Sunday, March 25, 2007

Máscara negra

Me compré una máscara. Es un viejo de tez negra, con pelos grises, unas cejas delgadas y grises también. Tiene los labios rojos y dientes blancos. La calidad de la pintura y la laca es loable. El precio; no. Pero es una máscara hermosa y voy con la dependienta para ver si hay algún descuento. Así me hice del viejo. Ahora cuelga en la pared de mi casa junto a la máscara del jaguar y la del hombre con frente de piel de armadillo y el viejo chino labrado en la raíz de un árbol y cuyas raíces semejan las barbas ralas y rebeldes del anciano.
No sé cómo es que se escoge una máscara. Es como en el amor: la decisión. Pensé: nunca más volveré a ver una máscara como esta. Había otras en la columna del FONART, pero sólo esa me dio el guiño de que nunca más volvería a verla. Pero, me hice tonto. Tomé otra, una que me parecía padre, pero no me gustaba del todo. Y anduve entre las parihuelas y los alebrijes, ausculté en un gran arbol de la vida, le mostré a O un petate, después vimos cazuelas, mananitas y demás orfebrería. Pero al irme, volví por mi máscara negra, por el viejo de pintura oscura. No pude resistir la tentación de comprarmela, yo, que tengo tantas carencias. Pero ya la puse en mi casa, justo a un lado del ventanal. Ahora, todas las noches, ese viejo hurgará en Frontera como yo a veces me he asomado a la ventana para ver la calle, los autos, la vida que pasa.

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