposas monarcas. Los autos van a una velocidad lentísima y con los faros encendidos, la luz del sol horada los árboles e ilumina trazos de carretera de donde salen más y más mariposas. El santuario, dice alguien, justo cuando la carretera da la vuelta y al salir de ese recodo aparecen laderas pequeñas, carros detenidos y el paso de un enjambre dorado y café de monarcas. Las mariposas rodean la camioneta. Las mariposas se elevan graciosamente al llegar al parabrisas. Avanzan a nuestro lado, se pegan a los vidrios laterales de la camioneta. Todos nos despertamos. Recuerdo entonces, hace mucho años, un pésimo mal cuento que leí en un taller narrativo en el tec de Monterrey. El autor tuvo el decoro, la ingenuidad acaso, de leerlo frente a Juan José Millás. El punto clave del cuento eran unas frases que no he podido olvidar con el paso de los años: "maiposas boadoras, foes monarcas". Pero hoy, tan cursi que puedo ser, pienso, tenía razón esa frase aunque estuviera en el cuento y con las oraciones y las intenciones equivocadas. Al momento de escribirlas, espero poder acomodarlas en un lienzo más a modo. "Veníamos cansados en una camioneta, sin esperar más que un viaje cansado a nuestras casas y de pronto, en la carretera, nos explotó un incendio flores voladoras, de mariposas monarca".

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